CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Con base en cifras de INEGI, en el año 2015, de los 986 mil 886 hogares que existen en Tamaulipas, el 28 por ciento de ellos tienen jefatura femenina, es decir, que 279 mil 700 mujeres están a cargo de sus hijos, en su mayoría realizando una triple jornada.
Utilizando el Simulador del Valor Económico de las labores domésticas y de cuidados, una mujer que invierte en promedio 3 horas a la elaboración de una comida, la sirve y además la lleva en ocasiones al trabajo o escuela de los hijos, podría percibir al año, por sólo está acción 3 mil 267 pesos.
Al año, ellas invierten 156 horas en promedio para atender las necesidades de alimentación propias y de su familia.
Así lo ha establecido el Instituto de Estadística Geografía e Informática para detectar las horas de trabajo no remunerado en los hogares mexicanos por parte de las mujeres y hombres.
Las estadísticas hacen visible por primera vez la triple jornada de las mujeres y haciendo un comparativo entre ellas y ellos, se estableció que el trabajo de ellas en casa tiene un valor económico anual de 47 mil 400 pesos, mientras que con su trabajo en el hogar ellos tienen un valor económico anual de 16 mil 900 pesos.
Además, muchas de estas mujeres invierten 8 horas al día, lo que equivale a una jornada laboral en México para ir en busca del ingreso remunerado a través del comercio informal.
Abuela y madre…
“Cristina” tiene 58 años de edad, es abuela, trabaja a diario 8 horas vendiendo ropa en la calle y atendiendo un puesto de frituras a la salida de la escuela cercana en temporada escolar.
Su responsabilidad para la manutención de cuatro hijas acabó hace varios años, pero se ha quedado por diversas circunstancias de la vida con la tutela de tres nietos de 16, 14 y 13 años de edad, todos estudiando y todos con necesidades.
“Desde que nacieron están conmigo, la niña de cinco meses y los niños recién nacidos, ahora todos están grandes, la mayor está en Prepa. En vacaciones vendo ropa, pero en tiempo de clases le ayudo a mi hija en el puesto y recojo a los niños de la secundaria y la escuela. Llego a trabajar desde las siete de la mañana y me voy hasta las tres de la tarde y llego barriendo y trapeando en casa”.
En el comercio informal la constante es la inestabilidad de las ventas. Más en esta temporada donde se acerca el ingreso a clases y donde las madres de familia priorizan las necesidades en la administración del hogar.
“Cristina” trabaja de sol a sol, se queja del ardor en la piel por permanecer horas en la escasa sombra que le proporciona un árbol de “San Pedro”.
Por amor al trabajo…
Beatriz Adriana, es una joven madre de tres hijos, el mayor de 14 años de edad, un niño de 7 años y una pequeña de dos.
Su día comienza a las cinco de la mañana, desde esa hora comienza a diario a limpiar dos cajas de tunas para su venta en la calle, luego de las 10 de la mañana.
Ahora la temporada de mango y aguas frescas está por terminar y será el momento en que Bety retome las actividades del invierno que son vender pan y hacer cerámica para fiestas infantiles y para adornar la casa.
“Regresamos a casa a las seis de la tarde y a esa hora llego atendiendo mi casa, barriendo, preparando la cena. También a esa hora hago la cerámica, la dejo secar dos días y luego la traigo aquí para pintar en ratitos”.
Beatriz está casada, trabaja a lado de su esposo y es a él a quien le toca lidiar entre el tráfico con el semáforo en rojo y ofrecer las bolsas de limones, plátanos, tunas y agua bajo el sol de este verano.
Es una mujer trabajadora de triple jornada que lleva su responsabilidad por amor al trabajo.
“Yo trabajo, me gusta”, dice con sus ojos chispeantes llenos de energía mientras sirve un jugo de tuna para llevar.