CIUDAD DE MÉXICO.- El uso de la toxina botulínica tipo A, mejor conocida como Botox, se popularizó cuando ingresó al terreno estético, aunque realmente se inició en medicina clínica para atender problemas de estrabismo, urológicos, ortopédicos, gástricos y neurológicos, entre otros.
Se trata de una neurotoxina proveniente de la bacteria Clostridium Botulinum, siendo uno de los venenos más potentes que existen, pues posee la capacidad de producir parálisis muscular, la cual si es controlada puede aprovecharse como terapia médica en enfermedades relacionadas con hiperactividad muscular.
Los movimientos involuntarios de los músculos pueden bloquearse de forma local con el uso de la toxina conocida como Botox, por ser el nombre comercial más popular.
A María, quien fue diagnosticada con migraña desde hace ocho años, después de varios tratamientos, su neurólogo le recomendó la aplicación de dicha toxina, ya que con la espasticidad (músculos tensos y rígidos) que produce, pueden controlarse temporalmente el dolor y las molestias de esta enfermedad.
“El tratamiento ha dado buenos resultados, puedo pasar varios meses sin dolor intenso, cuando me lo propuso el doctor yo no podía creerlo, pues pensaba que el botox era únicamente para desaparecer arrugas y mejorar la apariencia”, mencionó.
En entrevista, Alexander Cárdenas Mejía, jefe de la División de Cirugía Plástica del Hospital General Dr. Manuel Gea González, dijo que el efecto de una parálisis química controlada, de la toxina, se puede usar en diversas patologías.
“En el ámbito de la cirugía plástica no estética lo usamos para condiciones de sudoración excesiva, en condiciones en donde existe movimientos anormales por secuelas de parálisis facial, o donde hay un aumento en el tono de los músculos que se puede producir por movimientos anormales”, indicó.
En oftalmología se ha utilizado en gente que tiene estrabismo, es decir, las personas que hacen bizco. La aplicación de este producto se utiliza para restarle fuerza al músculo sano que es muy activo y jala más a un ojo que a otro, para lograr la simetría entre ambos.
En urología, su uso es frecuente en casos de vejiga neurógena, cuando hay pérdida incontrolable de orina (incontinencia urinaria) debido a tumores, lesiones en la médula espinal, alteraciones del sistema nervioso, o por otras causas.
Otra disciplina donde es útil la toxina botulínica es en gastroenterología cuando se presenta actividad muscular irregular del esófago, lo que produce reflujo, dolor en el tórax, tos y acidez gástrica, entre otros síntomas.
Los efectos terapéuticos de la botulina llegan también a la otorrinolaringología; en esta área se usa para trastornos en la producción de saliva y hay un exceso de este fluido.
Por su parte, el también cirujano plástico, Antonio Fuente del Campo, coincidió que el primer uso de la toxina fue clínico y posteriormente se popularizó en el terreno estético.
“En la estética se usa para que los músculos de expresión no se contraigan tanto y es que nos acostumbramos a estar frunciendo el ceño, a estar levantando las cejas o a estar haciendo gestos y esto nos marca la piel, si bloqueamos la función del músculo ya no se van hacer esas arrugas”, explicó.