Si al autor de la frase –unos dicen que es José Zorrilla en su Tenorio, otros que Juan Ruiz de Alarcón y algunos que Pierre Corneille– le hubieran dicho que ese texto tendría vigencia hasta el Siglo XXI, quizás no lo hubiera creído.
¿Cuáles palabras son esas que trascienden centurias y podrían llegar hoy en su rebote final a Tamaulipas?
“Los muertos que vos matáis, gozan de buena salud…”
Viene al caso recordarlas por lo que sucedió apenas el jueves pasado en la Cámara de Diputados, en el Congreso de la Unión, cuando se escenificaba una lucha en super libre con pocos técnicos y muchos rudos, con el tema del Cuarto Informe de Enrique Peña y la evaluación de sus reformas estructurales, en especial la educativa.
Cuanto diputado subía a la tribuna, tanto para atacar o defender al presidente, era objeto de cuchufletas, abucheos y hasta recordatorios maternales, en medio de una barahúnda digna de un antiguo mercado persa. No importaba si el orador era del PAN, del PRD, del PRI, del PT, de Morena o de Perico de los Palotes; todos bajaban del estrado con las orejas encendidas por los insultos y rechiflas.
Y sucedió lo extraordinario.
Una dama joven subió y con tono mesurado pero firme, empezó a exponer su mensaje. Sorpresivamente los gritos se apagaron y los murmullos se desvanecieron. Todos guardaron un silencio inaudito mientras ella hizo uso de la palabra. Nadie manoteó y nadie interpeló ni siquiera cuando dijo que en materia de reformas “ni un paso atrás”. Hasta que bajó de la tribuna, reapareció el escándalo y el intercambio de mentadas.
Uno de los diputados presentes calificó el momento del silencio: “Impresionante”, fue la definición.
¿Quién es esa dama?
Su nombre es Sylvana Beltrones, diputada federal e hija para mayores señas, del recién defenestrado líder nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones Rivera.
Y las preguntas surgen naturales: ¿Tanto respeto se ha ganado la chica en su corta trayectoria como para acallar a todos?… ¿acaso su capacidad oratoria intimidó a los lobos calados que medran en esa Cámara?
Todo indica que no, por lo cual la respuesta sólo puede descansar en otra razón: el poder que aún fuera del PRI conserva su padre.
No es gratuito lo que sucedió en el Congreso. Debe descansar en los innumerables acuerdos, alianzas y hasta cochupos que aún mantiene vigentes Manlio Fabio. Se origina en la enorme cuota de poder –y el indudable miedo que eso genera– que conserva el sonorense en sus manos y que deja claro que han fracasado quienes han visto en su salida del
tricolor, una derrota prematura para sus aspiraciones de ser candidato priísta a la Presidencia de México en 2018.
¿Y eso por qué podría impactar a la política tamaulipeca?
No se descubre el agua tibia con esto. El hecho de que Beltrones conserve prácticamente intactas su influencia y capacidad de negociación necesariamente debe beneficiar a sus satélites en los estados. En otras palabras, tan vigente como esté Manlio, lo están sus amigos y puntas de lanza en sus respectivas parcelas.
No es materia de adivinanza. En Tamaulipas su hombre de confianza es el matamorense Marco Antonio Bernal Gutiérrez, quien aún sin cargos oficiales o funciones partidistas formales por el momento, sigue ubicado en primera fila entre los prospectos para dirigir al Revolucionario Institucional estatal y a quien ¡qué va! nadie puede dar por muerto políticamente, gracias al tamaño de su mecenas.
Así que con todo esto, a la famosa frase atribuida al Tenorio, a Ruiz de Alarcón o a quien se le pegue en gana, en nuestro Estado le podemos agregar a estas circunstancias otra igualmente apropiada o más chispeante todavía, de nuestro querido y recordado Filósofo de Güemez:
Aquí nadie se muere, hasta que se muere…
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