Frontera Texas-Tamaulipas.- La orden fue clara: no gre en card, no sueño americano.
Falacia es que sólo quienes cometieron un crimen están siendo “cazados” para ser deportados. La deportación es pareja.
El pánico se apoderó de las ciudades donde habita la mayor cantidad de inmigrantes indocumentados y es notorio en los cambios en la asistencia de los niños a las escuelas y hasta en los minimart.
Tocar una puerta puede no tener ya ningún tipo de respuesta y no porque quien more en la casa en cuestión no escuche o no quiera atender, sino porque tiene miedo.
«¿Quién te garantiza que no sea la Migra?”, dice Claudia Garza, una mujer de 22 años que recién se graduó de la escuela de negocios. Tiene razón.
El acoso contra la población inmigrante indocumentada nunca fue más notorio como ahora, en la era Trump. Su cacería jamás fue tan despiadadamente perseguida como ahora.
Tanto el gobierno federal, como el estatal parecen tener en el inmigrante indocumentado un enemigo común.
El estado tiene en la mira el pase de una ley que prácticamente SB4.
Por ejemplo, hay leyes federales que protegen a las mujeres indocumentadas que son abusadas por sus parejas que garantizan residencia legal en los Estados Unidos a la víctima. Esa ley no se está respetando y el primer caso ocurrió en El Paso.
Quienes se supone que bajo la Acción Ejecutiva deben ser deportados o “removidos” como se dice en el lenguaje burocrático eran en un principio:
A) Convictos de cualquier ofensa criminal.
B) Que hayan sido cargados con cualquier crimen, aunque este no esté resuelto.
C) Haber cometido actos que constituyan una ofensa criminal cargable.
D) Haber cometido fraude o tergiversación deliberada en relación con cualquier asunto oficial o solicitud ante una agencia gubernamental.
E) Haber abusado de cualquier programa relacionado con la obtención de beneficios públicos.
F) Estar sujetos a una orden definitiva de expulsión, pero que no han cumplido con su obligación legal de salir de los Estados Unidos; o
G) A juicio de un funcionario de inmigración, de lo contrario representan un riesgo para la seguridad pública o la seguridad nacional.
Las primeras cláusulas de la Acción Ejecutiva del Presidente Trump son muy peligrosas sobre todo cuando se pone a juicio del agente migratorio la suerte de una persona con status migratorio irregular, dice Martha Sánchez, de La Unión del Pueblo Entero.
Laura y Ángel se sienten como extranjeros en su tierra
Laura y Ángel, son dos mexicanos que fueron deportados de los Estados Unidos tras vivir allá la mayor parte de su vida. Ninguno de los dos era un criminal. Ambos trabajaban honestamente para ganarse la vida.
Laura Vázquez, por 34 años vivió en Wisconsin, la tierra de los grandes lagos. Dejó el calor de su ciudad natal, Reynosa por el frío del norte de los Estados Unidos, pero una vida más decorosa pudo más.
Salió hace 34 años, cuando Enrique Cárdenas era gobernador de su estado, época en que los “porros” universitarios eran el dolor de cabeza de muchos.
Cruzar entonces no costaba mucho trabajo, tampoco mucho dinero, la vigilancia no era como la de hoy. Los drones con los que ahora se vigila la
frontera ni siquiera existían.
Entonces había cientos y no miles de agentes de la Patrulla Fronteriza cuidando por tierra. Tampoco había lanchas artilladas en el Río Bravo, ni helicópteros vigilando la frontera aérea, ni radares de los que se usan en la guerra.
Los grupos de narcotraficantes existían pero sus problemas los arreglaban entre ellos y en las afueras de los pueblos. No se metían con la población.
Esos eran tiempos no de violencia y sin embargo, Laura huyó.
En Wisconsin conoció al amor de su vida y allá monto su hogar. Tuvo varios hijos hasta que la muerte se llevó a su esposo, a su compañero de décadas.
Laura ya era abuela y un día decidió que quería cambiar de residencia. Su objetivo era McAllen, así que recogió sus cosas más importantes y en el auto con una amiga comenzaron el pesado trayecto.
Cruzaron todo el país pero a unas 100 millas de llegar a la frontera, la Policía marcó el alto a su amiga, que conducía con exceso de velocidad. A la amiga que tenía documentos migratorios le dieron la multa correspondiente.
A Laura que carecía de residencia legal en Estados Unidos o ciudadanía la detuvieron y la turnaron a ICE quien la deportó a México. La regresaron a irónicamente Reynosa, su ciudad natal.
La mujer está ahora en un albergue en Reynosa donde cuenta a la reportera que se siente extranjera en su propia tierra.
“No conozco a nadie, no tengo parientes, no familia, los parientes que tenía ya se murieron… yo no sé que voy a hacer aquí”, dice la tamaulipeca de 53 años.
Laura es mexicana pero no tiene ningún tipo de documento que la acredite como mexicana. “Tengo que sacarlos para ponerme a trabajar o de qué voy a vivir?”.
Ángel Sánchez es otro mexicano nativo del estado de Puebla.
Hace 15 años emigró a los Estados Unidos y le iba bien. Trabajaba en un taller pero un mal día fueron robados y por tratar de recuperar lo robado persiguiendo a los ladrones, fue detenido y deportado.
“Me fui para progresar para darle algo a mi familia y si lo logré pero por ese problema me deportaron. Yo estaba trabajando bien, normal.
Ángel extraña su vida en los Estados Unidos y no puede acostumbrarse a vivir nuevamente en México.
“Como quiera que sea allá se vive diferente”, dice refiriéndose al estilo de vida en los Estados Unidos.
Tanto Laura como Ángel están decididos, solo estarán un tiempo en su palis y regresarán porque en el norte está su vida.