Octubre es el mes de la Serie Mundial de Béisbol. Sólo que la clasificación de mundial no corresponde a su carácter estrictamente estadounidense. Como si llamáramos Serie Mundial del Mariachi a un encuentro de mariachis en Garibaldi. Los equipos de ligas mayores están integrados por peloteros de los países donde se practica este deporte, pero la Serie Mundial no es una contienda internacional. El beis, como otras cosas, muestra lo que se conoce como el Hegemón, es decir el Estado que rige más allá de sus fronteras, se asume como factótum económico y político del mundo. En EU consideran a su presidente como el líder del mundo libre. No en vano los presidentes estadounidenses intervienen, según dicen, para defender la democracia y la seguridad del planeta.
Las razones para la interferencia se basan en intereses geopolíticos, militares y económicos. Existe la pretensión de que en el mundo deben adoptarse los mismos principios del sistema estadounidense: democracia, Estado de Derecho, derechos y libertades ciudadanas, régimen capitalista…
El presidente Wilson fundamentó su solicitud al Congreso para declarar la guerra a Alemania en 1916, en que el imperio alemán no garantizaba la seguridad de los gobiernos democráticos del mundo. Más adelante, Franklin D. Roosevelt, en su famoso discurso de toma de posesión (Lo único que debemos temer es al miedo mismo), delineó su estrategia internacional sobre la política del buen vecino, el vecino que respeta la validez de sus acuerdos en un mundo, precisamente, de vecinos. Kennedy, en el conocido discurso inaugural No preguntes lo que puede hacer tu país por ti, sino pregunta que puedes hacer tu por tu país, señaló que Estados Unidos emprendería una guerra contra los enemigos de la humanidad: la tiranía, la pobreza, las enfermedades y la guerra en si misma. Nadie podría estar en contra de ese desiderátum.
Este enfoque de los presidentes estadounidenses como salvadores del mundo libre ha sido aceptado casi globalmente. No obstante, la mera perspectiva de Trump en la Presidencia, convertido en el “líder mundial de las democracias”, es una amarga pesadilla para el mundo, espeluznante para México, pero también para Estados Unidos.
Cada ocasión que Trump retoma el vuelo, la reacción bursátil es negativa, ni siquiera importa que haya ofrecido no subir los impuestos a los ricos. Los dueños del capital están aterrados por su posible llegada y así lo muestran los movimientos de Wall Street. Por el contrario, si Hillary sube en las encuestas, las acciones de la bolsa suben. En una encuesta reciente (Blomberg Politics) 46% de los encuestados con más de 50 mil dólares en bolsa prefieren a Hillary por 36% respecto a Trump. En otra encuesta a 414 miembros de los National Association for Business Economics, Trump quedó en tercer lugar (14%), después de Hillary (55%) y del libertario Gary Johnson (15%). Los más preocupados son los empresarios, sobre la posición de Trump de imponer un impuesto de 35% a las importaciones mexicanas.
México debe encontrar la fórmula para sortear el odio que Trump ha generado a nuestro país. La repugnancia de millones de estadounidenses hacia México es una pésima noticia. Han sido muchos años de trabajo bilateral para una relación productiva, respetuosa, hasta cordial y amistosa entre los dos países. El gobierno mexicano ya va de salida, el de Estados Unidos apenas entrará. En este limbo quedan los grupos sociales que participan en la relación: empresarios, partidos políticos, académicos, estudiantes, prensa, medios. Por el peligro real que representa el lema debería ser “todos contra Trump, gane o pierda”.
Aviso: El Colegio de México ha preparado un seminario sobre el tema: “México-EU: peligros de la coyuntura”, se celebrará el lunes 17 y el martes 18.
Twitter: @DrMarioMelgarA