A propósito de mi crónica “El País del Redondeo”, la señora Olga González Romero, de Tampico, me ha enviado el correo siguiente y que juzgo necesario publicar.
“Sr. Alejandro Rosales; en verdad está usted molesto y tiene razón. Pero somos un país de gente generosa y hambrienta. Pienso que si no fuéramos tan solidarios con la gente necesitada, simplemente todos nos negaríamos a “redondear”, pero nos gana el corazón, la buena fe. Aunque queremos pensar que esos centavos de redondeo en realidad llegarán a esas instituciones de beneficencia, que llegarán a individuos, pero sin pensar mal vamos. Del redondeo sigue ¿Quién me asegura que esos centavos que se convierten en miles de pesos en realidad llegarán? ¿Cómo saber si ese entregado redondeo no se lo redondea el bolsillo de los dirigentes de esas instituciones?
Pero somos nobles de corazón. Aún queremos sentir que ayudamos con nuestros centavos, Yo, como ama de casa, tengo necesidad de ir al Supermercado con frecuencia. En el que voy, en cada caja hay tres adultos mayores, siento que me atracan. Apenas llego y uno de los señores ofrece poner los artículos en la banda. Si digo que yo lo voy a hacer, me da la impresión de que el susodicho se molesta y en la mente me está mentando la madre (cinco pesos que dejo de ganar). En otro extremo, está el que empaca. Uno lo puede hacer. Ese es un privilegio de ellos, si osara irme sin darle (otros cinco pesos por lo menos) sería doble mentada.
Salgo al estacionamiento y otro enjambre de cuidadores que insisten en pasar mis cosas del carrito al coche . ¡Ay de ti si les dices que tú lo haces! otra mentada mental. ¿Pero se da Ud. cuenta que cuánto dinero se tiene que pagar y repartir? Ahí ya serían quince pesos o sea un kilo de frijol o de tortillas que deje de comprar. Y todo por evitar que me mienten la madre. ¡No Señor¡ me niego, total como me dice mi amiga; tienes una asquerosa condición. No dejo de pensar en la necesidad de los demás. Pero a todos nos cuesta trabajo ganar nuestro dinero. Yo sé lo generoso que es Ud, pero entiendo que a veces se sienta agobiado. Le doy la razón. Sólo nos hacemos tontos en el redondeo de la vida mexicana. Parecemos Hamsters comiendo en una rueda sin fin hasta que caemos desfallecidos por tratar de ganar tiempo y dinero a nuestra vida, que de todas maneras, no sabemos ni cómo ni cuándo terminará. El redondeo de la vida. Lo felicito como siempre…”