La paternidad me ha dado la oportunidad de ver y disfrutar películas que, en otras circunstancias, no hubiera tenido el mínimo interés de visualizar. Una de ellas es la de los Minions. Esos simpáticos seres amarillos que solamente entendemos cuando llegan a pronunciar alguna palabra apenas descifrable como la
papaya, la cucaracha o la piñata. Han sido tantas las ocasiones en que he visto esta película, tan sólo durante el fin de semana fueron 4, que me ha sido
imposible no comparar a los minions con nuestra realidad.
Los minions, explica el narrador de la película, han existido en la faz de la Tierra desde su origen. Su naturaleza los lleva a buscar y encontrar a un amo al cual servir. El jefe debe ser el más despiadado y malévolo que puedan encontrar. Así, a lo largo de su historia, los minions han trabajado para dinosaurios, depredadores marinos, faraones, Sasquatch y hasta para Napoleón Bonaparte. Sin embargo, llega un momento histórico para esta “tribu” en el cual no tienen a quién obedecer y sus vidas se tornan vacías y carentes de sentido. Ante el cansancio ocasionado por la falta de jefe, tres minions deciden emprender una aventura y terminan en los Estados Unidos en búsqueda del nuevo patrón.
¿Qué parecido tienen los minions con nuestra realidad? Creo que bastante.
La historia está llena de personajes políticos o económicos que fueron sumamente despiadados. Que hicieron de la opresión y la tiranía su única forma de actuar. De la corrupción y el maltrato un “valor”. Ejemplos hay muchos y podemos citar a los tradicionales: Adolf Hitler, Kim Jong-un, Pablo Escobar, Pinochet, entre otros.
Es evidente que todos esos personajes, comúnmente calificados como malévolos, no actuaban solos. Mantenían un equipo sólido que ejecutaban sus decisiones y les garantizaban la permanencia en el poder mediante el uso brutal de la fuerza y la violencia. Es decir, contaban con un gran equipo de minions que les asesoraban y ayudaban a conquistar todos sus planes.
Quizá sea un problema psicológico no darse cuenta del daño que ocasionan las decisiones de esos tipos de líderes o bien las instrucciones se cumplen con base en el temor al superior. La protesta o el incumplimiento tienen consecuencias severas y hasta fatales.
La diferencia con los minions es que éstos actúan por instinto en la búsqueda de un ser maléfico al cual serle útil (además de que no existen), pero los humanos que han servido a tiranos tuvieron en sus manos la decisión de inclinarse por servir al tirano.
¿Cómo dejar de formar minions? Es quizá una pregunta que cada uno debe responder cuanto antes.
A OJO DE BUEN CUBERO
Recomiendo este artículo sobre el rol de las ciudades como actores en el contexto internacional del siglo XXI: http://www.animalpolitico.com/blogueros-blog-
invitado/2016/08/02/ciudades-reinventan-relaciones-internacionales/
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