Ayer murió Palin, Pedro Pablo Hernández, Palin, flacucho, amigo de juegos, de vida de barrio, que dibujaba con otros muchos la vida de un Barrio que era el centro de la ciudad.
Ya no somos los mismos, la ciudad es violenta y somos fantasmas temerosos todas las noches en la ciudad.
Se acabaron las pláticas de banqueta y el intercambio de noticias y las reuniones familiares que convidaban a los vecinos.
Ni la gente es la misma. Los bloques sociales y culturales han creado fronteras. En el norte el enclave de una pujante clase media y una burguesía enriquecida en negocios de gobierno y una clase alternativa.
Que goza de los privilegios de excelentes suburbios.
En esos lares no hay baches y no hay oscuridad. Disfrutan de privilegios de ser la potencia.
Económica en torno a los privilegios del poder casi ancestral. Al sur y a los costados.
El collage de la pobreza, sitios privilegiados, mansiones y contrastes de caseríos y pobreza.
La ciudad ha crecido en locura de comercios y escuelas. La ciudad es difícil, peligrosa, la gente ha cambiado, la ciudad también.
Los amigos se van, los que retrataron por sus costumbres, la amistad y la vida.
Los amigos, de la ciudad chiquita y amorosa que vivimos.
Tenemos una imagen de los amigos. De la gente buena.
Los territorios se estrechan. Pero los amigos, la gente de trabajo, profesionistas excelentes están en todos lados, porque al fin, todos somos ciudad. La diferencia son los baches. Por un lado los privilegiados y por el otro los abandonados. Descanse en paz nuestro Palin, amigo, querido en el barrio el 18.




