7 diciembre, 2025

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Los niños, víctimas olvidadas de la violencia

La ola de homicidios y desapariciones que ha azotado a Tamaulipas en los últimos años ha provocado huellas profundas en cientos de familias; niños y niñas que perdieron la oportunidad de ser criados por sus padres son otra cara de una cruel realidad

CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Desde que su nieta desapareció, la señora María se hizo cargo del huérfano. Es una mujer de la tercera edad que a veces no tiene recursos para cubrir los gastos escolares, pero se acoge a la voluntad divina para sobrevivir a esta crisis.

“Mi bisnieto iba a cumplir entonces cuatro años de edad (su voz se corta por el llanto)… yo tengo la esperanza de que (su mamá) esté viva, pero ya han pasado dos años”…

Si el 14 por ciento de los homicidios registrados en 2015 fueron mujeres, hoy podría haber 158 huérfanos como resultado de la violencia en Tamaulipas.

“Yo sólo pienso y pienso por el niño, aunque él no la conoce por mamá, dice que es su tía, desde chiquito él ha estado conmigo, pero como quiera ella es su madre. Yo lo que quiero saber es si está viva o si ya murió, ya ve tantas cosas que están pasando”.

Con base en cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, de las defunciones por homicidio, tan sólo en 2015 se documentaron 666 casos en el estado, de los cuales 561 eran hombres, 79 mujeres y 26 no fueron identificados.

Estas cifras fueron presentadas por los grupos de familiares de víctimas en el primer foro organizado en Victoria en el Día Internacional  de las Víctimas de Desaparición Forzada.

De acuerdo con la cifra de desaparecidos, el 78 por ciento son hombres, y el 22 por ciento,  mujeres, es decir, más de 5 mil hombres se encuentran desaparecidos frente a cerca de 1 mil 500 mujeres.

De ninguno de ellos se tiene un rastro, por eso los familiares dicen que aún los buscan entre los vivos.

Desde que aumentó la inseguridad en 2010, cientos de ciudadanos han dejado niños en la orfandad. Se estima que en Tamaulipas existen de 7 a 8 mil personas desaparecidas en los últimos seis años.

Natalia es una víctima de esta circunstancia. Su madre desapareció hace cuatro años, era soltera, tenía una nueva pareja y desapareció junto con tres amigos.

Uno de ellos fue localizado sin vida en Victoria, donde radicaban los cuatro.

La madre de Natalia no ha sido localizada y la pequeña, que iba a cumplir un año de vida, ha crecido con la abuela, va al kínder y desconoce los hechos alrededor de su familia.

“Sí, he ido para que me atiendan en Atención a Víctimas, pero no me resuelven nada. He querido registrar a mi nieta como mía pero me piden muchos requisitos,
ha crecido así como de crianza y soy su abuela”.

Las plegarias de estas mujeres aún están a los pies de la virgen, de los santos del creador  y de todo aquello que les proporcione esperanza.

Su sueño se marcha cada noche, el insomnio les consume y no saben si declarar que sus nietos son  huérfanos  o no.

Ahora que la nueva administración  gubernamental ha decidido crear el registro de huérfanos de la violencia, se organizan para establecer las bases de su selección, pues en su mayoría son niños que han quedado bajo el cuidado de los abuelos o de un solo padre.

En la Casa Hogar del Niño no existen registros que identifiquen a los niños que han llegado por este concepto.

“No se establece en el registro que han llegado por este concepto”.

Sólo son niños  en situación vulnerable a los que el Sistema de Desarrollo Integral de la Familia acogió sin distinciones.

La mayoría que ha perdido a sus padres quedan a cargo de los familiares, muy pocos  quedaron sin el cobijo de un hogar.

Pero ese esfuerzo por llevar a cuestas el hogar y los recuerdos es como el caso de Mina,  una madre joven que sabe con certeza que su marido no está.

Lo perdió, lo esperó y cuando volvió no pudo ni ver su rostro. Las autoridades dijeron que al entregar el cuerpo luego de ser identificado deberían darle sepultura. Y así ocurrió.

Ella era mujer trabajadora, se casó, y lo había hecho con la convicción de vivir a lado de su amado hasta que la muerte los separara, más nunca imaginó que esa promesa tendría vencimiento 14 años después de la boda, en una época violenta para México y para Tamaulipas.

Ha quedado al cuidado de sus hijos,  tiene  la responsabilidad de llevar el sustento y dar el alivio y regocijo al hogar como cualquier otra mujer  que edifica su hogar.

«A veces mi hija menor decía que su padre jugaba con ella… eso duele”.

