1.- La lambisconería en nuestros sistema, más que una práctica degradante, es una condición de poder, un cemento imprescindible sin el cual los regímenes perderían su fortaleza y clientela. En su forma más simple consiste en colmar de lisonjas al poderoso, o mostrarse de acuerdo con todo lo que diga o haga, aun cuando sean tonterías.
2.- El político lambiscón es creyente, y por estas fechas acude a la iglesia a pedir ayuda a la divinidad a favor de su jefe o candidato, y siempre deja 2 o 3 velas prendidas, por si alguna se le apaga.
3.- La adulación sirve para determinar, casi a primera vista, dónde reside el poder en tal o cual partido o sistema político, porque el foco principal de la adulación, como un reflector, se lanza siempre de lleno sobre la persona o grupo que puede repartir los bienes y los males.
4.- Por esa razón, en México la lisonja se concreta en grado repugnante en torno a los muy pocos, que son quienes disponen de su arbitrio de los bienes, cargos y servicios que genera la sociedad. En un país donde todo hay que pedirlo al gobierno, por favor; la lambisconería no es un vicio del ciudadano, sino una condición para vivir.
5.- La historia de los aduladores tiene raíces muy antiguas, pues los mismos subordinados de Moctezuma se cuidaban hasta de mirar al Tlatoani a los ojos, y los virreyes tuvieron siempre un numeroso ejército de lambiscones.
6.- En México independiente, nadie fue tan lisonjeado como Antonio López de Santa Ana, quien siempre tenía un séquito de generales y coroneles sin más misión que la de darle fuego para prenderle sus cigarrillos, servirle copas, conseguirle mujeres y prestarle todo tipo de servicios personales.
7.- Nadie a calculado cuantos miles de millones cuestan los banquetes de la adulación que los lambiscones les pagan a sus padrinos, madrinas o protectores políticos, pero si la lambisconería sólo costara dinero, saldría barata.
8.- El precio más alto se paga con el descrédito de las instituciones y los procesos democráticos, es la insensibilidad política y el escepticismo cívico que produce, porque la alabanza opera con una anestesia que impide a los responsables enfrentar los problemas del país en su real dimensión.
9.- Lo que los lambiscones olvidan con frecuencia, es que un individuo elogiado no es un tonto, y que sólo considera a la adulación como una dosis cotidiana de incienso para funcionar mejor, y que como el Rey Enrique IV de Francia cualquier día puede decirles: “Sé que me estás adulando, pero síguele, porque me gusta, aunque no exageres tanto”. De los Presidentes del México contemporáneo, han sido Carlos Salinas, Vicente Fox y Enrique Peña Nieto los que más han protegido a sus numerosos lambiscones. Sobre todo Peña Nieto, a quien le gusta que lo adulen por su copete, su ropa, sus aviones, y sus discursos.
10.- El político lambiscón generalmente también es naco, y usa el teléfono celular con escándalo en restaurantes, reuniones y todos los sitios donde se congregan muchas personas, porque piensa que ese ruido lo distingue y le da sensación de poder y autoridad.
11.- El adulador naco consulta la baraja española, el tarot, la cuija y la lectura del café, para saber sobre su futuro político, y en casos extremos solicita que le den una barrida con huevo rojo de gallo.
12.- El político adulador y naco es cursi, romántico y amoroso con su “domadora” y por esa razón ambos se cuentan las pestañas, se cepillan la caspa, y se exprimen los barros mutuamente para cuidar su look y su carisma.