La fuga de Joaquín El Chapo Guzmán de la prisión del Altiplano fue una burla al gobierno que se convirtió en una vergüenza nacional. Pero nadie resintió la incompetencia del CISEN y la Policía Federal que lo vigilaban en la cárcel, como la Marina. Almirantes y comandantes de las unidades de élite, dicen quienes hablaron con ellos, transpiraban fuego.
Capturarlo les había llevado siete años de investigación en coordinación con las agencias de inteligencia de Estados Unidos, cuya puerta se abrió cuando su esposa Emma Coronel dio a luz en un hospital de Los Angeles en 2011, y la DEA interceptó su teléfono y escuchó pacientemente hasta que en enero de 2014 Guzmán cometió un error de seguridad que los puso sobre su pista.
La DEA y la Marina comenzaron a preparar el operativo de recaptura, que se tuvo que adelantar porque desde la Comisión Nacional de Seguridad se le filtraron a Reforma fotografías de la señora Guzmán en Cancún –publicadas el 19 de enero de ese año-, que fue interpretado como señal al Chapo que estaban muy cerca de él. La Marina, con el apoyo de la DEA, la CIA y la Oficina de Alguaciles de Estados Unidos, lo detuvo a finales de febrero. Cuando se volvió a fugar, se encargó al responsable de las unidades de élite que lo había capturado en Mazatlán encabezar la cacería. El Comandante Águila, como conocen al almirante, salió de sus oficinas en la ciudad de México y se mudó a Sinaloa. Lo acompañaron siete capitanes, lo mejor con lo que cuenta el Estado Mexicano.
La razón por la cual viajaron a Sinaloa pocos días después de la fuga fue porque los agentes ministeriales de la PGR lograron reconstruir rápidamente el mapa de la fuga y encontraron que tan pronto como se escapó, el Chapo había regresado a su territorio, en la Sierra de Durango. A partir del 5 de octubre, comenzó la operación en Tamazula y Cosalá, las zonas más agrestes de la Sierra de Durango. “Estuvimos a cinco minutos de atraparlo”, dijo una fuente federal sobre la operación en Tamazula. Estuvieron más cerca, en realidad, de matarlo, pero al haber salido junto con su cocinera y sus dos hijas, la orden fue no disparar.
A partir de ahí, los comandos de la Marina comenzaron a perseguirlo en la sierra mientras que con la creciente información de las intercepciones telefónicas fueron aislando sus apoyos en Culiacán, descubriendo casas de seguridad y encontrando otros refugios en distintas ciudades. “Lo tenemos cercado”, dijo una fuente federal a principio de diciembre. Pero aunque había la certidumbre de volverse a topar con él, dudaban si en la sierra podrían atraparlo con vida. Los comandos de la Marina no tenían posibilidad de hacer un operativo sorpresa para capturarlo.
La única forma de tomarlo desprevenido era por aire, pero como sucedió en Tamazula y Cosalá, habría enfrentamientos. Por tierra era imposible. Para poder perseguirlo así habría que ir caminando o en mulas. En diciembre, de acuerdo con fuentes federales, se tomó una decisión que modificó la estrategia: relajarían la persecución en la sierra para abrirle espacios y que pudiera dirigirse a las ciudades. Los comandos de la Marina contaban con el respaldo de la DEA en las comunicaciones, que sumaban a las intercepciones del CISEN, así como con miembros del bloque de búsqueda veteranos de la lucha contra los cárteles de Medellín y Cali, que por petición del presidente Enrique Peña Nieto había enviado el presidente colombiano Juan Manuel Santos.
Los comandos de la Marina catearon las casas de la esposa, los hermanos y los cuñados de Guzmán en Culiacán, de donde iban recogiendo información que les dio direcciones de posibles refugios de Guzmán. Eso es lo que sucedió con la casa en Los Mochis, vigilada días antes que llegara El Chapo, aparentemente muy pocas horas antes de que comenzara la operación la madrugada del viernes pasado. Fuentes federales admiten que cuando comenzó esa operación, no tenían la certeza de que estuviera ahí Guzmán, aunque por la capacidad de fuego con la que fueron recibidos, sospechaban fuertemente que así fuera.
Los comandos de la Marina fueron replegando a los escoltas del Chapo, a quien sin embargo le dieron tiempo para escabullirse de la casa en un Ford Focus que se quedó sin gasolina. Guzmán sólo iba con su jefe de escoltas Orso Iván Gastélum, quien cuando eso sucedió, bajó a una señora de un Jetta para seguir huyendo.
La señora, que no sabía quiénes eran, reportó inmediatamente el robo, con lo cual, como sucede cuando hay operativos de esa naturaleza, alertó a todas las corporaciones. La Policía Federal, que participaba en la seguridad perimetral de la operación, encontró rápidamente el Jetta y lo interceptó.
El Chapo, dijeron fuentes federales, no opuso resistencia y se entregó, obligando a Gastélum a hacer lo mismo. Los policías federales los llevaron al hotel Doux en la carretera hacia Navojoa –que no es territorio del Cártel del Pacífico- para establecer un perímetro de seguridad en espera de los refuerzos.
El Chapo pudo haberse escapado una vez más, pero no corrió con suerte. En Los Mochis sí fueron tomados por sorpresa. La estrategia de los comandos de élite de la Marina funcionó. El secretario de la Marina, Vidal Soberón, no dudó que en cuanto recibió información del operativo, se lo comunicó directamente al Presidente. Una vez más, la medalla era para ellos.
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