CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Son odiados, hasta aborrecidos por la raza, muchos los ven hasta con rencor cuando se sientan a almorzar unas gorditas a su lado, y todo por su empleo.
Pero a fin de cuentas son sólo personas haciendo su chamba. Son los trabajadores del Departamento de Parquímetros, o como los conocen en el ambiente urbano: “Los chavos de las arañas”.
El caminante decide darse una vuelta al centro de la ciudad y echarse (valiendo la redundancia) la caminada junto a ellos.
El primer paso es localizarlos pues nunca están en un solo punto y son monitoreados constantemente por su central.
Operan en pareja: por cuatro horas uno llena las boletas de aquellos que por olvidadizos, porque se creen influyentes o simplemente porque les vale madre, decidieron no ponerle un “pesito” al parquímetro y quitarse de problemas y el otro se dedica a poner y quitar los candados o “arañas”. A mitad de la jornada invierten los papeles.
En el centro de la ciudad hay tres zonas de parquímetros o estacionómetros. Una por el “17” y unas dos calles más, otra de ahí hasta la calle 10 y una más en la zona de mercados. Son 12 parejas de inspectores en dos turnos.
Tal vez el lector piense que esta es una chamba facilita… pero no es así.
Un inspector de parquímetros debe caminar al día hasta 25 kilómetros, sin importar el solazo, lluvia, frío o calor.
“Es un trabajo como cualquier otro”, dice uno de ellos, “a lo mejor la población nos ve como los malos de la película, pero si se ponen a pensar un poquito se darán cuenta de que quien cometió la falta es aquel que no cumplió con las reglas”.
Los parquímetros fueron colocados hace seis años y desde entonces los inspectores han vivido de todo.
Algunos incluso han sido “levantados” por poner la araña a personas violentas y a punta de “matraca” los obligaron a quitarla. Otros han recibido desde insultos, empujones, gritos, amenazas de gente “bien parada en Gobierno”, hasta escupitajos y baños de agua fría.
Pero ni modo, aquí aplica la frase ‘un trabajo es un trabajo’ y hay que rifársela.
El Caminante acompaña a la pareja de trabajadores que con un poco de recelo acepta ser observada mientras lleva a cabo su jale.
Los “chavos de las arañas” no dicen mucho, aunque se nota que quieren hablar, pero “alguien” en el Ayuntamiento dio la orden de que no platiquen con la prensa. Así que el Caminante se dedica sólo a observar.
¿Por qué? No se sabe pero dice el dicho que quien nada debe, nada teme. Malas experiencias, tal vez.
Primera sorpresa: no sólo son personas comunes y corrientes ganándose el pan de cada día de manera honesta, también son personas agradables y bonachonas.
Se podría decir que muy sanas (y cómo no, si recorren el equivalente a cinco maratones de 5K diariamente).
Segunda sorpresa. El Caminante espera encontrarse con algún ciudadano inconforme por recibir la mentada boleta de infracción. Sin embargo en el primer tramo de 300 metros, quienes están estacionados sin “echarle” al menos un peso al parquímetro son cinco vehículos del ayuntamiento.
Automóviles, camionetas y “estaquitas” que por el hecho de trabajar para la alcaldía se pasan por el arco del triunfo al reglamento. Incluyendo la trocona pick up blanca de un síndico… “influyentazo” el bato…. Pero los empleados del Departamento de Parquímetros puntualmente, toman la foto del vehículo, redactan la boleta y la colocan en el parabrisas de la unidad. Otros que ni placas traen pero dejan en los asientos papelería con los logos del Ayuntamiento para que se note que trabajan ahí. Vil simulación, corrupción de poca monta.
“Whisky-Nectar-86-342” informa por radio el empleado para señalar un vehículo del municipio que no pagó el importe por estar estacionado en la calle Hidalgo… y resulta que ya tiene más de tres infracciones por lo mismo.
“Uno le pone la boleta… allá en la presidencia si se la cancelan o la cobran ya es su bronca”, dice uno de ellos.
El problema es que si la presidencia no le cobra a sus empleados las infracciones que comete, con mayor razón se comportan de esa manera y así se va promoviendo este círculo y la cultura de la corrupción y el influyentismo.
En administraciones pasadas “los chavos de las arañas” no recibían uniforme, y se ponían unas asoleadas horribles: andaban todos bronceados, o más bien quemados, y en muchas veces deshidratados de tanto caminar por las calles de la ciudad. Ahora portan un chaleco y sombrero tipo legionario con solapa trasera para lidiar con el candente sol de la capital.
Al día reparten arriba de 20 boletas y en una jornada normal “relajados” como ellos dicen, se ponen hasta 40 candados.
Las excusas que más escuchan por parte de los ciudadanos que no pagan estacionamiento son: “Acabo de llegar”, “Apenas le iba a echar”, “Nomás fui a ferear” o la de “Ah ¿me estás cazando?”.
Lo que muy pocos saben también es que muchos usuarios destruyen los candados para librarse de la multa ya sea con segueta o soplete. De 30 “arañas” que han llegado a tener ahora tienen menos de veinte.
Últimamente los chavos de las arañas viven “con el Jesús en la boca” porque a un regidor se le ocurrió la brillante idea de quitar todos los parquímetros porque “es mínimo el beneficio económico que recibe el ayuntamiento” dice. Lo que no se puso a pensar es que al desaparecer el departamento también le quitará el trabajo a una veintena de personas.
Pero independientemente de eso hay que chambear y los chavos de las arañas salen diariamente a recibir mentadas de madre y miradas feroces de quienes creen tener vara alta en el municipio o gobierno del estado.
“Yo siempre les hablo con lo que es… o sea no alterar ni nada de eso… de por sí el usuario ya está enojado porque lo infraccionamos y si todavía tu llegas y te pones al brinco pues no…” comenta uno de ellos.
El Caminante apenas lleva una hora siguiéndoles el paso y ya resiente el cansancio aunque el clima es templado y el cielo está medio nublado.
Definitivamente es un trabajo difícil, que requiere no sólo de gran condición física sino de carácter para llevarlo a cabo.
Los inspectores de parquímetros sólo piden de la población su comprensión y su colaboración para mantener el orden en las calles, pues como ellos mismos dicen “Todos somos pueblo” y si alguien se hace acreedor de alguna multa, saldarla lo más pronto posible porque (hasta eso) hay descuentos permanentes para quienes acuden a pagar inmediatamente.
El Caminante lleva ya una hora y media recorriendo las calles del primer cuadro y se abofa todo. Pero los chavos de las arañas siguen su paso muy quitados de la pena (pues cómo no, si caminan más de 25 kilómetros diarios) van tranquilamente poniendo boletos y candados al cabo que el día está agradable.
Pero para el Caminante ya ha sido demasiada Pata de Perro por este día.