Vivimos la angustia, la tragedia de la Ciudad de México, «la muy leal Ciudad de México”, como apuntó don Alfonso Reyes .
Ls ciudad, la bellísima ciudad que trasparenta a todo México como el retrato y autorretrato del alma nacional.
Ha sentido los grandes momentos de la cultura nacional y los movimientos políticos más trascendentes de la historia contemporánea. También los sacudimientos sísmicos que han puesto en peligro su existencia.
Y no sólo eso, la ciudad construida sobre un lago reclama su autoría.
La ciudad recibe enorme descargas de agua al grado de la descomposición urbana con inundaciones que anuncian un desastre mayor.
Parece que la enorme metrópoli tiende a morir en el manto de la descomposición acuífera, en los sismos que que le rompen las entrañas.
Y son estos que vislumbran el Apocalipsis de la gran ciudad, los terremotos que abren su pecho y destruyen edificios, casas habitación, escuelas, dejando una estela de muerte y destrucción.
La ciudad vive el exterminio masivo por el smog. Ese asesino silencioso producto de la industria que baña de veneno su atmósfera.
La región más trasparente del aire está en peligro, la ciudad que eligió reyes y todos los grandes mexicanos puede morir.