En México no existe un censo de los huérfanos de la violencia. Tamaulipas desea iniciarlo y  Ciudad Juárez, ya había dado sus primeros pasos para atender de manera psicológica a los niños que crecían  deseando una venganza.

Con base en el Informe de víctimas de homicidio, secuestro y extorsión 2016 del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, de enero a septiembre del  año 2016, se registraron 656 homicidios dolosos y 146 secuestros en Tamaulipas ante una Agencia del Ministerio Público. 

Lo anterior le convierte en el segundo estado a nivel nacional con mayor casos de secuestro.

El primero lo ocupa  el estado de México con 204 casos,  146 secuestros para Tamaulipas y  102 para Veracruz.

El resto de las entidades federativas  de enero a septiembre de este año, presentan de 0 a 61 casos de secuestro.

Al volcar estos números en un hogar, significan hogares deshechos y cientos de niños huérfanos de la violencia.

EL DATO

Con base en cifras del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática, de las defunciones por homicidio, tan sólo en 2015 se documentaron 666 casos en el estado, de los cuales 561 eran hombres, 79 mujeres y 26 no fueron identificados.

Doña María:

«Yo ya no tengo fuerzas para cuidar a mi nieto. A veces siento que ya no puedo más y comienzo a encargar a mi niño con las nueras. 

No sé quién lo podrá ver si yo falto. Él dice que a veces ve a su mamá. La última vez que se vieron, el día que ella desapareció él se quedó enojado porque le pidió dinero y ella no le dio. 

Él va creciendo necesita cosas y yo hago lo que puedo ayudo a las vecinas a barrer el frente de sus casas y me dan algo, así me ayudo».

Mina:

«Yo trabajaba, y lo sigo haciendo, pero pensé en que tendría a mi esposo y vería a mis hijos grandes. Estoy afrontando esto. 

A veces mi hija menor decía que su padre jugaba con ella… eso duele.

Fui a hacer los trámites para reportar cuando desapareció y todo era como a ciegas. Ibas a un lugar y no querían recibir la denuncia, te enviaban a otro y de allá te regresaban.

Al menos la espera no fue mucha, lo encontramos, pero eso aún no se puede aceptar lo arrancaron de nosotros, así nada más”.

Sara:

“Mi hija desapareció junto con sus amigos, me he quedado  con la niña, ya va al kínder. Uno de sus amigos sí apareció pero  había fallecido.

Mi hija era madre soltera, su hija no tenía ni el año, soy una abuela que tiene problema para registrar a su nieta como propia, no puedo registrarla ahora mi nieta tiene cinco años, va al kínder, su padre, porqué sí tiene un padre con vida, se ha alejado de nosotros con todo lo que ocurrió.

Él sí vive, pero no la ve, sólo me tiene a mí… su abuela”.

“Niños incómodos”

Silvia Lee

Daniel Joloy coautor del libro Niños y niñas: las víctimas olvidadas en la guerra contras las drogas en México y coordinador de Incidencia Internacional de la Comisión Mexicana de Defensa y Protección de los Derechos Humanos, piensa que los niños integran a uno de los grupos poblacionales que más ha sido afectado por la guerra contra el narcotráfico y que más invisibilizado se encuentra.

Desde 2006 hasta ahora, los niños de México estuvieron expuestos a una forma de violencia peculiar, ya sea de manera indirecta o con la invitación expresa de
integrar grupos criminales. Por parte del Estado no se nota ningún esfuerzo de una política pública que ataque esta herencia de la guerra.

Joloy prevé: los niños van a seguir repitiendo los síntomas de la violencia en su entorno social más cercano de manera cíclica. Esto sucederá con mayor frecuencia en lugares en los que los menores viven al margen de la sociedad, en un contexto de tejido social que ha sido roto. Serán más violentos quienes no cuenten con la oportunidad de la educación formal.

Para el especialista, quien se basa en estudios internacionales, los efectos de la violencia en los niños repercute por generaciones, mucho más allá de cuando concluye el conflicto armado.

Sobre la ausencia de estudios particulares de la materia en México, el experto considera que por un lado, se trata de un fenómeno reciente, de 2006 a la fecha.

Pese a ello, señala que las autoridades no vieron, o no quisieron ver que la violencia desatada en varias partes del país ponía en riesgo el desarrollo integral de los niños. No existió ninguna política pública durante el sexenio de Felipe Calderón para atender a las víctimas de la violencia, especialmente a los menores de edad que se encontraban en vulnerabilidad de ser captados por grupos del crimen organizado. Han sido las organizaciones de la sociedad civil quienes poco a poco, han puesto el foco de atención en los niños.

