Hay dos municipios importantes de Tamaulipas, uno en la frontera y otro en el sur, para los que el inicio de la administración ha sido complicado.
En Reynosa, Maki Ortiz enfrenta una verdadera crisis de gobernabilidad que amenaza con echar a perder todo el periodo que estará al frente de la presidencia municipal. 24 meses se van demasiado rápido. Ya pasó uno y el saldo debe considerarse negativo.
El enfrentamiento de la alcaldesa con el Cabildo escaló a tal punto que síndicos y regidores le tumbaron a cinco pilares de su organigrama; secretarios y directores que no pudieron comprobar una residencia de por lo menos un año en el municipio.
No se necesita ser un genio para darse cuenta de que en el fondo hay una lucha interna entre los muy fuertes liderazgos panistas de Reynosa, que nunca vieron con buenos ojos a la senadora con licencia que obtuvo su candidatura, más por sus relaciones con el panismo nacional que por su ascendencia sobre los azules tamaulipecos.
Maki no la tiene fácil. Enfrenta un panorama tan adverso que en la frontera se escucha cada vez más fuerte la posibilidad de que muy pronto pida licencia por cuestiones de salud.
En el sur, es otra alcaldesa la que comenzó su gobierno con muy poca fuerza.
Es evidente que Magdalena Peraza no es la misma que gobernó a Tampico hace apenas seis años, y no necesariamente es la edad la que le juega en contra.
La “maestra” sigue con las mismas intensas rutinas de trabajo, pero hay algo en su administración que no termina de cuadrarle a la ciudadanía porteña.
Para muestra, una encuesta que publicó ayer Arias Consultores, levantada en los albores de este periodo de gobierno.
En ella, es la peor calificada de los tres alcaldes de la zona conurbada. El mejor evaluado es Andrés Zorrilla, de Madero, y después Alma Laura Amparán. Sorpresivamente, con muchos puntos menos, aparece Magdalena Peraza.
Este escenario hubiera resultado impensado en su anterior experiencia al frente del Gobierno de Tampico. En aquellos tiempos, era notorio que se convirtió en una suerte de “líder” de los municipios de la zona, eclipsando a Jaime Turrubiates y Pedro Carrillo.
Ahora es Andrés Zorrilla el que parece asumir esa batuta. Y a la maestra, desencanchada, sin resultados que presumir ni presupuesto para prometer obras, no le queda más que recurrir a su estilo guapachoso y tropical (exitoso en otros tiempos) para hacerse notar.
En su caso caben dos explicaciones muy evidentes: 1) la realidad política de Tamaulipas cambió para siempre y las circunstancias en las que llegó al poder en esta ocasión son muy distintas a las que la llevaron por primera vez a la alcaldía, como la hija desobediente que le jugó las contras a Gamundi y Eugenio Hernández.
2) La sociedad porteña también ha cambiado. Para bien, se ha construido una ciudadanía exigente que pide a sus gobernantes mucho más que fiestas y buen humor.
Tampico y Reynosa son dos ciudades muy importantes para el desarrollo de Tamaulipas; ojalá por el bien del estado y particularmente de esos municipios, que ambas alcaldesas logren recomponer el camino. Ya es urgente.
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