CIUDAD VICTORIA, Tam.- “La basura de unos, es el tesoro de otros” sentencia el dicho popular, pero hay 200 pepenadores que lo toman literalmente, debido a que viven entre y de la basura en el relleno sanitario de Victoria.
El también conocido basurero municipal ubicado al este de la ciudad, es el hogar de más de 20 familias que improvisaron techumbres de madera y cartón para ocultarse del sol, plásticos para cubrirse del frío y hasta una capilla para realizar sus oraciones.
Karla Cavazos pertenece a una de estas familias que duermen en el basurero, junto a sus dos niñas, de 4 y 5 años y su esposo, quienes trabajan todo el día para sacar 100 pesos.
“Aquí hay de todo, pero andamos con cuidado. Nos quedamos mi esposo y los niños. Trabajamos hasta en la noche, a la intemperie, nos tapamos con el cartón”.
Su prioridad es proteger la integridad de los pequeños de los buitres y de las ratas que abundan en el lugar. En las noches los tapan con un plástico para que no enfermen con el sereno.
Igual que su hermana Lucimelda vive de la basura, sólo que ella no se queda a dormir, ya que tiene que llevar a su hija a la escuela por la mañana. Pero cuando no hay clases la acompaña en su ‘trabajo’ como recolectora de basura.
“Trabajo en los basureros desde que estaba en el Guadalupe Victoria, hace como 24 años. Nos lo compran barato, varía, a veces sólo sacamos de 50 a 100 pesos al día y trabajamos de las ocho a las 6 de la tarde”.
Carlos ha vivido 17 de los 23 años que tiene de vida en el relleno sanitario, aquí la vida es difícil para los niños, ya que muchos se vuelven adictos al resistol. Platica que un día le fue bien; se halló un billete de 500 en un pantalón que tiraron.
“Los muebles que tiran están reventados, sin poder usar, y la ropa llena de hoyos; antes de perdido uno le ponía un parche y se podían usar, pero cada vez los tiran más gastados”.
Aunque afirma que la ropa que tiran en mejores condiciones, que casi está nueva, es la de bebé, pero esa casi no les sirve; ya que de lo que hallan es lo que usan para vestirse. “Esta playera, pantalón, hasta los zapatos, son de aquí”, platica.
Martín es su amigo, tiene 30 años de edad y 20 años trabajando en el basurero.
Desde que era niño acompañaba a sus padres a pepenar basura.
Antes era común hallar entre los desechos dinero o joyas, las cuales vendían para comer bien ese día.
Ahora no es así, si acaso encuentras un anillo, o pulsera cada mes, “la gente se fija más en lo que tira”.




