El autor es Premio Nacional de
Periodismo 2016
Está científicamente comprobado que durante sus tantos más cuantos años de reinado el objetivo de los políticos no ha sido gobernar bien a México. Por el contrario, pareciera que cada generación de funcionarios se disputa el vergonzoso calificativo de convertirse en la más corrupta. Existen excepciones por supuesto, pero sólo sirven para confirmar la regla. ¿Habrá dudas respecto de quiénes han saqueado recursos terminando con la esperanza social?.
Los casos que por estos días conoce la opinión pública deprimen a la república como resultado de la inmoralidad de unos cuantos cuya enfermiza
ambición conducen a lo más turbio del drenaje presentándose como ejemplos de lo más negativo que puede suceder a este mundo que presume desarrollado, democrático e igualitario.
¿Por qué la clase política en México es quizá la más voraz del planeta Tierra?. Es una buena pregunta con varias respuestas. La más simple es que conserva la vocación de aquellos “revolucionarios” que se adueñaban de lo que se les antojaba. Aquí se incluían hasta virginales pueblerinas en edad de merecer. (“carrancear” era sinónimo de robar). Por ello no extraña que muchos apellidos de entonces aparezcan en la actual cartelera del poder, mezclados ahora sí, con los que antes, durante y después de don Porfirio, convirtieron a México en patrimonio familiar.
¿Dónde ubicaríamos a los políticos, funcionarios y ex, que sin escrúpulos se echaron al bolsillo la riqueza social?. Por supuesto en lo más bajo de la delincuencia. Sin embargo el problema es que difícilmente reciben castigo, lo recibirían siempre y cuando se tratase de venganzas políticas, de otro modo la impunidad aplica su jerarquía.
¿Es el país que merecemos?. Desde luego que no, pero es el que llevamos a cuestas arrastrando la corrupción política como el mayor de los pecados privados con cargo a las mayorías. Los casos de Javier Duarte y de otros políticos debieran apenar y sin embargo, encabrona que el sistema perdone incitando a mayor corrupción.
El asunto es que la república es prisionera de su propio laberinto y pareciera que no existe forma de salir, al menos hasta en tanto no se produzca un milagro, pero como en este tiempo los milagros ya son escasos lo más probable es que corrupción e impunidad sigan siendo marcas registradas por los políticos mexicas. Y ni modo que sea invento.
¿También Tamaulipas?
En circunstancias diferentes pero con resultados semejantes nuestro estado al igual que Veracruz, requiere de urgente rescate financiero. Sábese de promesas del gobierno federal pero nada más, mientras tanto los días y las semanas transcurren en preocupante silencio oficial. Las finanzas están agotadas y desde luego los programas y proyectos de todo tipo están paralizados. No existe información sobre a dónde fueron a parar miles y miles de millones de pesos “esfumados” por la autoridad anterior que ahora hacen falta para cumplir compromisos institucionales. Los gobiernos municipales sufren de igual forma las consecuencias de esta quiebra financiera reflejada en injusta pobreza que los convierte en indigentes por razón de estado. (No quisiéramos creer que debido a compromisos entre triunfadores y derrotados).
En Veracruz la comisión designada por el gobernador electo se negó a recibir la administración en las condiciones en que se encuentra. Y uno se pregunta si en Tamaulipas pudo suceder lo mismo considerando “que las cuentas no salen”. Séase que el déficit de mil y pico de millones de pesos correspondiente al fin de año no debiera de existir si el ejercicio presupuestario se hubiera realizado con orden, transparencia y eficacia.
La sociedad civil espera conocer a la brevedad y con claridad qué sucedió con sus impuestos. En este sentido ni como negar que la autoridad actual tiene la palabra sin que ello signifique “cacería de brujas” sino elemental derecho a la información sobre todo cuando los excesos del anterior gobierno fueron evidentes. Recordad por ejemplo la multiplicidad de vehículos gubernamentales y los gastos colaterales que motivaron la indignación popular. Fue una de las tantas razones por las que el PRI literalmente “mordió el polvo” en junio pasado. (Ahí te hablan Jorge Ábrego).
SUCEDE QUE
Parece muy temprano para una confrontación entre el joven secretario de Educación, Héctor Escobar Salazar y el líder magisterial Rigoberto Guevara. Por las consecuencias no por otra cosa. “¡Tan bonita que es la conformidá!”, como dijo aquel.
Y hasta la próxima.