Una singular pregunta resuena con frecuencia en Tamaulipas desde hace varios meses:
¿Hay oposición partidista en el Estado?
El origen del cuestionamiento es la notoria abulia, lindante en la holgazanería, que reina en el terreno de los institutos políticos locales supuestamente rivales de la fuerza que actualmente tiene el poder en la Entidad. Más claro: los adversarios de Acción Nacional.
En este escenario, en la opinión de su servidor, la respuesta podría darse en dos vertientes: en la de la teoría y en la de la práctica.
Así, teóricamente por supuesto que existen los partidos de oposición en esta geografía. Ahí están el PRI, MC, PRD, PANAL, MORENA, PT, PVEM y toda la cauda de membretes que en materia electoral aparecen cíclicamente, sea para competir realmente o sólo para engordar las carteras de sus líderes.
Pero en la práctica, como alguna vez dijo Carlos Salinas de Gortari de los perredistas, ni se ven ni se oyen.
¿Cómo tratar de confirmar esa óptica?
Una espejo apropiado para ver reflejadas esas circunstancias es el Congreso del Estado, en donde convergen si no todas, por lo menos sí las más significativas corrientes políticas de Tamaulipas e históricamente en ese recinto se libran fieras batallas que en ocasiones han despertado más pasiones e interés que las acciones del propio Poder Ejecutivo.
Sin embargo, el actual Congreso ha sido y es una especie de día de campo eterno para la fuerza dominante, el PAN. Para decirlo en lenguaje llano, no ha sido necesaria la convicción, porque ha sido reemplazada por la sumisión.
No es el objetivo de estas líneas ponderar los enfrentamientos o aplaudir las peleas de callejón en las curules, sino poner de relieve la nula intervención de los partidos fuera del PAN en el debate, la réplica o la denuncia, perfiles tradicionales del Poder Legislativo.
Y para saber por qué se puede considerar un picnic lo que pasa en ese recinto, basta echar una ojeada a anteriores generaciones de diputados.
¿Quién no recuerda al belicoso parmista Bruno Álvarez Valdez, quien se crucificó en plena plaza frente al Palacio de Gobierno, le disparó a una patrulla, hizo astillas varas curules con un hacha y encabezó una marcha hasta la Ciudad de México?… ¿o al panista Francisco García Lozano, quien vació en plena sesión bolsas que contenían papeletas electorales con estiércol encontradas en un basurero, para denunciar un presunto fraude?… ¿Cómo no revivir las épicas batallas de la cardenista Luisa Álvarez Cervantes, que encabezaba en calles y oficinas cuanta protesta social surgía y fue la primer mujer en el Estado en interpelar a un gobernador –Américo Villarreal– en un informe?… No se puede olvidar la jaqueca diaria que con sus acusaciones era el también panista Luis Alonso Mejía para el gobierno estatal en turno y hasta Gustavo Cárdenas Gutiérrez protagonizó encendidas zacapelas en la tribuna para señalar supuestos actos de corrupción o
maniobras según él ilegales?
Historias. Sólo historias.
Sus herederos, no tiene caso citar nombres, son hoy figuras acomodaticias que no sólo no difieren en algún consenso, sino que ni siquiera se atreven a exponer sus puntos de vista.
Hoy, queda claro que la oposición partidista está muerta en Tamaulipas o por lo menos en claro proceso de agonía.
No la extraño por los excesos de sus representantes que en aras del fuero constitucional muchas veces se convirtieron en abusos punibles, sino por el tope que significaba para las posibles arbitrariedades del poder en turno y por lo tanto por su papel, con todo y sus continuas ambiciones personales e intereses sectarios, en la defensa de la democracia.
¿Volverán un día esos personajes a la vida pública del Estado?…
LA FRASE DE HOY
“No hay santo sin pasado ni pecador sin futuro…”
San Agustín
Twitter: @LABERINTOS_HOY