El mundo quedó en shock la noche del pasado martes con el resultado de la elección presidencial en Estados Unidos. Donald Trump, el candidato que se asemeja más a una caricatura que a una figura pública, ganó y lo hizo con una clara ventaja frente a su rival Hillary Clinton.
Aunque el contundente golpe que le dio el FBI a la candidata demócrata resultó demoledor, todos los indicadores aseguraban que mantenía una cómoda ventaja de por lo menos de cuatro puntos frente al magnate de origen neoyorquino.
Las encuestas, casi todas en su mayoría, le daban los votos electorales a la esposa del ex presidente Bill Clinton. Pero el martes, todo lo especulado por partidarios y contrincantes se esfumó, y la subestimación de la figura de un hombre considerado como ignorante y poco político, quedó corta. Ganó y lo hizo con una clara ventaja de votos electorales.
El mundo vio incrédulo cómo un candidato que se encargó de repartir culpas al mundo sobre la parálisis de Estados Unidos, con un discurso demagógico y chovinista acaparaba apoyos en gran parte del territorio estadounidense, sin que nadie puede detenerlo tras conquistar el poder por más legal de las vías existentes: la democracia.
Hasta el momento analistas y simpatizantes de Clinton aún se preguntan porqué las encuestas fallaron, porque no midieron el impacto del discurso del neoyorquino y por qué la brújula electoral que el New York Times publicó en su sitio web, pasó de dar una cómoda venta del más del 70 por ciento a Clinton al inicio, a inclinar la tendencia favorable de Trump con una probabilidad de triunfo del 95 por ciento.
Los pasos agigantados con los que avanzó socialmente Estados Unidos se hicieron chiquitos en cuestión de horas: de votar por el primer presidente de color, a elegir un magnate cuestionado por su discriminación a las minorías, de conquistar la mayor cobertura de salud en su historia, a optar por un gobierno que probablemente la privatizará, de facilitar la entrada a su territorio a personas de todo el mundo, a la probabilidad de construir un muro fronterizo con México, de hacer valer la justicia para todos, cualquiera sea su condición humana, a despertar el odio racial y reactivar a los grupos supremacistas que lo fomentan.
Ese será el salto de modelo que atravesará la nación más poderosa del mundo, aspecto que atañe a toda la comunidad internacional y principalmente al país que podría resultar más afectado: México.
Durante su campaña, el republicano acusó ante la clase trabajadora estadounidense a México como el culpable de exportar a los culpables de perturbar la paz, de reducir las oportunidades laborales con la oleada de inmigrantes que llegan por su frontera y de ser el paraíso de las empresas estadounidenses para trasladar sus fábricas al otro lado de la frontera para lucrar con un menor costo operativo.
Su lema “hacer América grande otra vez”, es una carnada atractiva para cualquier nacionalista.
Los resultados del ocho de noviembre además de sorprender al mundo con la llegada de un demagogo, misógino y racista al poder, también revelan el perfil de un ciudadano estadounidense resentido con el establishment.
Y fue la población blanca, que representa casi el 80 por ciento del total, la que acudió a las urnas a votar, y claro, lo hizo por Donald Trump.
El 72 por ciento de los ciudadanos estadounidenses blancos sin grado académico votaron por el magnate neoyorquino, al igual que el 62 por ciento de las
mujeres blancas. En contraste, el 45 por ciento de las mujeres blancas con grado académico votaron por Trump, y el 54 por ciento de los hombres blancos ilustrados también lo prefirieron.
La tendencia del voto femenino por favorecer a Hillary Clinton aunque débil, fue evidente. El 54 por ciento de las mujeres estadounidenses votaron por la demócrata frente al 53 por ciento de los hombre que prefirieron a Trump.
En la cuestión racial las cifras dan mayor fuerza a lo anteriormente explicado: el 58 por ciento de los estadounidenses blancos votaron por Trump, frente 88 por ciento de los afroamericanos, el 65 por ciento de los latinos, 65 por ciento de los asiáticos y el 56 por ciento de otras razas, optaron por Hillary Clinton.
