Ya brotan los colores y las ventanas se adornan con listones y las banderitas asoman con sus caritas de niños.
No son los días de nosotros, de regocijo de cohetones y la pólvora a oídos tapados con los botes de lámina como bombas molotov.
Pero los días de la Patria son de pecho abierto con el corazón en la mano y con los gritos amorosos de los novios y novias de la ciudad.
La Patria en la plaza Juárez, con fritangas y juegos multicolores made in China.
La plaza desbordada con los niños y niñas a cielo abierto entre serpentinas y el aliento vigoroso de los jóvenes y el baile liberado de los viejos en un danzón dedicado a Juárez.
Las fiestas son de colores aunque la panza este desgastada, pero en las fiestas de la Patria el menudo y el pozole siempre alcanza.
El reventón al aire libre, al menos la ilusión de que estamos seguros por un día en los brazos de la patria.
El redondel no es como el de antes, en el que nosotros nos íbamos de ronda a pasear nuestra ingenuidad, y el amor profano que apenas despertaba.
Son otros días, pero son de nosotros, los días de México, de la lealtad y el valor ciudadano, del saber y el sabor de México.
Días de esplendor en el cielo dibujado de colores por las manos del cohetero Zamarrón.




