Desde el mandato del Presidente Miguel de la Madrid, cuando se creó la Secretaría de la Contraloría General de la Federación al mando de Francisco Rojas, a quien por su responsabilidad le apodaban “Pancho Rejas”, esa dependencia ha servido en México para dos cosas:
Una de ellas, para inhabilitar o apresar a una cauda de funcionarios menores –las llamadas vacas flacas– y la segunda para ajustar cuentas políticas
encarcelando a servidores públicos de alto rango que hubieran cometido el “delito” de ser enemigos de las nuevas generaciones del poder.
Aparte de esas dos funciones básicas usuales, la ahora llamada solamente Contraloría General no ha tenido mayor utilidad que darle premios de consolación a amigos o pagar facturas por servicios prestados en campañas, además de generar una gruesa nómina que en poco o nada beneficia a una administración, sea del orden que sea.
Este escenario explica el raquítico balance entregado por la Contraloría del sexenio anterior, comandado por Egidio Torre Cantú, la cual sólo logró detectar irregularidades en 13 funcionarios de los 40 mil o más que tiene el Gobierno del Estado, de acuerdo a la Secretaría de la Función Pública.
Como asienta la voz popular, aquí sólo hay de dos sopas:
En una administración como la de Torre Cantú, plagada de acusaciones y señalamientos públicos por presuntos malos manejos, queda claro que o la Contraloría egidista hizo como que la virgen le hablaba para no actuar o que las decenas de miles de burócratas de todo nivel en el Estado son clones de la Madre Teresa, en lo que a su honestidad se refiere. Y la verdad, no creo que haya tantos santos en mi querida patria chica.
En consecuencia, la interrogante que queda en el aire es cuál será el balance que dejará la actual dependencia del ramo por lo menos en el primer año de esta gestión, aunque ya de antemano su titular declaró que cuanta investigación realizan se les cae al piso porque todo está bien sustentado, a pesar de que la iniciativa privada les está haciendo la tarea con sus denuncias.
Pero hay que recordar algo muy importante: a muchos funcionarios egidistas los acusaban de ladrones, nunca de tontejos…
Parquímetros
La instalación de parquímetros en Victoria ha sido y es centro de polémica.
Hay quienes sostienen que las utilidades de esos instrumentos no se quedan en Victoria –lo cual es cierto sólo en parte porque la empresa paga una cantidad fija al Ayuntamiento– otros afirman que son una carga lesiva para el bolsillo de quienes visitan las zonas donde están ubicados y también algunos más protestan por el bloqueo que se aplica a los vehículos mediante lo que llaman “araña”, cuando se acaba el tiempo pagado.
La verdad, me parece que si bien se dan abusos entre los supervisores –algunos de ellos se comportan como patanes– todos esos argumentos caen por su propio peso frente al beneficio que producen los parquímetros. Y no es una defensa sobre las rodillas.
Nunca como ahora el centro de la ciudad ha sido más visitada por los consumidores en automóvil, que en una o dos vueltas en el sector encuentran un espacio para estacionarse. La mejoría económica para los comercios del lugar no deja lugar a duda. Aunque molestos y en algunos casos francamente engorrosos, son una herramienta real de control.
Así que difiero con usted, regidor Fernando Arizpe, sobre eliminar a los parquímetros, porque los únicos que brincarían de gusto son los comerciantes avecindados en el primer cuadro, que siempre habían usado la calle Hidalgo y anexas como un inmenso estacionamiento privado y gratuito…
La frase de hoy
“En todos los hombres está presente la corrupción; sólo es una cuestión de cantidades…”
Carlo Dossi/Escritor y diplomático italiano
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