1.- Los numerosos sucesos de corrupción descubiertos recientemente en toda la república y en todos los niveles de gobierno han impactado negativamente a toda la población. La corrupción, por su carácter de factor indisoluble de la ideología de la clase dominante, es dinámica y capaz de extenderse hacia todas las dimensiones de la estructura de la población. Los más humildes sectores populares sufren y aceptan la actividad corruptora, porque en el régimen antidemocrático ha pasado ha ser cuestión de supervivencia. El mediocre apoyo a la mendicidad se usa para obtener conformidad y lograr adhesión política a los dictados del Gobierno.
2.- El método se institucionaliza más allá de los piadosos actos de caridad de las damas influyentes de los candidatos de los partidos, y de la creación de un clima propicio a la mendicidad y la súplica. La seguridad y la asistencia social, la salubridad, la cultura física y la protección a la infancia en la medida en que se conviden fundamentalmente como instrumentos de enajenación y soborno del pueblo, no son sino grandes aparatos corruptores.
3.- El corruptor alimenta su actividad de su condición misma, de sus ambiciones personales, pero también de la certidumbre de que los demás, sin excepción, son corruptibles. Las instituciones no sólo mediatizan y por ello depravan a los objetos de su actividad, sino constituyen además ejes multiplicadores por el sistema de poleas del influyentismo político y la venalidad.
4.- Las instituciones, secretarías, departamentos y empresas directa o indirectamente ligadas al aparato de gobierno, son los más activos focos de propagación y contaminación. Una de sus funciones principales es corromper. Y lo hacen en todos los estados: la burguesía política se asocia con las empresas nacionales y con los capitalistas invasores del imperialismo, en el nivel más alto y en derredor se crea el aura del influyentismo y de la complicidad con “coyotes” de muy alta significación económica.
5.- La “mordida” se institucionaliza, lo que refuerza el carácter ideológico y activo de la corrupción. Está jerarquizada. En su base el mordelón, el agente de tránsito; en el cuerpo de la pirámide, los comandantes y distribuidores de cruceros, en el ápice de altos funcionarios de gobierno.
6.- La venta y el mercado negro de contratos para obras públicas y concesiones para servicios, es uno de los negocios claves del ilícito enriquecimiento de los funcionarios, de sus amigos, hermanos y, en fin, de los favoritos de cada régimen, con lo que la capacidad se multiplica y se hace más onerosa cada seis años, formando esa cadena que se denomina “los compromisos políticos del régimen del señor Presidente”.
7.- Los cargos públicos confieren poder. Al amparo de ellos se cometen abusos que no son únicamente consecuencia del poder, sino la benignidad entre la clase privilegiada en el pago de los impuestos y en la evasión de éstos. Lo que se abona a la cuenta de los funcionarios, se inscribe sardónicamente como donativos altruistas que disminuyen las tasas impositivas.
8.- Para los inversionistas y comerciantes extranjeros del imperialismo, la corrupción no sólo es vicio de origen capitalista, sino necesidad instrumental indispensable para actuar en los países subdesarrollados y dominados. Mientras mayor corrupción y venalidad exista en la burguesía dominada y su oligarquía, como en el caso de México, más amplio será el campo de las inversiones y el comercio imperialista, es decir, de los EU principalmente, para obtener provechos, exportar capital hacía la metrópoli y descapitalizar aún más al país.