Pocas expresiones mexicanas son tan regocijantes y vitales como el decir que “nos va” o que “está a toda madre, y que todo salió a toda madre, entre muchas y regocijantes frases en nombre de la madre. La madre la tenemos desde que nacemos hasta que morimos. O más bien la traemos en la boca cuando festejamos nuestros éxitos y fracasos porque “nos llevo madre”.
La madre para nosotros mezcla de Doña Malinche y Hernán Cortez es un revoltijo verbal que ha enriquecido la lengua hispánica. Echar madres, mentar la madre y hasta chingar la madre es lo cotidiano de lo verbal y sacrílego, porque al fin de cuentas madre sólo hay y no brindamos a la bohemia, nuestra propia madre que suponemos descansa después de tantos años de ausencia y que volvemos a despertar su santa paz con un fresco ramillete de rosas.
La madre es el centro del pequeño universo de nuestro amor y recuerdo de su clara imagen. Mi madre Paulina Lugo de Rosales, nació en Bustamante, Tamaulipas. De breve ilustración, tuvo la
sensibilidad del dibujo y la lectura desde joven. Era mágica, curandera, solidaria, amiga, bondadosa, pero sobre todo, con una ironía a flor de labios, de quien aprendí amar a la vida y festejarla por el amor a Dios.
Bien, festejo a toda madre a mi madre, como ustedes lectores que no tienen madre o que si la tienen por gracia de Dios la festejan.
Nota: Domingo 8 cumplió años. El sábado, festejamos a nuestro querido amigo Alejandro Tirado Saldívar, Médico, por sus 70 mayos. Un grupo de amigos que se dejaron caer de Monterrey y otros lares que saboreamos un bacalao y arroz santanderino de exquisita preparación.
Celebrar al distinguido galeno no solo en la justicia de la amistad, también la justicia de su calidad humana y profesionalismo. Raúl Flores Morán, abogado del barrio, se aventó un breve discurso ponderando las virtudes del amigo médico. Gracias a la vida, que nos ha dado su amistad.




