El sueño que se volvió pesadilla
TAMPICO, Tamaulipas.- Cuando el segundo aeroplano impactó la torre sur del World Trade Center se activaron las alertas de tornado en el complejo procesador de alimentos “Maple Leaf Farms”, en Leesburg, Indiana, a mil kilómetros de distancia de Nueva York.
Los empleados fueron conducidos a sitios seguros y la producción, que sólo tenía pausas de 15 minutos cada 2 horas, fue detenida completamente.
En el enorme televisor que se encontraba en el comedor de la planta, la pantalla mostraba los hechos. Los ‘bolillos’ –como les llaman los trabajadores a los gringos blancos– lloraban aterrados, incrédulos, mientras soltaban una frase difícil de olvidar.
“Oh my God! We are under attack! No one’s moved!”, decía Katy Santana, manager del piso de procesamiento interno.
A través de un altavoz, en un español apenas inteligible, nos advertían: “Mire amigo worker. Si cuando usted regrese a casa. Vaya despacio. Nousotros no sepamos si esto es una guerra o qué pasando en estos momentos en nuestro país”.
Para los mexicanos, hondureños, vietnamitas y guatemaltecos que trabajaban en el lugar, aquella vez el sueño americano se convirtió en pesadilla.
Minutos más tarde, las Twin Towers se venían abajo. Quienes veían la televisión, no podían contener los gritos. Uno no podía dejar de estremecerse ante el dolor de los norteamericanos.
Por primera vez desde que inició operaciones, el complejo de “Maple Leaf Farms” cerró al mediodía. El gerente general de la compañía izó una enorme bandera norteamericana y colocó una más sobre el techo de la planta.
Las alertas en el pueblo vecino de Warsaw se multiplicaron y en el cielo se escuchaba el paso de aviones y helicópteros militares.
Los agentes de la Highway Patrol cercaron las autopistas interestatales y la Guardia Nacional montó operativos en las carreteras que conducían al estado de Michigan, Illinois y Ohio.
Los indocumentados tuvieron que marchar a casa por “farms roads”, los caminos que sólo utilizan los agricultores, para evitar se detectados.
El aeropuerto del condado de Kosciusko fue cerrado; y una pequeña escuela de aviación, cercada por militares.
Los supermercados fueron abarrotados por las compras de pánico. El miedo generado en la costa Este se extendió a cada rincón del país.
Cuando caía la tarde, en cada hogar de Leesburg, Napanee, Warsarw, Etna, North Webster, Atwood, Syracuse; en cada estación de servicio, mercado y escuela fue colocada una bandera estadounidense. En cada automóvil también.
Por la noche, en Winona Lake y Center Lake se realizaron servicios religiosos en honor de las víctimas de esa mañana.
Los ataques habían alcanzado no sólo a las ciudades más importantes del país más poderoso del mundo, también alcanzaron el corazón de cada uno de los habitantes de Estados Unidos y marcaron un antes y un después en su historia.
Así lo recuerdo.
En alerta, todo el Golfo de México
Pasadas las 10 de la mañana del 11 de septiembre de 2001 fue activado un protocolo de seguridad para las instalaciones petroleras en Ciudad Madero.
El ataque terrorista que había sufrido Estados Unidos activó las alarmas en toda la costa del Golfo de México.
Roberto Chávez Ortega, director de Protección Civil, se desempeñaba por primera vez como servidor público.
“Fue una sorpresa para todos lo que pasaba en Estados Unidos. Nos sorprendió mucho todo lo que pasó con las Torres Gemelas”.
El funcionario recuerda que la primera llamada que recibió fue de parte del gobierno del estado, “y nos dijeron que estuviéramos al pendiente de todo lo que ocurría”.
En esos momentos, no había manera de saber si ataques similares a los del World Trade Center se extenderían por todo el mundo.
El titular de Protección Civil realizó una llamada a la gerencia de la Refinería “Francisco I. Madero” e intercambió información.
La empresa –entonces paraestatal– tenía órdenes de mantener las áreas de producción vigiladas por personal militar. La seguridad fue reforzada en todo el perímetro de manera discreta.
Las embarcaciones petroleras que se dirigían a los muelles fueron custodiadas por acorazados de la Marina Armada de México.
En el aeropuerto Internacional “Francisco Javier Mina” las medidas de seguridad se intensificaron. De inmediato, elementos de las entonces Policía Federal realizaron una inusual inspección a los pasajeros que abordaron los vuelos programados ese día.
Chávez Ortega dijo que a partir de esa fecha cambió la forma en que se manejaban los protocolos de seguridad en la zona petrolera. Los controles de acceso y salida de personas ajenas a los complejos industriales se hizo más estricta.
Desde ese día, dijo, se mantiene vigilancia permanente en el río Pánuco y frente a la costa del Golfo de México. A partir del 11 de septiembre, el mundo cambió.




