En tiempos de austeridad amorosa ya porque la percha no se levanta, o porque se amanece con un charco en el ombligo. El mundo ultramoderno crea necesidades óptimas para quienes “ya no pueden sacarla ya” como dice el exótico eslogan del recolector de basura.
Y es que leyendo una nota sobre los hombres solterones y viudos nipones se ha creado para ellos y ellas la muñeca Rabo Duri, que aliviana en gran parte a su soledad y abandono sexual donde ya la reata ha dejado de ser dura y no se puede ni ablandar en el Arco del Triunfo.
Tampoco es nuevo eso de las muñecas pero sí novedoso su presentación en tamaño natural y flexibles a modo que se adapta a reatas caídas o reatas de acordeón norteño.
Los nipones han integrado a la vida cotidiana estas
muñecas que pueden estar en cama o en las arenas movedizas de las playas. Estas muñecas son de fantasía funcional para que los viudos, dejados y arrimados puedan contar con las maravillas sexuales al alcance de la mano. De ninguna manera es un desvío mental o tristeza de las grandes urbes como Tokio.
No, es una necesidad de contar con una compañera que haga caso al marido o al amante bandido. Y se entiende que ya “las viejas” no quieren saber nada de sus “viejos” porque éstos ya no sacan ni las lentejas del ombligo.
Y es que el mundo sin placer y amor no es mundo. Las muñecas son importantes, y estas japonesas han tenido gran éxito en el Japón. Porque Rabo Duru es una muñeca que según traducción quiere decir: Rabo Duru. O sea “engarrote seme allí”. O sea que la reata se ponga dura como nuestro Cuerudo y que no se pueda ablandar. Yo no envidio a estos nipones por tener esas muñequitas de alcoba. Me gustan de carne y hueso, con aguayón moldeado, de obsesión frutal.
Pero en tiempos de austeridad y de gran necesidad de desfogues amorosos es mejor una muñequita nipona que las travesti del bulevar que no sabemos si son gatos o son liebres.