Las lecturas “entre líneas” y las percepciones “por experiencia”, suelen poblar los escenarios políticos nacionales.
En cada evento importante, en cada mensaje de un prócer, siempre surgen quienes, con razón o sin razón, traducen cobijados en su muy personal visión lo que sucede en ese ámbito o más aún, lo que está por suceder. Es más usual esta práctica en tiempos de efervescencia electoral.
Desde luego, Tamaulipas no es una excepción.
Ayer, la visita del presidente Enrique Peña Nieto al Estado, específicamente a Reynosa, para apoyar la infraestructura hospitalaria estatal con obras integradas años atrás en sus compromisos de campaña, resultó una oportunidad más para los clásicos ejercicios de especulación, aderezados por la cercanía de la definición del candidato del PRI a Gobernador.
En la búsqueda de “señales”, los seguidores de esas prácticas tomaron como un adelanto del futuro la ausencia en el evento presidencial de figuras como Mercedes del Carmen Guillén, Baltazar Hinojosa Ochoa, Alejandro Etienne Llano y Marco Antonio Bernal, protagonistas destacados en la entidad del juego priísta sucesorio mencionado.
“Si no estuvieron, no estarán”, opinaron algunos en un juego de palabras, con relación a esa designación tricolor pendiente. Por supuesto, acompañada esa reflexión con un gesto adusto y un tono grave de voz.
La verdad es que la explicación a lo anterior no sólo es clara sino hasta groseramente simple.
No tenían ninguno de los mencionados, algo que hacer en esa ocasión. Ni Etienne, ni Bernal, ni Mercedes y ni siquiera Baltazar, hubieran podido justificar su presencia. En el caso de quienes son diputados federales sus distritos no incluyen el municipio sede, mientras que el alcalde de Victoria y un dirigente del PRI nacional hubieran cosechado una silbatina como saldo si hubieran intentado asistir al evento en calidad de “colados”. Mostraron no sólo prudencia, sino conocimiento de las formas en ese terreno.
¿No se dieron entonces las señales por muchos esperadas?
La posible respuesta –insisto, posible– se aloja en el protocolo de las giras presidenciales.
Quienes han estado cerca de la operación de éstas, saben perfectamente que a ellas van sólo los invitados. Nadie, salvo que lo haga por medios nada ortodoxos y por lo tanto riesgosos para los atrevidos, puede tratar de saltarse a la torera los filtros del Estado Mayor Presidencial y hacerse, como asienta la voz popular, “el aparecido”.
Así, el epílogo de esa tarde fronteriza es uno: Fueron a ese evento, de acuerdo a esa especie de liturgia política, quienes fueron invitados.
Y punto…
LA GUARDIA ARRIBA
En el mismo escenario de la sucesión gubernamental, me parece que el papel desempeñado por el Presidente del Congreso Local, Ramiro Ramos Salinas, merece una reflexión más a fondo.
El diputado, pese a la talla, alcances y padrinos de sus circunstanciales rivales políticos, no se ha amilanado ni bajado la guardia en ese terreno. Para algunos su esfuerzo parece un símil de la lucha quijotesca contra los molinos de viento, pero en los hechos –es una opinión personal– Ramiro ha hecho a un lado muchos obstáculos y ha mostrado que como se dice en el norte, “no se raja”. No sé si el nuevolaredense también cuente con un mecenas, pero al menos por determinación y empeño, el legislador se gana un reconocimiento…
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