“Únicamente las acciones, no las palabras, transforman la realidad”
¿Qué le pasa a nuestra cultura respecto a la relación gobernantes-gobernados?, ¿Por qué tenemos una democracia de baja calidad?
Según el Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México, el mexicano no cree en el Estado de Derecho, ni en la eficiencia del Estado para cumplir con sus tareas. El 66% no denuncia los delitos y no confía en las autoridades o ha tenido malas experiencias en el pasado que hace que no denuncie esos delitos, lo que supone una cierta cultura de la ilegalidad y desconfianza de la ciudadanía. Sólo tres organizaciones cuentan con la confianza de la mayoría de la población: el Ejército (62%), los maestros (56%) y la Iglesia (55%). En cuanto a las instituciones políticas y gubernamentales, se confía más en el gobierno federal que en los gobiernos de las entidades y municipios, mientras que se confía muy poco o casi nada en los partidos y los políticos. Los datos de Latinobarómetro (2015) también ponen en evidencia que los mexicanos, muy por debajo del
porcentaje obtenido en el resto de los países latinoamericanos, solo en un 19% apoyan y se sienten satisfechos con la democracia.
El ciudadano mexicano no ve en la política lo que antaño veía; una actividad que conduzca y responda a sus inquietudes.
Más allá del abstencionismo que por sí mismo es de mucha complejidad y diversidad de factores, se plantea la existencia de una desafección democrática producto del descontento en una sociedad que se abstiene de participar en política por carecer de incentivos, pues considera que quienes ostentan el poder se resisten a ser democratizados, y acreditan un déficit de rendición de cuentas (accountability) lo que convierte la “desafección democrática” en una falta en la “calidad de la democracia” términos expresados por autores como Morlino y O´ Donnell.
Así, los gobernantes son culpados cuando las cosas van mal, trátese de la economía o en materia de empleo, ingreso y muchos servicios básicos que no alcanzan a satisfacer las expectativas de la ciudadanía. Sin embargo, señala el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que se requiere que las ciudadanas y los ciudadanos empiecen a distinguir entre la democracia como sistema de gobierno y el desempeño de los gobernantes en particular y dejar de ser simplemente “demócratas insatisfechos” y pasar activamente a verdaderos demócratas, viviendo y ejerciendo una
democracia.
La legitimación democrática aparece cuando los ciudadanos adquieren conciencia de que pueden y de que tienen capacidad de ejercer control a los gobiernos y eso, a su vez, permitirá reforzar la creencia en el sistema democrático, que dentro de ciertos límites, sería esperable que la democracia se refuerce como consecuencia de alternancias en el poder, sin embargo, falta un ingrediente fundamental, la vigilancia y exigencia civilizada de la población, pues puede ser más un problema de calidad en el ejercicio del poder y no del acceso al poder, lo que inscribe el problema en la calidad de los gobiernos y no en la calidad de la democracia.
La representación política trae consigo la obligación de la rendición de cuentas, la rendición de cuentas funciona tanto de manera vertical, al
ser elegidos por y de frente al electorado, como también en forma horizontal, a través cuestionar y finalmente castigar la incorrecta actuación y
el ejercicio de responsabilidades de un funcionario determinado. La representación, dice Guillermo O´ Donnell, requiere de la existencia y la observancia de una meticulosa distinción entre los intereses públicos y privados de quienes ocupan cargos públicos. La rendición de cuentas vertical, junto con la libertad para formar partidos como medio para tratar de influir sobre la opinión pública, existe tanto en las democracias representativas como en las “delegativas”, como denomina este autor a aquellos regímenes en los que la rendición de cuentas es ausente y que ponen la condición democrática en riesgo por falta de control externo al gobernante o representante electo, pues es al no rendir cuentas de sus actos, el gobierno deja de responder al interés público y desaparece el componente democrático de la representación.
Desafección y juventud: el Estudio Censal de la Participación Ciudadana en las Elecciones Federales de 2012, donde se observa que son los jóvenes los que registran una tasa de participación menor.
Si consideramos los rangos de edad de 20 a 39 años y de 40 a 79 años; encontramos que la diferencias en la participación entre estos grupos es en promedio de 15.24 puntos porcentuales, es difícil sostener que exista un vacío de política entre los jóvenes para llevar al concepto de desafección política, pues a lo que parecen ser desafectos los jóvenes es a una forma específica de realizar la política, la ausencia de verdaderos foros de expresión y compromiso entre la ciudadanía y sus gobernantes, donde se expresen con toda realidad y sin maquillaje, los
problemas que aquejan a una sociedad y las alternativas convenientes y posibles para su solución.
La democracia no fue diseñada para propiciar el desarrollo económico, tampoco es concebida para obstaculizarlo; simplemente es una forma de elegir
gobiernos que trabajen en favor de los ciudadanos mediante políticas públicas apropiadas y que reflejen acuerdos y consensos básicos sobre el rumbo que debe seguir una sociedad determinada, pero el error de una sociedad es delegar y olvidarse de los asuntos de interés público después de una elección, es preciso requerir a los gobernantes información, sobre la marcha de estos asuntos, proponer soluciones a problemas los problemas colectivos acompañándolos con los criterios de personas expertas en los temas que nos aquejan como sociedad, establecer compromisos entre gobernados y gobernantes mediante un permanente dialogo civilizado y la exigencia de su cumplimiento.
Han pasado muchos siglos desde la aparición del concepto democracia en Atenas.
El basamento de la democracia radica en la preservación del espíritu de libertad y de igualdad, con la existencia de un orden obligatorio para la conducta reciproca de los humanos, la autoridad que identifica al Estado como una organización, la cual ejerce el poder emanado de la democracia y que garantiza las libertades por la Constitución el cómo se ejercen las libertades, y la democracia el derecho de igualdad para todos ante la ley.
Según Schumpeter, la competencia efectiva por el acceso al poder público ubica la participación del votante, en el centro de la acción política en democracia, y la virtud protectora de la democracia para que los ciudadanos puedan, libremente, sustituir un gobierno por otro, al seleccionar entre las distintas opciones partidistas, sin necesidad de derramar sangre.
Es conveniente señalar que una mayor información sí parece ayudar a una mayor integración social, y una mayor satisfacción con las instituciones, la participación electoral es sólo una vertiente de la participación de los ciudadanos en una democracia de calidad, eso es lo que hace necesaria la Estrategia que el INE ha planteado y que pretende ser una Política Nacional del Estado Mexicano que una voluntades y logre acuerdos y compromisos para elevar la calidad de la gestión pública, mediante compromisos asumidos colectivamente en espacios de diálogo que de manera activa coloquen a las y los ciudadanos en el centro de lo público y el interés general en el actuar de gobernantes y de gobernados.
Por eso necesitamos una transformación de la cultura cívica por eso la estrategia nacional, la reconstrucción del tejido social así lo requiere.
En resumidas cuentas, la democracia necesita de demócratas y esos demócratas hay que encontrarlos y están entre nosotros los ciudadanos.
Qué dices apreciable lector ¿le entras?
*Vocal Ejecutivo
del INE en el estado de Tamaulipas




