“El corazón al revés” es una cardiopatía congénita cuyo nombre en el campo de la medicina es “transposición de grandes vasos” en este padecimiento, el corazón cambia sobre su eje y las venas y arterias se conectan de forma incorrecta.
“El corazón es como una casa que tiene paredes (músculo), puertas (válvulas), tuberías (arterias coronarias) e instalación eléctrica. Cualquier alteración en una de estas estructuras o en sus conexiones es una cardiopatía congénita”, ha explicado el doctor Perez-Villacastín, miembro de la Sociedad Española del Corazón (SEC).
Existen más de 25 tipos diferentes, que van desde las muy leves a las muy graves; estas últimas requieren una intervención quirúrgica en el recién nacido. En estos casos, la esperanza de vida está por encima de los 45 años cuando hace 20 o 30 años era de 2-3 años gracias a los avances en la cirugía.
Las personas con una cardiopatía congénita grave tienen entre un 20 y un 30 % más riesgo de muerte súbita que la población general, producida por “una arritmia que hace que el corazón de repente empiece a latir tan rápido que no es capaz de admitir sangre y expulsarla”, explicó el cardíologo.
Por tanto, la sangre no llega al cerebro y la persona pierde el conocimiento en unos 9 o 10 segundos. “No da tiempo a nada”.
La única forma de que el corazón vuelva a su ritmo normal es mediante la realización de maniobras de reanimación con un desfribilador que propicia una descarga eléctrica.
Pero “si se está solo en casa, que es como ocurren estas cosas muchas veces, por desgracia no hay ninguna posibilidad de sobrevivir”.
Actualmente existen unos dispositivos denominados desfibriladores automáticos implantables (Dai) que tienen una eficacia del cien por cien.
“Si tienes una arritmia que te mataría, este dispositivo produce un choque eléctrico que lo impide, pero no se puede implantar a todo el mundo”, ha señalado.
Con informacion de Debate.