Recordemos su alegría, su sonrisa, sus palabras de aliento y de fe en las personas. Roche nunca perdió el dibujo de su sonrisa en su trabajo en el kinder y en su casa.
Por muchos años se desempeñó como maestra de niños y niñas en el emblemático jardín Estefanía Castañeda en el centro de nuestra ciudad.
Maestra normalista, egresada de la antigua Secundaria, Normal y Preparatoria, Roche como la llamamos los amigos y sus compañeros de labores. Desde temprana edad tuvo inclinación por la enseñanza básica y su experiencia fue una gratitud de entrega a los párvulos.
En los últimos cincuenta años, cientos de infantes, hoy profesionistas, fueron alumnos de la maestra Roche. Y después sería una emprendedora directora del más famoso jardín de niños de Ciudad Victoria.
Verla diariamente vestida de blanco esperando a los niños y niñas de los barrios contiguos y de los hijos de las empleadas del gobierno del estado y municipio.
Era la ceremonia matinal de las niñas y niños de parvadas blancas en la alegría que produce el saber. El juego, las formas del papel, los colores y los cantos de una esplendorosa generación de maestras egresadas de Escuela Normal que fundieron su experiencia en las páginas selectas de los libros y la práctica docente que hacen el quehacer y la vocación.
Abrigo en mi memoria su inmenso cariño por la escuela de párvulos.
Pensamiento en su hogar rodeada de la familia: Su compañero ERI, sus dos hijos. Y la felicidad de ser madre, abuela y maestra.
En estos tiempos de vanidades y de falsos profetas de la educación en México, Roche es un ejemplo de vida y amor por la Patria Educadora.
Un testimonial de amor que llegó dentro hasta su muerte. Descanse en Paz, amiga.