Una vieja frase de la picaresca mexicana encuentra hoy singular vigencia en el escenario político tamaulipeco:
“El que tiene más saliva, traga más pinole…”
En la antesala de definir a los nuevos mandos del PRI estatal, se registra una especie de reto cotidiano. Un día un personaje salta al escenario y se adueña de los reflectores pero a la mañana siguiente otro se los arrebata, aunque en la misma tarde ya surgió otro personaje con su respectiva rumorología. Lo cierto es que se ha armado una especie de moderno mercado persa en el tricolor, donde nadie sabe nada o pocos saben algo.
¿Es realmente todo esto el desorden que por encima se aprecia?
Por supuesto que es un desorden, pero ordenado. Le daré unas muestras.
Si alguien piensa que la especie surgida en Reynosa sobre la presunta llegada de Óscar Luebbert a MORENA es como él asegura, un intento de “sacarlo
de la jugada” y hacerlo una víctima, es un ingenuo.
Para quienes lo conocen, el rumor de su salida del PRI fue propalado por él mismo para revalorar su carta, en forma similar a los escándalos que arman en la farándula quienes están en declive para recuperar espacios. Si es así no sería una sorpresa, Óscar maneja esas artimañas en grado de excelencia y el primer objetivo ya se logró: Rescató su asiento de primera fila como aspirante a la dirigencia tricolor.
Otro caso en el mismo Reynosa es Serapio Cantú Barragán, también ex alcalde de Reynosa y cabeza de un sólido grupo empresarial y político local. Su
nombre ya ha sido incluido en el cotilleo y sus cercanos juran que ya tiene un pie en el carro de López Obrador. Quizás sea un chisme de pasillo,
pero al igual que Luebbert su figura es ahora vista, como él quería, con mayor respeto dentro del partido tricolor.
Recapitulando en la frase popular mencionada en el inicio de este espacio, la pareja tiene saliva suficiente –entiéndase dinero, malicia e influencia– para comer toneladas de pinole –poder político– sin atragantarse.
Hay en varios puntos del Estado más ejemplos –si así se les puede llamar– que se han montado en el que aún es caballo fantasma de Andrés Manuel, en
este rejuego sin ética que se da en el terreno partidista para sacar tajada en una coyuntura preelectoral como es el 2017, pero entre todos ellos, un nombre tiene a muchos tamaulipecos en vilo y ha levantado las cejas, sacudido los hombros y erizado la piel de muchos priístas, al influjo de un rumor que parece un mal chiste o burla hiriente, pero que no deja de causar desconcierto.
El nombre es Eugenio Hernández Flores.
Sí, el “güerito”, el mismo que aún sigue sin dormir tranquilo por los señalamientos que sufre, pero que dista al parecer un buen trecho de la muerte política.
Tómelo como broma, tómelo como inocentada, como una fumada de mariguana o como usted quiera, pero la sólida relación existente y creciente que se da hoy entre López Obrador y el poderoso magnate Ramiro Garza Cantú, personaje por el momento muy cercano “familiarmente” a Eugenio y uno de los casi seguros mecenas del tabasqueño, ha desatado en el Estado las especulaciones más alocadas pero también las más escandalosas. Ya hay quien afirma que el ex gobernador, odiado por el PAN y prácticamente abandonado por el PRI, pasará a mediano plazo a apuntalar la estrategia de conquista “pejista” en Tamaulipas.
¿Qué tan descabellado puede ser lo anterior?
Mucho. ¿O tal vez no?
Para nadie es un secreto lo que parece ser “idilio” soterrado que viven López Obrador y el presidente Enrique Peña Nieto, cuyo intercambio de apoyos virtuales, aunque circunstancial, parece transparentar un acuerdo. El Diablo sabrá para qué, aunque se puede adivinar.
Y si Peña es el padrino, Ramiro es el “papá” y Andrés Manuel puede ser el compadre, saque usted sus propias conclusiones…
Twitter: @LABERINTOS_HOY