Otra peculiaridad del votante del presidente electo de Estados Unidos fue el nivel académico. A menor grado académico, mayor era la preferencia por él. La cifra tiene una drástica tuvo una drástica tendencia a favor de Clinton a mayor grado académico.
Y queda claro en el mapa electoral, los estados sede de las mejores escuelas de Estados Unidos por no decir del mundo, dieron a Hillary la fuerza para no sufrir una derrota más contundente.
El experto en datos y catedrático del ITAM y del CIDE, José Merino mediante un diagrama de dispersión, comparó a los condados de la Unión Americana con más avistamiento de Ovnis y sus preferencias electorales. Los resultados fueron impactantes: Los condados que más registraron platillos voladores, son también los que prefirieron votar por el republicano.
La cuestión generacional fue también un factor decisivo. Mientras las preferencias entre ambos contendientes eran equitativamente compartidas (con un poco de ventaja para Clinton) entre la población menor a los 44 años, los ciudadanos estadounidenses de 45 años o más (baby boomers), optaron por Trump.
Otros factores también revelan mucho sobre el electorado cuya decisión conmocionó al mundo: la población con menor ingreso prefirió dar el voto a los demócratas, pero aquella con ingresos mayores y castigada por el gobierno de Obama, prefirió votar por los republicanos. Y en contraste, aquellos que sintieron una situación peor a la de antes, independientemente de sus status económico, prefirió también votar por el partido del elefante.
Y las estadísticas explican algo para comprender el ambiente pos electoral. En medios y redes sociales se ha hecho eco de las manifestaciones llevadas a cabo en las principales ciudades de Estados Unidos, aunque pareciera que no existe una explicación.
Aunque en la mayoría de las ciudades con una población superior a los 50 mil habitantes votaron por Clinton, en los pequeños pueblos y zonas rurales prefirieron a Trump.
La cifra es clave para comprender la magnitud del respaldo que obtuvo el republicano en un país con una población tan eficientemente distribuida en pueblos pequeños y zonas rurales.
A rasgos generales el perfil de Trump muestra que la población blanca y rural fue la que tumbó a los demócratas del poder y por otra parte los acaudalados, cansados de pagar altos impuestos también decidieron el cambio.
Es el perfil del estadounidense lastimado por la crisis económica y por políticas económicas y sociales que no le favorecieron. Además el espectro del terrorismo también hizo de las suyas, a lo que se debe que el 64 y 57 por ciento del votante preocupado por ISIS y la seguridad fronteriza optó por el voto republicano.
Es el perfil de un estadounidense al que Trump le habló al oído desde un inicio y que fueron ignorados por los demócratas.
Aunque Barack Obama perfiló políticas públicas que favorecieron a las históricamente lastimadas minorías, no tuvo la sutileza de manejar una mano izquierda para coptar a esa mayoría poblacional que lo cuestionaba y discriminaba, pero que también vota.
Y si el gobierno estadounidense nunca dio muestras de tener ese acercamiento, el equipo de Clinton menos. Algo necesario por su condición de demócrata y lamentable si partimos de la condición de mujer de la candidata.
Es el perfil de un electorado que desea levantar un muro con México, que desea expulsar a las ‘amenazas de su país’, que trata de revertir a un Estado regulador y volver a aceitar la maquinaria del libre mercado, que no le importa las repercusiones socio-políticas del cambio climático, pero sobre todo, lo quiera la comunidad internacional o no, lo quiera el establishment estadounidense o mundial o no, volver a vivir la prosperidad que añoran, el ‘Sueño Americano’.
Un lastre para muchos, y una granada en la mano que a Trump le servirá como arma si no es que antes detona en sus manos.
Por lo pronto, la comunidad internacional debe despertar de su shock emocional y hacer lo necesario para que Trump no lleve al mundo a una etapa de relaciones frías y conflictos bélicos sin sentido…
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