Ayer se cumplieron dos años de la estrategia, hace 730 días y noches que el titular de la Secretaría de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, echó la moneda al aire tamaulipeco. El primer anuncio, considerado, relevante fue el nombramiento de mando federales para la nueva división del territorio local: Frontera: Reynosa, Río Bravo, Valle Hermoso y Matamoros; Costa: Altamira, Tampico y Madero; Centro: Llera y Victoria; y Sur: Antiguo Morelos, Nuevo Morelos y El Mante. En las cuatro partes del pastel se establecieron tres ejes de acción: Desarticular, en su composición y operación, a las organizaciones delictivas; sellar las rutas de tráfico ilícito de personas, sustancias, armas y dinero; y garantizar instituciones locales de seguridad, suficientes, eficientes y confiables.
Recordemos que el 13 de mayo de 2014, el Gabinete Nacional de Seguridad fue al Parque Cultural Reynosa para anunciar el plan Tamaulipas. Un mes después el mismo grupo de funcionarios federales visitaron el Centro de Convenciones y Exposiciones de Tampico. En la rueda de prensa, el ministro del Interior dio un segundo anuncio ‘pesado’: la remoción de la Policía Ministerial del Estado. Este segundo golpe de timón respondió a los señalamientos comprobados de que dicha corporación tenía vínculos con el crimen organizado. Por medio de ésta se paraban delitos, se traqueaban expedientes y la justicia no era.
Los discursos federales siempre fueron acompañados de pronunciamientos ‘positivos’ y fuertes del gobernador de Tamaulipas, Egidio Torre Cantú. Por ejemplo, los anuncios de la creación del Instituto de Formación Policial, de la fundación de la Universidad de Seguridad y Justicia o de la construcción y operación de las sedes del Centro de Control, Comando y Comunicaciones (C4) y de las Unidades Antisecuestro. Las palabras de los servidores locales iban en el plano de abonar a la idea de la refundación de los aparatos de seguridad y justicia. A los esfuerzos le pusieron monto preciso de inversión: 16 mil 721 millones 173 mil pesos de 2011 a 2015.
Hace casi un año, exactamente, el 26 de abril del año pasado, el secretario Miguel Osorio volvió con el Gabinete a Tamaulipas para contabilizar los logros. En el mismo escenario en que presentó la estrategia celebró: “Y en menos de un año se ha logrado la detención de 14 de los 15 delincuentes más buscados. En menos de un año, se han bajado los índices delictivos de todos los delitos, aquí en el estado. En menos de un año, existe una gran coordinación que nos permite entregar mejores resultados”.
Las visitas para revisar la estrategia de Tamaulipas continuaron. Justo el pasado 25 de abril, la narrativa oficial sumó un capítulo más con la presencia del ex gobernador de Hidalgo. El núcleo central del mensaje del gobierno de la república, siempre contrario a la percepción de los tamaulipecos, fue que la seguridad avanza, que las estadísticas lo indican, que el concepto “disminución delictiva” se engrandece día con día a lo largo y ancho del territorio tamaulipeco.
Empero, el discurso oficial de la clase política, la palabrería de 730 días, se derrumbó en dos semanas. El cinismo de los partidos políticos apareció en la cumbre de la campaña a gobernador tamaulipeco. La columna ‘Pedro J. Méndez’, grupo que se hace llamar de autodefensa, ya es el personaje sorpresa del proceso electoral. Ahora todos hablan de él, pese a que existe desde hace más de tres años. El líder nacional priista Manlio Fabio Beltrones dice sin decir que los logros presumidos por las autoridades federal y estatal son menores, que la delincuencia mantiene el voto mayor.
Mientras las palabras huecas se escurren por los oídos y los ojos de los electores y llaman la atención de los medios nacionales, en Tamaulipas persisten: las balas perdidas que asesinan a transeúntes o deportistas; la violencia contra las mujeres; la desaparición de personas, ya suman más de 5 mil ciudadanos; las pérdidas económicas, tan solo en 2015 la inseguridad tuvo un impacto de 60 mil millones de pesos, se agigantan; la brecha social abona a la renovación de las bandas delincuenciales. Y, dicen, en los pasillos de ciertas oficinas empiezan a aceptar y a repartir los errores del gobierno actual. La autocrítica llegó muy tarde y forzada por los tiempos electorales.
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