Javier Duarte, su esposa Karime Macías y Moisés Mansur Cisneyros, se conocieron cuando estudiaban Derecho en la Universidad Iberoamericana a mediados de los 90’s. Su relación era profunda y extraña, y en ocasiones tomaban al alimón decisiones sobre ella. En una ocasión, le ordenaron a Alfonso Ortega López, amigo y socio de los dos, unos regalos para el aniversario de boda. En una joyería sobre Campos Elíseos, adquirió unos aretes de 40 mil dólares, y un anillo de 185 mil pesos. La anécdota es un aperitivo de años de locuras y disparates donde el dinero fluía sin problema, según una de las investigaciones de la PGR contra el gobernador. Más de tres mil millones de pesos están volando, pero la indagatoria sobre Duarte y sus socios es porque creen que se los embolsaron.
Ortega López, amigo desde el kindergarten de Mansur Cisneyros, es la pieza clave en esta parte de la amplia indagatoria. Abogado corporativo, Ortega López constituyó una parte de las empresa fantasmas en México y Estados Unidos investigadas por la PGR por presunto por lavado de dinero y delincuencia organizada en contra del gobernador con licencia y su principal socio, que era una especie de gobernador adjunto porque nada que tuviera que ver con asuntos de dineros en la administración se movía sin su autorización. Por años, el abogado construyó la estructura mediante la cual presuntamente se desviaron, escondieron y evaporaron recursos federales.
La inclusión de Ortega López en el equipo particular de Duarte, Macías y Mansur Cisneyros, comenzó al inicio de la gubernatura. En este espacio se mencionaron las empresas y las acciones presuntamente delictivas en las que incurrieron durante los primeros nueve meses de la administración, cuando los viejos amigos, sin recursos en sus tiempos universitarios, recuperaron los tiempos perdidos, según se desprende de la investigación, mientras que Karime Macías, considerada más inteligente que su esposo, fue beneficiaria directa de muchas de las operaciones con empresas fantasmas.
Ortega López narró a los investigadores, por ejemplo, cuando en diciembre de 2012, la familia de Duarte lo invitó junto con su familia a unas vacaciones en Aspen, Colorado. Se hospedaron en el hotel St. Regis de ese destino turístico de invierno, donde la señora Macías le pidió que les endosara a ella y a su esposo, en blanco, las acciones que adquirieron de los condominios en el hotel St. Regis de Nueva York –detallados en la columna anterior-, y de una lancha bautizada como “Candelaria”. Esa lancha es un botón más de los absurdos de Duarte. Como en muchas otras veces, instruyó a Ortega López que adquiriera “una embarcación digna de su investidura”, para poder llevar a cabo la procesión acuática de la Virgen de la Candelaria, en las fiestas de Tlacotalpan. Quería específicamente una lancha Acquariva, de la marca italiana Riva, que navegan los lagos europeos. El costo era de 790 mil dólares, para lo cual constituyó una empresa en Estados Unidos llamada Alpargate Marine Ventures Corp., que hizo la compra en julio de 2011 por medio del abogado Juan José Janeiro Rodríguez, socio de Mansur Cisneyros y testaferro de Duarte.
Septiembre y octubre de 2011 fueron bajos en actividad para Duarte y Mansur Cisneyros, pero en noviembre de ese año continuaron la constitución de empresas fantasmas para la circulación irregular de dinero. En ese mes, el gobernador le pidió a Ortega López una Sociedad Financiera de Objeto Múltiple, las llamadas “sofomes”, cuyo principal objetivo es otorgar créditos, que llamó Corporativo Monjafin, donde se apuntaron como socios Salvador Mansur Cohen, primo de Mansur Cisneyros y segundo secretario de Finanzas de Duarte, relevado a mediados de 2013 en medio de un escándalo sobre el presunto uso ilegal de programas sociales, Álvaro Ladorrodo García –sobre quien no hay datos públicos-, y Rafael Gerardo Rosas Bocardo, prestanombres de Mansur Cisneyros. Esa Sofom recibió una inyección de recursos de procedencia desconocida de 300 millones de pesos, 70 de los cuales fueron utilizados para fondear “una empresa de medios de comunicación” que Duarte, a sus amigos, decía que era de él.
Antes que terminara el año, Duarte y Mansur Cisneyros le pidieron participar en el negocio inmobiliario en Miami, donde los bienes raíces estaban deprimidos por la crisis de 2007 y 2008, por lo que creó una nueva empresa, Runsam, que adquirió una cartera de propiedades valuadas entre 80 mil y 120 mil dólares, con el propósito de rentarlas. El último día de ese año, en la fiesta de fin de año en un departamento de Duarte en el bello conjunto Finestre en Ixtapa, el gobernador le pidió que adquiriera los dos departamentos en el piso superior para invitados y uno extra para más visitas. A través de Janeiro Rodríguez y otro socio de Mansur Cisneyros, José Antonio Bandín, se pagó un millón y medio de dólares, y se invirtió otro medio millón para acondicionarlos.
Ortega López sospechó hasta este año del origen de los recursos que movió por instrucciones de Duarte, y creía que lo había utilizado para lavar dinero. En abril pasado lo vio en el hotel Camino Real y le expresó su inquietud por las denuncias en la prensa. “Me tomó del brazo y me dijo: ‘no te puedes salir de esta. Estás involucrado. Todos sabíamos que los fondos para las inversiones provenían del gobierno del estado de Veracruz’.” El abogado sí se salió, y habló. Ofreció a la PGR revelar el uso indebido de recursos federales y estatales para fines privados, su desvío, ocultamiento, distracción de fondos por instrucciones de Duarte. La historia, sigue caminando.
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