MÉXICO.- De forma completamente legal, las dulcerías de los cines elevan los precios al doble, triple o más de lo que cuestan en una tienda de abarrotes.
La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) no puede regular el precio al que un particular oferta sus servicios o productos por el estatus de libre mercado que rige en México.
Pero la Comisión Federal de Competencia Económica sí puede -y debe- evitar las prácticas monopólicas de las dos grandes cadenas de cine: Cinépolis y Cinemex, aunque no lo ha hecho.
Al aprobar la adquisición de Cinemark por Cinemex en 2013 abrió una puerta para que las prácticas monopólicas se afianzaran en el futuro. Actualmente Cinépolis y Cinemex acaparan el 92% de las salas de cine del país de acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (Canacine).
Al estudiar la concentración de la industria cinematográfica la Comisión descartó una posible colusión para manipular precios entre ambas cadenas de cine, pues no encontró incentivos para que realizaran prácticas de ese tipo ya que la agresiva y fuerte competencia de Cinépolis reducía la posibilidad de coordinación.
La Comisión Federal de Competencia olvidó que la colusión es más rentable que la competencia y que mientras menos participantes tenga una industria las ganancias serán más estables, criticó el analista económico y financiero de Cornerstone Research en Nueva York, Miguel Ángel Talamás.
Al tener Cinépolis precios más altos que la competencia la sospecha de una colusión para manipular costos quedaba invalidada.
Con colusión o sin ella los precios de las dulcerías en Cinépolis y Cinemex son exorbitantes. El costo de un vaso de refresco chico -de 16 onzas- va de 36 a 42 pesos, más de lo que cuesta una botella de 2.5 litros con un precio promedio de 32 pesos en una tienda de conveniencia.
Cines pasan por alto la ley
Comprar las botanas fuera del cine es una opción para reducir el costo de ver una película en las pantallas grandes que está permitida por el artículo 58 de la Ley Federal del Consumidor.
La ley dice que los proveedores de bienes y servicios no pueden seleccionar a la clientela, condicionar el consumo, reservar el derecho de admisión, entre otras, salvo por causas que afecten la seguridad o tranquilidad del establecimiento.
Pero en la práctica los administradores y empleados de los complejos cinematográficos pasan por alto la ley.
Los trabajadores tienen la orden explícita de bloquear el paso a todo aquel que introduzca alimentos que no sean vendidos por la exhibidora, las opciones al cliente son tirar sus alimentos, encargarlos hasta su salida o consumirlos todos antes de ingresar a la sala, aseguró un ex trabajador de Cinépolis a Arena Pública.
Al respecto el diputado Christian Joaquín Sánchez presentó en marzo de 2016 una iniciativa donde pedía que se obligara a los exhibidores a no restringir al público el ingreso de alimentos y bebidas a las salas de cine, con excepción de bebidas alcohólicas o algún otro producto que afectara la seguridad o tranquilidad del establecimiento.
En España la organización FACUA-Consumidores en Acción denunció a las compañías Cinesa, Kinépolis, Galicine y Cines Ábaco por restringir el paso de personas con alimentos y bebidas compradas fuera de las instalaciones.
Argumentaron que los cines no son un restaurante, la venta de alimentos no es su giro principal y por lo tanto no pueden obligar a los clientes a consumir sólo los productos de sus tiendas.
Cines Ábaco fue el único que eliminó esta restricción de sus políticas, en México los ciudadanos han utilizado la plataforma de firmas Change.org para protestar por las mismas razones, pero sin que se lograra un cambio.
México se encuentra entre los 10 países con el precio de entrada al cine más bajo del mundo, en promedio 42 pesos de acuerdo con el Anuario estadístico de cine mexicano 2016, aunque el precio varía por zona geográfica.
“De alguna manera el producto de dulcería, las palomitas y el refresco ayudan a subsidiar, a que tengamos un precio un poco más bajo que en el resto de la región,” aseguró el presidente de Cinépolis, Alejandro Ramírez en octubre de 2016.
Con información de Arena Pública.