Trump dijo el jueves que tenía prisa por negociar o acabar con el Tratado de Libre Comercio, según él un mal acuerdo que mucho le ha costado a Estados Unidos. México ha reiterado que podría comenzar a negociar dentro de noventa días. ¿Más rápido? No se puede, ni modo son 90 días los que establece el TLCAN. Estamos trabajando duro para ello dijo el presidente en presencia de Wilbur Ross, a quien ha encargado el Departamento de Comercio y encabezará las negociaciones aunque todavía está pendiente su confirmación por el Senado. Dentro de su agenda, Trump no deja los temas para México incluido el muro en la frontera y las deportaciones.
Hay diferencias de fondo en los intereses que estarán en juego con el TLCAN, México y Canadá
estarían interesados en fortalecer y modernizar el tratado, en una negociación trilateral, en buscar el beneficio para los tres países, en agregar algunos anexos para fortalecer el Tratado, por ejemplo, con las nuevas tecnologías que hace 23 años no existían. Pero para Estados Unidos en la era de
Donald Trump, lo único que importa es el beneficio que pueda alcanzar Estados Unidos, en términos
de fortalecimiento de empresas y de empleo.
Lo que pierde de vista, es que cerrar empresas en México y cambiarlas a Estados Unidos, sin ton ni
son, a través de presiones e incentivos, desarticular cadenas productivas, aumentar impuestos a la importación, sólo llevará a grandes pérdidas allá. El libre comercio tiene una lógica mucho más compleja de lo que ve Trump. Porque claro que Estados Unidos se ha beneficiado del libre comercio entre los tres países: los consumidores estadounidenses con productos de calidad y precios bajos, la economía se ha dinamizado. Si se cancelara el TLCAN México sería el país más golpeado, pero también Estados Unidos sufriría por la pérdida casi inmediata de por lo menos dos millones de empleos, por la dislocación de cadenas productivas y la pérdida de competitividad de sus empresas en el mundo. La interdependencia económica acabó con la supremacía, el daño mayor de uno repercute en el del otro país por grande que sea su economía.
Como lo afirmó Ernesto Zedillo, ex presidente de México (1994-2000), en un artículo publicado por el Washington Post, “para el gobierno de México sería una pérdida de tiempo jugar el juego de torcer el TLCAN con la administración Trump”. En primer lugar, porque para comenzar a negociar habría que establecer una agenda común, seria y consistente en que se incluyeran los intereses de los tres países.
Pero ese no es el camino de Trump. Zedillo considera que es necesario reconocer que las acciones de la nueva administración hacen imposible, al menos en un futuro inmediato, un acuerdo obtenido mediante el diálogo, capaz de satisfacer los intereses de ambas partes. Lo que pretende es alcanzar acuerdos sólo en beneficio de Estados Unidos o revocar el TLCAN, lo ha dicho claramente.
México debe prepararse para todo, tiene expertos negociadores, como Herminio Blanco, Jaime Serra Puche, Ildefonso Guajardo, grupos empresariales y en el sector agropecuario. Existen también otros recursos con la Organización Mundial de Comercio. Pero sobre todo, en la actual coyuntura, México debe prepararse para lo peor. La negociación en los términos que la plantea Trump sería sólo un largo desgaste en una ruta sin rumbo y con costos mucho mayores. Ceder a los amagos es lo peor que nos podría pasar. Ha puesto el acento, de una manera simplista, en el déficit comercial de
Estados Unidos como una ofensa. Con una visión abierta fácilmente reconocería la importancia que tiene el TLCAN para la economía estadounidense, que podría sufrir un nuevo descalabro.
La agenda de Trump para México no cesa de estar en primer plano para el nuevo gobierno. ¿El inútil y ofensivo muro? El Presidente de Estados Unidos puede ordenar construirlo en su territorio, al otro lado de nuestra frontera, sin dinero de México como lo dijo el presidente Peña Nieto y sin que pise territorio nacional. México trabajará en defensa de los mexicanos en Estados Unidos a través de los 50 Consulados y fortalecerá alianzas.
La agenda de Trump para México forma parte de lo que serán las primeras acciones de su gobierno y sin duda redefine la relación bilateral entre los dos países.