Unos días antes de que el PRI definiera su candidato a la gubernatura, un personaje quien a pesar de ser amigo íntimo de otro aspirante a ese puesto, ocupó un puesto de alto rango en el equipo de Baltazar Hinojosa, me confió una convicción personal.
Ojalá, me dijo, el candidato sea Édgar Melhem.
¿Por qué?… fue la pregunta obligada.
“Porque es el único que no está peleado con ninguno de los demás precandidatos. La lleva bien con todos ellos y con los grupos de todo el estado. Eso impediría que se fraccione el partido con la decisión y no tiene broncas pesadas con su pasado”, fue la respuesta.
El pasaje anterior viene al caso por el manejo de Édgar como posible líder del priísmo tamaulipeco en tiempos de crisis. La única diferencia con esa descripción política de Melhem, son los dos meses y medio transcurridos del día de esa confesión a la fecha. Sus atributos no han cambiado, siguen ahí y aunque las primeras diferencias –pequeñas hasta
ahora– han surgido, sigue siendo un puente de unión entre los ocho que un día lucharon por la candidatura.
El saldo de todo esto es evidente.
En estos momentos, el cuadro más influyente y con las necesarias relaciones con el poder central que le queda al Revolucionario Institucional, es el que integran sus diputados federales. Son podría decirse, una mezcla de diálogo y músculo para ese órgano político.
Es con ellos con quienes el priísmo estatal tendrá que tejer los nuevos hilos con sus autoridades nacionales. Y será con ellos, a querer o no, que el nuevo gobierno tamaulipeco tendrá que dialogar para conservar a Tamaulipas en el camino del presupuesto federal. Nadie puede dudar del peso político que cada uno posee en sus respectivos establos de origen.
Así que si es un hombre a quien se le endose la responsabilidad de tratar de devolverle al tricolor sus glorias cercanas en el Estado, me parece que para los priístas, Édgar sería la mejor opción.
OTRO RETO
Años atrás, muchos por cierto, el entonces subprocurador General de la República, Mario Ruiz Massieu, hizo pública una frase que describía el ambiente político nacional, tras el asesinato de su hermano José Francisco.
Sus palabras se quedaron grabadas en la mente colectiva de los mexicanos, como un ícono verbal de esos momentos:
“Los demonios andan sueltos…”
Y hoy, en Tamaulipas, por motivos muy diferentes a los de Mario, esa frase resuena con tintes dramáticos en Tamaulipas.
En los días cercanos, una ráfaga de violencia delictiva parece haberse adueñado de una gran parte del estado, especialmente en la frontera y en su capital, con saldos trágicos que perturban el ánimo social. Homicidios, enfrentamientos, asaltos y robos se han recrudecido, con una frecuencia que sin embargo no reduce su impacto.
¿Qué hacer?
Es una pregunta sencilla con una respuesta ultra complicada, pero si los tamaulipecos hemos sido capaces de salir adelante de tantos problemas similares, estoy seguro que lo volveremos a lograr. Aunque los demonios anden sueltos…
AMENAZA
Un viejo chiste circula en el Estado.
Una buena parte de los priístas tamaulipecos podría sufrir SIDA en este mismo. Sólo que la traducción de las siglas sería jocosa:
Sin Ingresos Desde Agosto…
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