Fanático del surf, según reportó la prensa, horas antes de morir el californiano Doug publicó en Facebook que todos deberían ir a Ixtapa. Poco tiempo después su cuerpo fue encontrado, cosido a balazos.
Si ustedes googlean, darán con una nota donde el vocero del estado de Guerrero desliza que Doug no era turista. Y con otra donde se reporta que hubo un lío de faldas. Como si esas cosas hicieran menos grave el asesinato.
Pero Doug sí era turista. Trabajaba en el gobierno de Imperial Beach, en California. El alcalde de ese lugar, en un comunicado, destacó que Doug era amado por todos aquellos que le conocieron, que era optimista y que su desempeño había ayudado a darle la vuelta a la administración de esa ciudad para hacerla más eficiente y amigable con los residentes.
Los funcionarios del gobierno de Estados Unidos, no necesariamente los de los condados o estados, tienen prohibido viajar a Guerrero. En una alerta del Departamento de Estado, emitida en agosto pasado, se agrega que en “muchas zonas” de esa entidad operan grupos de autodefensa que si bien no son particularmente hostiles con los turistas extranjeros, resultan impredecibles.
Como será el caso de varios de ustedes, amigos y familiares míos han estado en esa zona en los últimos meses.
Supongo que, para bien de los guerrerenses que viven del turismo, no pocos estadounidenses también desoirán al Departamento de Estado y visitarán Ixtapa-Zihuatanejo, incluso tras la noticia del asesinato de Doug.
Y también supongo que el turismo nacional hará lo propio (aunque claro está que los mexicanos no contamos, tema que ya traté aquí antes, con una alerta de riesgo sobre las zonas de nuestro país que resultan peligrosas para turistas. Quizá porque más de medio país terminaría como no recomendable).
La noticia del asesinato del ciudadano estadounidense tuvo algo de revuelo mediático porque, precisamente, la víctima era fuereña. Del más de un centenar de asesinatos que hubo en ese destino turístico en 2017, poco o nada recordaremos a nivel nacional. Total, quién va a entrar en esos detalles cuando la nota del año fue que en México rompimos los récords en homicidio doloso.
Una sociedad normal, como la de Imperial Beach, se sacude ante la muerte de uno de sus ciudadanos, uno de sus funcionarios. ¿Cómo reacciona un país que por un lado cuenta los muertos diarios por racimos, pero que rara vez puede contar que alguna de esas muertes llegó a tener sentencia?
Sin desprecio a la infatigable labor de denuncia que sobre esta violencia varias organizaciones ciudadanas de activistas y víctimas han realizado mes con mes desde hace años, la verdad es que en este sexenio México se durmió frente al tema de la inseguridad.
Los gobiernos, los partidos, los líderes de toda índole, los legisladores, los empresarios, los del Poder Judicial, los medios, las universidades, todos nos acostumbramos al aumento de la violencia. Nos acostumbramos a que crecían las cifras y a no hacer nada relevante frente a eso, a atarantar el miedo con las mentiras del peñismo y de los gobernadores, a sentirnos como turistas extranjeros en nuestro país: tomamos “precauciones” cuando viajamos porque las bandas armadas son impredecibles.
Con una diferencia frente a los extranjeros. Cuando nos visitan, ellos se arriesgan por unos días y luego retornan a la seguridad de sus países. ¿Nosotros a dónde podríamos ir? Cuando tu casa no es segura, ni dormir ahí es buena idea. Pero en esas andamos, dormidos frente a la violencia.
Twitter: @SalCamarena