No sé si quien lea estas líneas tenga edad suficiente para rememorar las campañas electorales de antaño en nuestra patria chica. La última de ese tipo fue, en mi opinión, la de Manuel Cavazos Lerma en 1992. Mucho ha llovido desde entonces.
¿Cuál es la diferencia con las actuales?
Sería ocioso enumerar y describir todos los factores que las alejan unas de las otras, pero me permitiré resumir arbitrariamente en un solo concepto esa disparidad: La alegría.
A partir del manejo de contadores y gerentes que las sucesivas autoridades electorales han aplicado a las campañas después del triunfo del también matamorense, el perfil de fiesta que caracterizaba a la búsqueda del voto se fue, para decirlo en dos palabras, al cuerno.
Con el argumento de la equidad, se eliminaron comilonas y bailongos masivos, trabajos eventuales de carpinteros, albañiles, pintores, taxistas y electricistas entre otros oficios; kermeses y otras actividades colectivas que hacían de los tres meses de proselitismo –ahora hasta en eso ahorraron porque ya son sólo 60 días– una de las más mexicanas maneras de saborear, así fueran efímeros, pedacitos de felicidad.
Hoy, 3 de abril, empieza otro ciclo electoral para definir la sucesión de la gubernatura tamaulipeca. Y todo indica que prevalecerá otra vez la gélida temperatura social que arrojan los topes de gastos y la vigilancia a nivel de “bullying” que todos los partidos exigen para sus contrincantes pero que tratan de eludir para sí mismos.
¿Hay alguna esperanza de que las nuevas generaciones de votantes disfruten de ese júbilo pretérito?
No lo sé. Me encantaría volver a verlo, escucharlo y sentirlo. Para el ciudadano este ejercicio cívico debería ser, como fue, una oportunidad para disfrutar una pasarela de esperanzas para mejorar y no para padecer una retahíla de insultos y acusaciones que hacen vernos a todos como encubridores y hasta cómplices –se lleva uno ingratas sorpresas– de inmorales y delincuentes, si depositamos nuestra confianza en el candidato “x” o en el aspirante “y”.
En lo personal no les pido mucho a los candidatos. Tal vez no podamos atestiguar en esta etapa gráciles movimientos de cadera en algún baile, las maniobras de diestros rejoneadores o las
habilidades de –“bikers”– motociclistas haciendo rugir sus máquinas, pero lo que sí podemos solicitarles es que nos dejen descubrir lo bueno que tienen estos aspirantes a gobernar a nuestro Estado y por consecuencia, a todos nosotros. Vamos, que nos enseñen la sala de su casa, no el excusado.
No. No creo que sea mucho pedir.
Y un buen deseo para finalizar el tema: Que gane el mejor, que gane el más preparado, que gane quien realmente quiera resolver los problemas del Estado. Ojalá así sea, porque lo necesitamos…
VALIDACIONES
En la recta final del gobernador Egidio Torre Cantú al frente del Estado, un escenario me llama la atención.
Por esta geografía han desfilado en los días cercanos, al lado del mandatario tamaulipeco, una serie de personalidades de la administración federal para entregar obras y fortalecer la confianza en nuestras instituciones.
No pueden ser fortuitas estas circunstancias. Lo que están haciendo esos personajes de grandes ligas de la política nacional, es validar el trabajo del Ejecutivo estatal. Y lo que es mejor: reconocer el avance de Tamaulipas…
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