17 diciembre, 2025

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En el norte se prende el bote

Escenarios

Colocar el carbón en un recipiente de cualquier material, tamaño, forma o calidad y poner carne a asar, es la vía para el lograr salirse de la rutina, juntarse con los amigos o reunirse con la familia para platicar de las mismas cosas, contar los mismos chistes y actualizarse en lo que pasó en la semana.

Esa es la alternativa que tiene mucha gente del norte de México para salir de la rutina, reír a carcajada abierta e interactuar entre pares, en un espacio reducido, no importa que sea el patio, el porche, la cochera de la casa o se invada la banqueta. En ese espacio y en ese tiempo, el folclor se funde con las salsas norteñas, las quesadillas que si son de queso y la cebollas cocidas encerradas al amparo del papel aluminio.

El objetivo es simple: prender el bote, o sea, preparar la parrilla y convivir, porque no hay mucho más que hacer.

Los “seises» o los “doces” de cerveza se incluyen en el ritual. Son parte de la necesidad para disipar la mente. El alcohol quita las inhibiciones al más callado y le permite expresar lo que carga en el alma. El que tomó suficiente, se explaya, es sí mismo y se pone a tono con los demás. Por eso y para eso se toma, amplio y bastante.

Al llegar, el invitado se siente bien al demostrar que cumplió con la cuota de cervezas, es más, exhibe el “cartón” con orgullo, aunque todos piensan que sí las “latas” se acaban temprano, se puede acudir a un OXXO o a un “depósito” que tenga tolerancia de la autoridad para vender a deshoras de la madrugada, no sin antes pedir la consabida “coperacha”, a cumplimentar la cantidad requerida para que siga la fiesta.

El chiste es “arrequintarse”, vaya pues, ponerse “hasta la madre” para estar a gusto. La vestimenta es irrelevante y en realidad poco importa, mientras se esté a gusto. Los “shorts y las camisetas con alguna leyenda anglosajona” abundan y las “chanclas de pata de gallo o los tenis de marca con unos buenos jeans” junto con los “abanicos” de plástico adquiridos en las baratas de las tiendas departamentales, de preferencia “delotrolado”, que proliferan para mitigar el calor.

Y sí, la falta de entretenimiento formal a través de la cultura, ha permitido que sea la invitación a echarse una “carnita asada”, la estrategia o el pretexto para reunirse con los amigos o con la familia o con ambos, alrededor de la humareda que se provoca cuando se enciende el carbón mineral que sirve para asar la carne o el pollo, que se utiliza para “acompletar» si el hambre o la gente es mucha.

Ya luego, quien asa la carne juega un papel protagónico debe saberle al tema, porque ahí se centra la repartición de los bocados bien elaborados. Ese espacio, aunque diminuto, es el tablero de control, porque todos confían y ceden a su experiencia, si no, la carne no sale como debe salir. Todo es que sepa interpretar la intensidad del fuego que provoca el encendido del carbón y esperar a que la llama desaparezca para cocer la carne a fuego indirecto. Es así como se “sella” el corte: cocido por fuera, por ambos lados y jugoso por dentro.

Al otro día, hay que levantarse temprano para limpiar el desorden, todo después de curarse la “cruda” a base de varios tacos de barbacoa con harta salsa, de algún carretón cercano a la casa, todo vuelve a la normalidad.

El ilustre José Vasconcelos lo definió con claridad en una frase que bien encierra una abstracción característica de los políticos: “La cultura termina donde comienza la carne asada”… en clara alusión al norte del país, donde la cultura, según él, se fija alrededor del asador.

Hace varias décadas se definió los tres espacios geopolíticos de México con una expresión que abona a lo dicho por Vasconcelos, primer Secretario de Educación Pública con Álvaro Obregón, que reza así: “El norte trabaja, mientras el sur descansa y el centro, medita”.

Vista de esa manera, es digno de destacar que a pesar de las altas temperaturas, escasez de agua, vecindad con los Estados Unidos y lejanía con el centro del país, que es donde se toman las decisiones y se reparte el presupuesto, el norte es factor de estabilidad por el amplio desarrollo que se ha logrado a pesar de tantas vicisitudes. Las Universidades, Centros de Investigación, teatros, cines, espectáculos internacionales, televisoras, periódicos e intelectuales pululan en la capital del país, por eso es el centro de la filosofía.

Al sur, le falta inversión y que sepan que “el sur también existe”, como lo dijo Mario Benedetti. En tanto, descansando, esperan.

Así de simple.
Y bien sea dicho y aceptado, la cultura de la carne asada, como la concibió Vasconcelos, prevalecerá en tanto no existan políticas públicas federales para diseminar la ilustración hacia las bellas artes.

Bien lo dijo Sigmund Freud: “La cultura domina la peligrosa inclinación agresiva del individuo debilitando a éste, desarmándolo y haciéndolo vigilar por una instancia alojada en su interior, como una guarnición militar en una ciudad conquistada”.

Mientras se apueste a que el acto autoritario solucionará el desorden institucional y la violencia que impera en el país, lo más seguro es que todo irá de mal en peor.

Sin duda, la cultura doméstica.
Pero mientras tanto, que siga la carne asada.

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