Existen dos tipos de Tamaulipas cuya delimitación se trazó a partir de 2010. El primer Tamaulipas era un lugar de oportunidades y de progreso. Por casi cinco años por ejemplo, Reynosa se mantuvo como la ciudad con mayor crecimiento del país. Otro caso: playa Miramar era referente en el norte del país, por sus miles de visitantes y por los ingresos que recaudaba en cada periodo vacacional.
Los númerosos ranchos cinegéticos y de pesca era visitados por la elite texana, atraída por torneos de talla internacional. En las gasolineras del estado era algo común ver las caravanas de ciudadanos americanos que dejaban a su paso una cuantiosa derrama económica, generalmente en dólares.
La prosperidad del campo se reflejaba en municipios como San Fernando, Soto La Marina y González. Tamaulipas aún a la fecha, a pesar de todo cuanto han padecido los productores agropecuarios, es considerado el granero de México por ser el primer productor de sorgo, una gramínea esencial para la ganadería. Por su parte la producción de agave y de hortalizas como el tomate y la cebolla, parecían tener un futuro promisorio pero el olvido y la corrupción oficial y la delincuencia truncaron el sueño con ser en un futuro no tan lejano unas de las zonas más productivas del país.
Durante el gobierno de Vicente Fox, se gestionó ante la Federación la posibilidad de construir una zona de producción petroquímica en escala, aprovechando los beneficios geográficos y la vocación industrial de un puerto como Altamira. Aguas de considerable profundidad para que los buques llegaran a dejar y recoger mercancías a gran escala.
En los fines de semana, la ola de regiomontanos transitaba por la frontera y sus ciudades. En su afán de ahorrar un dinero para gastarlo en los centros comerciales de Laredo, MacAllen y Brownsville, optaban por ocupar los hoteles de sus ciudades vecinas mexicanas. Eso se acabó.
Reynosa, Nuevo Laredo y Matamoros, por ejemplo, aprovecharon por muchos años esa bonanza con restaurantes de lujo y hasta consultorios médicos que también
frecuentaban los ciudadanos americanos aprovechando una infraestructura turística de mediano alcance y precios mucho más bajos que los que tenían en Texas. En esos tiempos no se había reformado la seguridad social en Estados Unidos y era más barato obtener una atención médica de calidad en la frontera.
Pero a partir de 2010 toda esa prosperidad se derrumbó, se esfumó, y las amenazas de la delincuencia organizada, empeñada en controlar las rutas de la droga y del tráfico de personas, sumieron a todo Tamaulipas y parte de al región Noreste del país en el periodo más negro de su historia. Mucho tuvo que ver la corrupción o las simple omisión de las autoridades y la permisividad del gobierno norteamericano ante el contrabando de armas.
Por mucho tiempo con frecuencia los aterrados viajeros encontraban en las arterias del estado a comandos armados patrullando la zona, o implementando retenes para cerciorarse que el bando enemigo no estuviera invadiendo su territorio. Faltó poco tiempo para que la escalada de violencia se manifestara de la manera más brutal nunca.
Cuerpos tirados, acribillados y despedazados por las balas de alto calibre, en la orilla de la carretera o entre brechas, camionetas baleadas o incendiadas, las otroras prosperas quintas y prósperos ranchos ocupadas por los delincuentes, cuyos dueños, fueron secuestrados, obligados incluso a ceder sus derechos de propiedad y huir no sólo del estado, también del país.
Surgió entonces la leyenda de Mataulipas, un estado sin instituciones ni autoridades capaces de garantizar el orden, la vida y el patrimonio de las familias tamaulipecas.
Los tamaulipecos se enclaustraron, los visitantes norteamericanos o nacionales, víctimas frecuentes de asaltos, secuestros, agresiones y asesinatos cometidos con exceso de crueldad, dejaron de venir
Todos sabemos lo que paso: enfrentamientos, ataques y despojos al patrimonio de los ciudadanos, crímenes que son aún insuperables en bestialidad, tráfico de indocumentados, leva de centenares de jovencitos obligados con lujo de fuerza a delinquir o seducidos por el dinero mal habido, asesinaros de candidatos, entre ellos al ganador de la elección de gobernador. Ni hay horror que aquí no se haya vivido en esos años aciagos.
Las visitas de connacionales disminuyeron y lo poco que se mantuvo fue gracias a una intensa campaña de los gobiernos estatal y federal para mantener el flujo de turistas, al menos en los cortos periodos vacacionales.
Terminaba el periodo vacacional y la cruda realidad regresaba: otra vez la inseguridad, el miedo a desplazarse por los caminos tamaulipecos, los asaltos a plena luz del día, los robos de vehículos y una interminable lista de personas desaparecidas. Del Pánuco al Bravo, de la costa la montaña, la misma historia.
A seis años de distancia, el estado poco a poco se fue reconstruyendo con altibajos, pero con la idea de recuperar los espacios que la ciudadanía y las autoridades locales y federales ya daban por perdidos.
Y es ahora con la llegada de un nuevo gobierno, de una transición política, que surge esa idea en la nueva clase política panista de recuperar y mejorar todo lo que se perdió. Hacer de Tamaulipas ese rincón del país en el que suceda de todo… pero puras cosas buenas.
El gobierno entrante, a unos cuantos días de tomar el control del Estado tiene la oportunidad de recuperar el potencial que Tamaulipas perdió por más de siete años. De reparar todos los daños que ha dejado la guerra entre hampa y contra el hampa, de volver a explotar todo el potencial que haga del estado de nuevo una de las entidades más prósperas del país.
Expertos de diversas ramas de la sociedad civil le ha entregado a Francisco Javier García Cabeza de Vaca de manera personal sus proyectos para detonar los sectores productivos del estado, por ejemplo, en el sector agropecuario.
Es una oportunidad de oro la que tiene Cabeza de Vaca para ser un verdadero agente de cambio, y que las acciones de su próxima gestión trasciendan por generaciones y queden en la retórica de un simple discurso.
Hacer valer la justicia
El daño que sufrió Tamaulipas en muchos aspectos tienen pies y manos. Y más allá de los capos que aparecieron en incontables ocasiones en los medios nacionales, existe una rama de la clase política cuyos nexos con el crimen organizado son más que evidentes.
Bastará que la Procuraduría trabaje en realidad y no se mantenga aletargada como sucedió en todo el periodo de tiempo en el que Ismael Quintanilla, actual Procurador, se mantuvo al frente.
Nada de cacería de brujas ni vendettas políticas, simplemente hacer valer el poder de la Ley.
Sería un parteaguas que legitimaría no sólo al gobierno entrante, también a las de por si frágiles instituciones del estado.
Tomar la iniciativa
El Ejército mexicano inicia a partir de hoy una serie de eventos con los cuales busca un mayor acercamiento con la ciudadanía. En las primeras horas de este día arranca una carrera de medio maratón organizada en conjunto con la iniciativa privada.
En esta semana también, el gobernador Egidio Torre Cantú tendrá una de sus últimas reuniones como gobernador con actores de la sociedad civil con la presencia del Secretario de la Defensa Nacional, el General Salvador Cienfuegos. Será el martes, en el Casino Victorense.
Los elementos del 77 Batallón de Infantería, por ejemplo, tienen clara esa idea de mantener mayores vínculos con la Sociedad Civil. Es de suma importancia, aseguran, dar su apoyo total para restablecer la paz y el orden.
Por ejemplo, gracias a la ciudadanía lograron implementar un operativo para cerrar un conocido casino de la ciudad cuyo giro de negocio es cuestionable, pero ademas donde se registraron acciones fuera de la ley.




