Cuando se fundaron, su justificación fue que serían en México la respuesta a una demanda laboral que no encontraba recursos humanos adecuados a las necesidades del sector industrial.
El país necesitaba en esa época –y lo sigue haciendo– técnicos. Un rango de preparación ubicado un escalón hacia abajo de la enseñanza universitaria.
Surgió así en toda la nación el Centro de Bachilleratos Tecnológico, Industrial y de Servicios –CBTIS– el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica –CONALEP– el Colegio de Bachilleres, conocidos como COBAT y los CBTAS, con el nombre de Centro de Educación Tecnológica, Agropecuaria y Forestal. Todos con el objetivo de crear una generación de técnicos competitivos. Sus planteles inundaron al país, con lo cual el panorama parecía promisorio. Pero algo falló.
Prácticamente todos esos niveles de educación pública se convirtieron, como las clásicas preparatorias, en un escalón hacia las universidades y tecnológicos. Y lo que hicieron fue provocar un mayor congestionamiento en las matrículas de los centros de enseñanza superior.
¿Y los técnicos que eran la meta original?
Conforme al plan lectivo de esas instituciones, al término del ciclo escolar los egresados están preparados para laborar en el nivel técnico en el comercio, en la industria o en el campo. Pero en la mayoría de los casos no es así. Pocos los buscan y pocos los aceptan.
Gire su vista a la zona laboral más dinámica de Tamaulipas –para nada Victoria– como es la frontera. Busque en los periódicos locales las secciones
de empleos y se encontrará con un mar de ofertas empresariales en ese nivel, inclusive de corte nacional. Sobran oportunidades, pero faltan técnicos.
¿Por qué el aparente fracaso en esa tarea?
Bueno, por lo menos en nuestro Estado, uno de los factores que han pervertido su función es el haber utilizado a prácticamente todos esos planteles –con algunas excepciones desde luego– como pago de facturas políticas y otorgamiento de prebendas. En sus
direcciones han aparecido escritores, ingenieros de medio pelo y politicastros que no entienden ni jota de lo que manejaron o manejan y aunque como señalé, han existido y existen garbanzos de a libra, para la mayoría de sus responsables son sólo una beca sexenal utilizada preferentemente para fines electorales. Muy bien pagada por cierto.
Bajo esa apática visión, la calidad académica de ese nivel de enseñanza se desplomó y sólo la salvan unos pocos –muy pocos– que en realidad desean crecer profesionalmente. Una gran parte de esas escuelas se han degradado tanto que reciben motes infamantes, que retratan la nula atención de sus direcciones y la falta de control sobre los alumnos y profesores.
Todos esos centros docentes siguen siendo un tesoro. En ellos están miles y miles de jóvenes que podrían aportar mucho más por nuestra patria chica. Devuélvanles a esos planteles su esencia y generen los técnicos que el país requiere.
Para empezar, manden al cuerno a tanto advenedizo que han usufructuado esos puestos y premien a quienes sí se han esforzado por cumplirle a la sociedad. Nunca es tarde para remediar errores…
Aroma a pasado
La investigación sobre presuntas trapacerías de la familia de Josefina Vázquez Mota, candidata al gobierno del Estado de México, tiene pasado azul.
Me parece ocioso culpar a los priístas de esa acusación, porque sería demasiado obvio y ese partido tiene una larga cola como para arriesgarse a una respuesta del mismo tamaño. Ningún tricolor quiere el efecto búmeran.
Sólo hay que recordar un detalle cuando Josefina era aspirante a candidata a la Presidencia, frente a Ernesto Cordero. Fue éste, su compañero de partido quien descobijó ese lodazal que ahora, sólo está reviviendo la PGR.…
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