CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Hay quienes consideran un mito la existencia del Filósofo de Güémez, un personaje controvertido del medio rural tamaulipeco, dueño de una abrumadora e inédita lógica, atribuida a diferentes personas.
Hoy, ese protagonista, real o imaginario, de la picaresca y anecdotario estatal, está de luto. Ayer, su más fervoroso impulsor, Ramón Durón Ruiz, lo superó. Partió de este mundo y en lugar de un polémico mito, se convirtió en leyenda, al confirmarse por méritos propios su derecho a ser conocido por el nombre de ese protagonista: El Filósofo de Güémez.
Ramón sufrió este martes pasado un mortal accidente en el estado de Veracruz, cuando aportaba su esfuerzo a la campaña de Héctor Yunes, candidato del PRI a la gubernatura de Veracruz. La tragedia no impacta sólo a Tamaulipas, su tierra natal, sino a todo el país, que conoció su palabra, sus escritos y su bonhomía a través de sus obras literarias y conferencias que desde años atrás impartía a lo largo y ancho de la república.
Con él, no es válido resaltar quién fue Ramón, porque su legado humano y profesional sigue viviendo. Lo apropiado, lo justo, es tratar de describir, quién es, quién sigue siendo, Ramón Durón.
Originario de Ciudad Victoria, no se limitó en su formación académica a su primera profesión: maestro de educación primaria y vendrían después la licenciatura en Derecho, un profesorado de educación media, un posgrado en Administración Municipal y un doctorado en Derecho, logrado en la UNAM.
Su trayectoria personal y gubernamental se dividió entre sus tres amores profesionales, la abogacía, el servicio público y desde luego, la literatura.
Ramón escribió su nombre en el Congreso Local de Tamaulipas con un record aún no superado. Es hasta ahora el diputado local que ha alcanzado ese puesto a edad más temprana: a los 23 años, después de haber fungido como líder en el estado de las juventudes del Partido Revolucionario Institucional.
Su carrera en ese ámbito ya no se detuvo. Fue electo presidente municipal de Ciudad Victoria en la primera mitad del gobierno de Américo Villarreal Guerra y en el mismo sexenio, Director de Servicios Regionales de la Secretaría de Educación tamaulipeca; se desempeñó como Director del Registro Público de la Propiedad en la administración de Emilio Martínez Manautou; fue Secretario Particular del gobernador Tomás Yarrington Ruvalcaba, en cuyo mandato también ocupó la titularidad de la Procuraduría General de Justicia del Estado. También en su patria chica fue Delegado federal de la empresa Liconsa. Su trabajo público trascendió el ámbito estatal y en el terreno político fue Coordinador de Giras del entonces
presidente nacional del PRI, Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Fue y para muchos seguirá siendo, un apasionado escritor, con numerosas obras de corte popular que enaltecieron las letras coloquiales de Tamaulipas. Precisamente esta labor le abrió las puertas a la faceta que le absorbió casi totalmente en los últimos años como conferencista, terreno que lo llevó a tribunas culturales como la Feria del Libro en Guadalajara y en Monterrey, así como al ícono nacional en ese segmento, el Festival Cervantino, donde disertó sobre temas políticos y sociales como Alternancia, Transición, Gobernabilidad, Partidos políticos y en forma preponderante, sobre cultura popular.
En este escenario, el Filósofo de Güémez perdió ayer no sólo a su más fervoroso impulsor, no sólo a su defensor y promotor. Ayer, por desgracia y en forma paradójica, El Filósofo se perdió a sí mismo. En una frase, volvió a morir.
Descansa en paz Ramón.