¿Cómo definirlo?
Se pueden manejar muchos calificativos, una gran parte de ellos despectivos, pero en lo personal una palabra me parece la más acertada: Decepción.
Me refiero al arriamiento de banderas del todavía –no por mucho tiempo– candidato independiente, Francisco Chavira, quien acaba de uncirse virtualmente a la yunta del panista Francisco Javier García, a través de una presunta encuesta cuyo resultado tiene destino manifiesto.
Al margen de nombres y apellidos, esperaba más del primer candidato que en Tamaulipas buscaría ser gobernador sin el cobijo de un partido, sin la tutela por lo menos en apariencia de cotos de poder históricos y también, en un ejercicio extremo de imaginación calenturienta, sin compromisos con cacicazgos de siglas ni colores.
Lamentablemente, quien la buscó y la alcanzó, resultó como una moneda de tres pesos: sin valor.
Y por favor, que no se confunda esta intentona de reflexión. No me mueve a pensar de esa manera que el maridaje político de Chavira se de con un aspirante panista. En mi opinión, es lo que menos importa. Pudiera haber cedido sus favores a Martín Garza de Morena, a Abdíes Pineda de Encuentro Social o a Gustavo Cárdenas, de Movimiento Ciudadano. Eso es irrelevante.
Lo importante es la oportunidad de oro desaprovechada en el terreno electoral. Lo que cala, es el engaño, la manipulación de un concepto originalmente puro sobre un candidato realmente independiente. Lo que impacta, es la deformación de lo que en teoría debería haber sido una opción fresca para el votante y terminó en una simple operación mercantilista con acentuado tufo a dinero. Y les ruego no me digan que se dio por convicción.
¿Para eso la buscó Chavira?
La pregunta no es mía. La lanzó al aire un estudiante universitario de Tampico que apenas días atrás me hablaba convencido de que el ahora frustrado candidato le parecía una carta oxigenante. De nuevo: qué decepción.
Lo siento por Chavira, quien deberá cargar sobre sus hombros con la etiqueta de oportunista. Lo siento por el panista Francisco García, porque aceptó el “apoyo” de quien ni siquiera intentó luchar y con eso endosó a su cuenta política los lastres de una decisión sin escrúpulos. No gana votos con eso el panista y peor aún, tal vez pierda algunos por esa evidente maquinación comercial.
Y lo más doloroso: Lo siento por los tamaulipecos, incluyéndome, por haber creído que con la figura de un candidato independiente se demostraba que la democracia ganaba terreno en el Estado.
Ya lo dijo el ex presidente José López Portillo allá en los setentas del siglo pasado, sin percatarse de que con esa frase se colocaba la soga en el cuello: “Nos estamos convirtiendo en un país de cínicos”.
Cuánta razón tenía. Y aún muerto, sigue teniendo…
LA FIESTA
Tuve la oportunidad de ver a distancia los actos de campaña en Nuevo Laredo del candidato priísta a gobernador, Baltazar Hinojosa, celebrados ayer. De lo observado, hay algo importante que no marcan las encuestas.
Es la alegría de una campaña. Es aquella añorada fiesta que era el trabajo de los candidatos para buscar el voto. Es el retorno no a viejos clichés acartonados, sino al jubiloso tono que debería tener casi por obligación esa labor política.
Me alegra la alegría, si me permite la repetición. Me alegra con Baltazar, confirmar una estrofa de un poema hecho canción en labios de Joan Manuel Serrat, “Vamos subiendo la cuesta, que arriba mi calle se vistió de fiesta…”
Twitter: @LABERINTOS_HOY