LIBANO. La crisis asociada con el manejo de la basura en el Líbano alcanzó una nueva dimensión esta semana cuando una fuerte tormenta invernal llenó de desperdicios playas de las afueras de Beirut.
Las montañas de desperdicios fueron una verdadera humillación nacional para un país que alguna vez se preció de tener una costa mediterránea inmaculada pero que no es capaz de controlarse y de abstenerse de tirar desechos al mar.
El primer ministro Saad Hariri ordenó la limpieza inmediata de la playa de Zouq Mosbeh, pero las olas trajeron más basura todavía el martes.
Hemos dicho que no se puede tirar basura al agua. Sabíamos que esto iba a pasar”, se lamentó Paul Abi Rached, ambientalista local que encabezó hace tres años una campaña para cambiar la forma en que se manejan los desechos.
Pocos temas han causado tantas fricciones entre los libaneses y sus líderes como la basura, que es vista como la manifestación más visible de los deficientes servicios públicos que recibe la población.
El Líbano sufre desde hace tiempo cortes diarios de agua y electricidad, pero el descontento no estalló sino hasta el 2015, en que se dejó de recoger la basura en Beirut y hubo una ola de protestas.
Los manifestantes tienen la consigna “Apestas”, en alusión no solo al hedor que se siente al acumularse basura durante el verano sino también a la corrupción y el favoritismo que caracterizan la política local y que paralizan los servicios administrativos.
Organizaciones civiles dicen que las autoridades ganan fortunas con negocios turbios relacionados con los incineradores y los vertederos de basura, a expensas del público. Aseguran asimismo que el gobierno llena con basura tierras costeras, lo que beneficia a empresas constructoras que levantan edificios allí, en terrenos ganados al mar.
Numerosas maquinarias pesadas han estado trabajando en la costa oriental de Beirut desde el año pasado, tirando basura al Mediterráneo en Dbayeh.
Las autoridades dicen que no hacen nada turbio y que los vertederos son manejados según las leyes y las especificaciones técnicas.
Pero es imposible disimular el hedor.
Los viajeros que llegan al aeropuerto Rafiq Hariri de Beirut son recibidos por el olor de la basura que es tirada al mar para rellenar tierras al final de una de las pistas.
En diciembre el primer ministro Hariri ordenó el cierre de una planta de tratamiento de desperdicios en la ciudad de Trípoli, que había costado 1.6 millones de dólares aportados por la Unión Europea y había sido inaugurada apenas seis meses atrás. Los residentes de la zona dijeron que el olor que surgía de la planta y de un vertedero vecino era insoportable.
El escándalo en la playa de Zouq Mosbeh encabezó los noticieros del lunes, pero los ambientalistas dicen que la escena no los tomó por sorpresa. Incluía huesos de ganado, calzados, neumáticos y grandes cantidades de desechos de plástico, los cuales penetraron 30 metros en tierra firme.
“El mar está devolviendo nuestra basura”, expresó Joslin Kehdy, quien dirige Recycle Lebanon, una organización no gubernamental que lleva a cabo limpiezas de la playa de Zouq Mosbeh desde el 2015. El gobierno ofrece escasa ayuda a las iniciativas de reciclaje.
Abi Rached dijo que un fuerte oleaje desbordó un muro de retención alrededor de un vertedero al este de Beirut, desperdigando basura en el mar.
Es previsible que el manejo de la basura sea uno de los principales temas de las elecciones parlamentarias de mayo. El legislador Sami Gemayel, que encabeza el partido Kataeb, dijo que llevará al gobierno a los tribunales internacionales por la contaminación.
La agrupación Human Rights Watch, por su parte, lanzó el viernes pasado una campaña contra la quema de basura en 150 vertederos al aire libre en todo el Líbano.
La organización de Nueva York afirma que el gobierno libanés viola las leyes internacionales al no lidiar seriamente con la contaminación generada por la quema de desperdicios.
CON INFORMACION DE EXCELSIOR.