No es un secreto.
El verdadero problema para el Partido Revolucionario Institucional en las elecciones de este año, no es definir su candidato a gobernador. Quien resulte el agraciado o agraciada, sin duda recibirá el respaldo voluntario o forzado de sus compañeros de aventura.
No. El conflicto partidista que viene se acuna en la designación de candidatos a presidentes municipales. Será una guerra en algunos casos cruenta, cuyas primeras batallas se empezaron a librar desde el último trimestre del 2015 y donde al parecer que habrá excepciones.
El sur del Estado es un ejemplo. Concretamente, Altamira, un municipio que en Tamaulipas dejó atrás la etiqueta de “patito feo” para convertirse gracias a su desarrollo económico y a la buena marcha de su actual administración, en el clásico cisne del cuento.
Hoy, las deslealtades y la ingratitud empiezan a permear en el ánimo de ambiciones particulares e inclusive de grupos.
Uno de los clanes del pasado político reciente empieza a tender en esas latitudes una red de traiciones al poder estatal en turno. Su cabeza es el ex alcalde, Javier Gil, quien se ampara de acuerdo a lo señalado por él mismo en “petit comité”, en la bendición de una generación de mando anterior.
No es el objetivo de Gil el volver a ocupar la alcaldía altamirense, sino de impulsar al diputado local Carlos González Toral, quien desde octubre del año pasado anunció que pediría licencia en el Congreso para buscar la jefatura de esa comuna.
En la búsqueda de ese objetivo, Gil y compañía, aseguran los politólogos de casa, no tendrán empacho en oponerse al consenso local que se inclina por Griselda Carrillo con el beneplácito de la jerarquía priísta estatal. Y para lograrlo, en breve pondrán sobre y debajo de la mesa, una guerra de lodo contra la dama que hasta ahora parece ser la favorita en esa carrera.
No es nueva esa práctica en la política. Por el contrario, es casi normal, sólo que en este caso Javier Gil lanza al cesto de la basura la gratitud que debería guardar a quien le perdonó sus excesos en la administración municipal que encabezó, durante el gobierno de Eugenio Hernández Flores.
Más aún, en el ánimo de promover a un “delfín”, sea personal o de grupo, no parece que vacilará en contaminar el ambiente preelectoral en torno a la imagen del partido que lo ha cobijado, el PRI, lo que lo convierte en un modelo más de la frase “el enemigo en casa”, al complicar también la distribución de géneros programada por el tricolor en esa zona, en donde la exclusión de Griselda en Altamira tendría que equilibrarse con una mujer candidata en el puerto jaibo, porque Madero es una fortaleza de petroleros. De ese tamaño serían los problemas creados por el ex jefe de comuna.
Hasta donde llegue el ex alcalde y ex diputado en sus propósitos no parece tener límites, porque con seguridad no respetará reglas morales o éticas, pero lo que resulta muy riesgoso para el PRI tamaulipeco, logre o no su meta el señor Gil, es el negativo ejemplo de desafío a la autoridad estatal y de cómo es posible, si tiene éxito Javier, que un acto de traición pueda obtener resultados ventajosos para quien o quienes lo perpetren.
Habrá que seguir de cerca la pista a don Javier. Y habrá que hacer lo mismo con el resto de los ayuntamientos, para evitar que las deslealtades echen a perder la que parecía unidad inquebrantable del PRI…
“ROBOS” POLÍTICOS
En el mismo sur, pero en Tampico, una labor de zapa que empezó sorda y ahora ya es sonora, le está arrojando éxitos iniciales al Partido Acción Nacional, en la definición de sus candidatos al Congreso Local por esos distritos.
En su incursión más cercana a ese puerto, el aspirante azul a candidato a la gubernatura por el PAN, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, “amarró”, afirman quienes estuvieron cerca de él, nombres y apellidos que históricamente jugaban con el Revolucionario Institucional. Son, dicen, empresarios de trayectoria reconocida en la localidad y por lo tanto, posibles imanes para el voto de ese sector.
Vientos de guerra soplan en la política del 2016…
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