Al ritmo con el que están recabando las firmas que exige la ley, les llevará más de siete meses cumplir el requisito a los aspirantes a convertirse en candidatos presidenciales independientes. Es decir, lograrían entrar a la boleta después de celebradas las elecciones en las que desean participar. Y eso en el caso de Margarita Zavala y Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, que son los más adelantados. A otros como Armando Ríos Piter y Pedro Ferriz, más rezagados, les tomará años. El único problema es que el plazo que contemplan las normas vence en tres meses, el 19 de febrero.
La exigencia de reunir 866 mil 593 firmas acreditadas como requisito para ser candidato ciudadano es en sí mismo una contradicción porque ningún ciudadano
sin estructura puede conseguir la proeza. Para Margarita Zavala y para El Bronco significa obtener 8 mil firmas diarias, navidades, sábados y domingos incluidos, ininterrumpidamente hasta mediados de febrero. Eso, en sí mismo, requiere un trabajo de organización brutal. No se trata de salir a una plaza comercial y pedir firmas al calce de un pliego, sino un trámite que puede llevar más de 20 minutos por persona y eso si la App digital exigida por las autoridades está funcionando cabalmente.
Desde luego, el INE tenía que establecer requisitos o de otra manera la boleta electoral se habría convertido en un pequeño directorio telefónico de candidatos. Pero es evidente que se les pasó la mano.
Lo importante a destacar es que no se trata de un error de cálculo, sino de un candado destinado a salvaguardar los privilegios de las dirigencias partidarias. Recordemos que los consejeros que dirigen el INE han sido designados desde el congreso, por acuerdo de los propios partidos. Aunque hay honrosas excepciones, varios si no es que la mayoría, responden a los intereses de PRI, PAN y PRD que han ocupado las vacantes de acuerdo a cuotas arregladas entre ellos.
Y son los partidos políticos los menos interesados en perder el monopolio que ejercen para acceder al poder. Las élites de los partidos no sólo son los dueños del antro, también los cadeneros. Son los que deciden quién entra y quién se queda fuera y de allí deriva parte de su inmenso poder (no exclusivamente: también porque son las fracciones parlamentarias las que deciden leyes, presupuestos y designaciones de muchos organismos).
El triunfo “por la libre” de parte de El Bronco en Nuevo León, encendió todas las alarmas de las élites partidarias. Hasta entonces las candidaturas independientes eran meramente testimoniales, anecdóticas. Uno que otro diputado, alguna alcaldía de poca monta. Políticamente el efecto era mínimo y el beneficio considerable. Le permitía al sistema presentarse frente al mundo como una versión moderna y abierta. Pero lo de Nuevo León, dolió. Perder una de las joyas de la corona nunca estuvo en el presupuesto.
Así que lejos de pavimentar el camino, las autoridades se han asegurado de que se convierta en un vía crucis, en particular para un aspirante a la presidencia. Y si los requisitos no se endurecieron aún más fue porque desde Los Pinos se pensó que la posibilidad de incorporar a un par de candidatos ciudadanos podía ser útil en contra de López Obrador, el enemigo a vencer en 2018. Hace dos años ni siquiera estaba garantizado que PRD y Morena no irían juntos; en tal caso, el candidato del PRI y el del PAN eran insuficientes para una estrategia de fragmentación del voto. En ese sentido, un candidato independiente más o menos popular le podría restar sufragios al tabasqueño.
El requisito de 866 mil firmas impedía que la entrada a la boleta se convirtiera en coladera y amenazara el monopolio de los partidos, pero al mismo tiempo era asequible en caso de que el sistema quisiera fomentar por abajo del agua una candidatura independiente capaz de hacerle daño a su rival.
Está claro que hasta ahora no ha sido el caso. Es decir, ni Margarita Zavala ni el Bronco están recibiendo algún tipo de apoyo velado. Quizá porque en Los Pinos siguen deshojando la margarita sobre la mejor estrategia a seguir. Con un pequeño empujón uno de ellos o ambos podrían librar el obstáculo. Pero en el PRI todavía no saben por que alternativa apostar: fragmentar el voto antipriista en muchas opciones para que no las concentre López Obrador; o apostar a un candidato de conciliación como José Antonio Meade y dejarlo solo contra AMLO, con la esperanza de que atraiga el voto útil de todos los que temen al tabasqueño.
En suma, las 866 mil firmas de los ciudadanos no es más que otro de los frentes de la guerra que habrá de librarse entre Morena y Los Pinos, verdaderos contendientes de la madre de todas las batallas.
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