Hemos empezado a ver en México ciertos síntomas o rasgos de lo que a nivel internacional se conoce como niños soldados; es decir, menores de edad que se enrolan en grupos de la delincuencia organizado y que son reclutados en muchos casos de manera forzosa”, añade Joloy.

Un estudio arroja luces
México y Estados Unidos realizaron de manera conjunta el estudio “Salud Mental y Violencia Colectiva de los Niños: Un estudio Bi-Nacional en los Estados Unidos y México”.

En el documento, que fue presentando en octubre del año pasado en la Academia Americana de Conferencia Nacional y de Exhibición de la Pediatría en New Orleans, los investigadores hicieron una comparación de muestras de conductas psicosociales y del comportamiento entre los niños y adolescentes que vivían en Ciudad Juárez y El Paso, Texas.

La primera muestra se hizo en 2007 y la segunda en 2010. Los niños que participaron en la investigación no tenían contacto con la violencia directa, pero sí con la colectiva. Esta última se refiere a la violencia perpetuada con el fin de obtener objetivos políticos, sociales o económicos. Es la que se manifiesta
en conflictos armados, violaciones a los derechos humanos, genocidio, terrorismo y crimen organizado.

Aunque las condiciones de vida son diferentes en esas dos ciudades, en el estudio del 2007 no se encontraron diferencias significativas. Los niños de Ciudad Juárez y El Paso se comportaban de una manera muy similar.

En 2010, cuando Ciudad Juárez era considerada como una de las ciudades más peligrosos del mundo, se volvieron a tomar muestras en ambos lados de la frontera.

Los investigadores midieron los problemas psicosociales que habían sido comparados en 2007 pero ahora bajo el efecto de la violencia colectiva. No buscaron a víctimas de la violencia directa. Los niños vivían en la ciudad y tenían entre seis y 16 años.

Concluyeron que a pesar de que en 2007 los niños de Ciudad Juárez y El Paso se comportaban de manera muy similar, en 2010 había diferencias significativas como depresión, ansiedad, problemas somáticos, rompimiento de reglas y algunos actos violentos.

Marie Leiner de la Cabada, autora del libro Niñez en Riesgo: el impacto de la violencia en Ciudad Juárez y miembro del departamento de Psiquiatría en Texas
Tech, fue parte del grupo de especialistas en el ejercicio. Hoy está abocada en otro estudio, pero con niños de menor edad. Emocionada y preocupada al mismo tiempo, cuestiona: “Si alguien te dijera di cómo resolver este problema, ¿qué dirías?”

Al evocar los estudios de 2007 y 2010, hace énfasis en la dificultad para conocer las implicaciones de la violencia en primera instancia. México no cuenta con pruebas que permitan estudiar el fenómeno. La mayoría de las herramientas que permite identificar qué menores pueden estar presentando síntomas post-traumáticos están escritas en inglés y su traducción al español no cuenta con una adaptación cultural.

Un ejemplo de lo anterior fue una madre en Ciudad Juárez. Respondía un cuestionario para saber sí su hijo sufría de algún síntoma derivado de la violencia. Leiner se dio cuenta que aunque la mujer mostraba interés por entender las preguntas, no podía comprender por completo su significado. Le apenaba mucho no responder el cuestionario y la especialista piensa que decidió contestar todas las preguntas de la misma forma que con la primera pregunta.

La aplicación de este cuestionario fue parte de una prueba que se hizo para conocer la confiabilidad del método. Después de que la mamá terminó de contestar
las preguntas por escrito, Leiner le empezó a preguntar oralmente cada una de las preguntas. Conforme iba haciéndole las preguntas, se dio cuenta que sus respuestas eran muy distintas a las que la mujer había contestado de manera escrita. Esto hizo que Leiner, preocupada por obtener los resultados más exactos posibles, contactara a los autores del cuestionario para pedirles su autorización para añadir pictogramas a sus cuestionarios y así ayudar a los padres de familia con recursos educativos limitados a contestar las pruebas de manera más confiable.

“Por estas razones, se considera que en relación con los problemas de salud mental entre las poblaciones de niños de escasos recursos y minorías, se desconoce tanto la prevalencia de los problemas, como sus necesidades”, expone Leiner. Es decir, además de que hay una carencia de estudios y herramientas, hay un desconocimiento de las necesidades que tienen las víctimas para ser tratadas.

Leiner, en estos días, prepara los resultados de otro estudio, pero con niños de 18 meses a cinco años. A diferencia del 2007 y 2010, los niños que viven en Ciudad Juárez sufren de estrés post-traumático y parece ser el triple de los problemas que los niños en El Paso presentan.
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO

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