Andrés Manuel López Obrador tal vez nunca imaginó que su propuesta de aportar un 20 por ciento de los recursos del Movimiento de Regeneración Nacional a la reconstrucción de las zonas afectadas por los temblores de este mes en el centro y el sur del país fuera a desatar una serie de iniciativas políticas necesarias, pero que también son portadoras de un populismo inusitado.
Desde las trincheras del Frente Ciudadano por México, conformado por PAN, PRD y MC, y del PRI, surgieron propuestas radicales: eliminar el financiamiento público a los partidos políticos en el proceso electoral de 2018.
El Revolucionario Institucional fue más allá ayer con una estrategia que, en realidad, ya había sido planteada en diversas ocasiones desde distintos frentes: La eliminación de los senadores y los diputados federales.
La iniciativa priista -reitero, ya propuesta por distintas asociaciones civiles en otros momentos- comprende, además, a los diputados locales de representación proporcional.
De hecho, esta medida representa un ahorro mayor que el financiamiento que se le otorga a los partidos políticos.
Mientras que los partidos recibirían en la elección de 2018 un total de 6 mil 800 millones de pesos, la desaparición de los congresistas de representación proporcional -tanto a nivel federal, como en los estados- significaría un ahorro de 11 mil 600 millones de pesos.
Cuando se habla de estas posiciones plurinominales, también se habla de las senadurías de primera minoría, es decir, aquellos que, a pesar de quedar en segundo lugar en las urnas, llegan a la Cámara de Senadores porque lograron, gracias a sus relaciones internas partidistas -‘amiguismos’ y ‘compadrazgos’- ser colocados en el primer sitio de la fórmula electoral.
Por tanto, no sólo se eliminarían los 32 senadores plurinominales, los cuales acceden de manera directa a través de los listados presentados por cada partido político, sino también los otros 32 que llegan al Senado solo porque quedaron en el segundo lugar de la competencia electoral (primera minoría).
Además, desaparecerían los 200 diputados federales plurinominales, una figura legislativa que existe desde la reforma política electoral de 1978, cuando en el sexenio de José López Portillo se trató de alentar la apertura política y, en particular, darle participación a las voces de la izquierda.
En su momento, esa figura legislativa, el diputado plurinominal, fue sana. Es más, en un inicio solamente eran 100 diputados. Después, se incrementaron otras 100 curules (a fin de nutrir a la amplia burocracia partidista del ‘sistema’), por lo que se distorsionó la esencia y origen de esa representación en el Congreso de la Unión.
Sin embargo, ahora la figura del diputado federal plurinominal ya no es necesaria. La democracia mexicana, todavía en construcción, ya no requiere de esos personajes, convertidos en la actualidad en auténticos parásitos del presupuesto.
En su tiempo, a finales de los setentas y principios de los ochentas, la presencia de los plurinominales, sobre todo en el Congreso de San Lázaro, era necesaria para hacer sentir las voces de la oposición, fomentar -desde ‘el sistema’- la crítica, el cuestionamiento al presidencialismo desde la tribuna legislativa.
El problema es que con el paso del tiempo muchos políticos se enriquecieron a través de las posiciones plurinominales, saltando de la Cámara de Diputados a la de Senadores tras el juego de presiones y negociaciones al interior de los partidos.
Es decir, llegaban a ser legisladores por favores de los liderazgos y de los grupos de poder de las organizaciones partidistas y no porque se hubieran ganado el voto de los ciudadanos. En otras palabras, representaban a las corrientes de los partidos, no a los sectores de la sociedad.
Durante mucho tiempo y desde distintos frentes se cuestionó con dureza la presencia de los senadores y diputados plurinominales. Por ejemplo, Pedro Ferriz de Con, en sus tiempos de conductor en un noticiero radiofónico, propuso en varias ocasiones la reducción o la eliminación de esos parásitos legislativos. Nunca prosperó su iniciativa.
Y nunca prosperó porque ‘los pluris’ representan un gran negocio (como se observa en el total de recursos que se destinan para alimentar a todos los legisladores de representación popular del país -11 mil 600 millones de pesos-).
Si se concreta esta medida, curiosamente lanzada desde el partido en el poder federal, se acabará con un lucrativo negocio, que no sólo beneficia a las principales fuerzas políticas (PRI, PAN, PRD, Morena), sino en especial a los partidos pequeños, a ‘la chiquillada’, a esas minúsculas organizaciones que viven del erario público (PVEM, PES, PT, MC, PANAL).
¿De qué van a vivir estos ‘mini-partidos’? Muchos personajitos se han enriquecido a través de ‘los pluris’… y del financiamiento público, tema por demás interesante, con sus ‘pros’ y sus ‘contras’ en una democracia que, se reitera y se insiste, se encuentra en construcción.
Sin ninguna duda, la eliminación de los senadores y de los diputados federales y locales plurinominales será en beneficio de la vida política y democrática mexicana.
Y PARA CERRAR…
Muchos que se querían ‘colgar’ de las ‘pluris’ para llegar al poder legislativo en 2018 deben andar sumamente preocupados.
Si quieren llegar a San Lázaro o al Senado, tendrán que trabajar, o sea, tendrán que buscar los votos.
¡¡¡Orale!!!




