CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- La capital tamaulipeca es un hormiguero de constante movimiento. Miles de autos y microbuses forman ríos interminables por las arterias de la ciudad. Carros chatarra y motocicletas que saturan el paisaje lleno de anuncios y las más descabelladas formas de publicitar negocios y changarros de ‘medio pelo’. Unos van y otros regresan, pero a pesar de la voluminosa masa de burócratas con rutinas definidas y congestionadas horas pico, los transeúntes no paran dia y noche, a veces más, a veces menos, pero siempre presentes.
En algunos puntos concurridos como el paradero del 8 Bulevar se “desgrana la mazorca” desde temprano con estudiantes, vendedores ambulantes, payasitos, mendigos, músicos, señoras comprando verdura, tránsitos y lanzafuegos.
Pero hay un lugar que nunca duerme y que a lo largo de las horas muestra diversas caras. Es el paradero de microbuses de la central camionera, sitio neurálgico donde se conectan los viajeros urbanos y foráneos.
Ahí donde la banqueta es adornada por trajeados, damas con botas peluchonas, indigentes, militares, taxistas y hasta mariposas de la noche con todo y galán ebrio al cuello. Pero no todos están de paso. Muchos de ellos acuden por una razón específica: vienen a echar el lonche, o como dicen los viejos de antaño “a hacer por la vida”.
Y cómo no, si para llenar ricamente la panza en cuestión de segundos y con muy pocos pesos no hay nada mejor que los “hot dogs de la central” (o los “Dogos”, o los “hochos”… como usted prefiera llamarles, es la misma cosa).
Una larga hilera de puestos saludan a los victorenses en su apurada marcha, no todos están en activo, algunos simplemente sirven de adorno pues sus dueños se dieron por vencidos y prefieren rentarlos esporádicamente, pero hay unos veteranos que tienen hasta 35 años preparando estos sabrosos manjares. Uno de ellos es “El Pica”, que próximo a llegar a sus cinco décadas de edad, le ha dedicado 28 abriles al fino arte de elaborar hot dogs: nadamás con arrimarse al carretón se da uno cuenta de que “todos sus movimientos están fríamente calculados” para preparar el más socorrido de todos los platillos de comida rápida de la ciudad.
Pero en esta ocasión “El Pica” se halla un poco apurado pues debido a las festividades de fin de año, los proveedores de carnes frías no surtieron a tiempo y la salchicha se escaseó. Sin embargo Pedro Bautista “El Pica” (A quien llaman asi desde que estaba en la primaria por la caricatura de ‘Pedro Picapiedra’) sabe que tiene un compromiso con sus clientes y barrió la ciudad entera para conseguir lo necesario para poder trabajar.
– No’mbre llegue y que me dice el morro ‘no hay salchichas’ y que me lanzo a buscar… me traje todo lo que había en Soriana… no’mbre ya es bien tarde (5 de la tarde) y no tengo casi nada – platica mientras hace zumbar el tenedor, al cual maneja con precisión casi casi ninja.
Anteriormente los hotdogueros se amanecían trabajando atendiendo a los trasnochados. Era una tradición que al salir de la disco (años después ‘del antro’) los parranderos terminaran la ‘peda’ en los “hochos” de la central. Pero a raíz de la inseguridad, la vida nocturna de Ciudad Victoria se ha visto casi desaparecida así como los fiesteros que ya a medias aguas prefieren no arriesgarse a que los apañe el operativo antialcohol.
Pero no solo los descarriados de madrugada acuden a echar el lonche en este lugar, también los viajeros en corrida nocturna que no se dejan vender un frío y desabrido sandwich de a treinta pesos en el interior de la central y que prefieren cargar con uno o dos hot dogs de doble salchicha y tocino o en su defecto de salchichón y una Coca de seiscientos (“pa’ que amarre”).
Cada cliente que se acerca a los carretones trae su propia letania: “Sin cebolla”, “sin chile” “sin cremas” o “sin tomate pero con cátsup” y hasta los temerarios y audaces que gritan a los cuatro vientos su valentona elección: “con todo”.
Señoritas con traje oficinal, boleteras de la central, maistros sufriendo la cruda, estudiantes haciendo rendir el dinero y uno que otro apurado cuyo vaivén del día no le dio tiempo para preparar la comida o acudir a algún restorán y por práctico, elige ‘levantarse’ unos hotdogs para acelerar el trámite.
Pero no todo es felicidad y gula en este lugar, los intensos fríos de inicio de año barren casi por completo con la clientela y los hotdogueros se congelan “de oquis”, por lo que han decidido trabajar completo el turno nocturno solo de jueves a domingo e incluso nadamás el fin de semana.
Y si las heladas son complicadas, los aguaceros lo son aún más, pues al aplanarse la lluvia el agua encharcada en el Bulevar Fidel Velázquez sube a la banqueta mojando todo el lugar y de paso espantando a la clientela… y eso que mero enfrente hay un dren de más de dos metros de profundidad y amplias alcantarillas sobre la calle.
Uno de los pincelazos urbanos que colorean de blanco el paisaje en este sitio son sin duda las garzas que se acomodan a hibernar en el camellón frente a los hochos de la central. “llegan en septiembre y se van en enero” relata ‘el Pica’. Lo malo del asunto es que el camellón se esta quedando sin árboles y las garzas tienen menos lugar donde
posar en estas temporadas.
El ronroneo de los micros que llegan y se van son el complemento perfecto para la merienda en el paradero (eso y de vez en cuando una fumigada de smog) pero eso no le quita el color al lugar ni la algarabía con que llegan los victorenses a comer sus lonches recién preparados.
El “Pica” ya tiene por fin suficiente, pan, salchichas y demás ingredientes para entrarle de lleno a la chamba. Uno de sus compas le fue a traer un monton de refrescos desechables para iniciar la jornada laboral. Los primeros en llegar son dos trabajadores de Autotransportes Senda que piden de “dos en dos” para ahorrarse tiempo.
La noche empieza a tender su negro manto y el “Pica” se disculpa pero llegó la hora de meterle turbo al trabajo y no queda mucho tiempo para platicar. El Caminante aprovecha para cenarse dos de salchichón con todo y una coca de vidrio. Esta vez fue un placer andar de Pata de perro por los Dogos de la central y en eso de romper la dieta, pues el “Pica” tuvo la culpa (pa’ qué hace los hot dogs tan perrones…)