Un sondeo reciente de Consulta Mitofsky sobre la próxima sucesión presidencial, arroja dos percepciones interesantes.
La primera es que las preferencias partidistas sin candidatos en estos momentos son tan parejas –un punto más o un punto menos– que si ahora fueran las elecciones ninguno de los partidos ni mucho menos los posibles participantes independientes, podría confiar en ganar por sí mismos. En otras palabras, ninguno gana solo.
Requerirían casi de manera indispensable –es el mensaje de la encuesta– de una alianza.
La segunda percepción de esos números es el evidente deterioro de los medios formales de comunicación como factores para construir o en su caso destruir, una imagen pública.
Si me permite intentaré un remedo de reflexión sobre ambos temas. Una disculpa previa por los posibles dislates.
En lo relativo a las alianzas, aunque matemáticamente es comprobable lo que asienta Mitofsky, no veo cómo pueda el PRI, el gran perdedor en este 2016, obtener beneficios de esos acuerdos, dados los resultados cercanos que obtuvo con la sumas de plataformas en la mayor parte del país.
Pese a estar coaligado en Tamaulipas con el Verde Ecologista y Nueva Alianza, le fue como al negro de la feria. El PAN, sólo y su alma, lo tundió, en forma parecida a como lo hizo en otros estados, donde las alianzas sirvieron como dice la voz popular, para tres cosas: Para nada, para nada y para pura ch…
¿A quién le servirían esas probables coaliciones?
Por lo menos en nuestro Estado y para tratar de salvar sus registros, sólo al chiquillaje, en donde está a punto de ingresar el PRD, que sigue en picada. No parece acertado el diagnóstico de la Consultoría, porque las evidencias arrojan que Acción Nacional y Regeneración Nacional caminarán en el 2018 como lobos solitarios hasta las urnas. Y son, hasta ahora, favoritos.
En lo que se refiere a los medios formales y su impacto en la tarea de ganar votos, a éstos debería quitarles el sueño la evolución de las redes sociales, que apenas un año atrás parecían capaces sólo de armar mitotes y escandalitos de pacotilla y que ahora –otra vez en Tamaulipas– ya demostraron que gastar millones en televisión, radio y periódicos no significa mayores posibilidades de ganar una elección. Francisco García Cabeza de Vaca gastó la décima parte de lo que ejerció el priísta Baltazar Hinojosa en prensa y el resultado ya lo conocemos.
Hay tres ejemplos más en el plano nacional: Es un milagro arrancarle a Andrés Manuel López Obrador un peso para medios –sólo usa para promoverse tiempos y espacios oficiales– y es el más recordado por los mexicanos con un 83 por ciento, aunque eso no significa que sea el más favorecido por la simpatía ciudadana. Y eso se lo debe a las redes sociales, en cuyos brazos también se acomoda la aspirante panista Margarita Zavala, que sin gastar fortunas como la del gobierno federal o los de algunos estados, está técnicamente empatada con el priísta Miguel Ángel Osorio Chong en conocimiento popular. Hasta “El Bronco” de Nuevo León, divorciado de cuanto medio se le atraviesa, ocupa el quinto lugar en el país en ser reconocido.
Y ni cómo negarlo: por el efecto de las redes sociales.
Si la lógica fuera la reina del razonamiento como durante mucho tiempo lo fue, el balance podría ser que tanto las alianzas partidistas como los medios formales de comunicación están en aprietos en su papel histórico como impulsores de victorias electorales.
Pero como dijo el terrible Pepito después de seguir en el bosque a su hermana y al novio de ésta: “la lógica falla”, habrá que esperar si el dinero, la herramienta más poderosa en la política cuando es aplicado en forma adecuada –aunque no siempre correcta– sea capaz de volver por sus fueros y sobre alianzas y redes sociales, pueda volver a ser el factor que someta a las urnas.
Sea cual sea el color de las boletas que se depositen en ellas…
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