CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- Un zumbido llena el ambiente y a ratos da chanza de escuchar la música de fondo: ZZ Top, ‘La Grange’. Una dama ‘primeriza’ se frota las manos, nerviosa de atreverse finalmente a imprimirle tinta a su cuerpo. ‘El Homy’ con guantes negros y un cubre boca comienza con los primeros trazos. La dama se tapa la cara. El sudor se empieza a mezclar con un par de lágrimas, que amalgaman el dolor con la emoción de escribir en su piel el nombre de su hijo. Nace un tatuaje.
El pequeño pero bien equipado estudio del 11 Hidalgo y Juárez se vuelve una cueva de complicidad, el búnker donde una persona ha decidido romper con los convencionalismos y desafiando al estigma social usa su epidermis como lienzo.
‘Homy’ ha visto la escena cientos de veces, al imprimir una de las formas de arte más antiguas de la humanidad, y tal vez casi equiparable únicamente con las pinturas
rupestres.
En la actualidad los tatuajes han ido ganando aceptación en el grueso de la sociedad. La idea de que sólo los marineros o los convictos de ‘rayaban’ se ha ido desvaneciendo lentamente.
Cada vez es más común escuchar anécdotas de jóvenes que al cumplir la mayoría de edad eligen como regalo un primer tatuaje. Algunos como acto de rebeldía, otros por un fin puramente estético y otros como una celebración.
En Ciudad Victoria como en cualquier parte del mundo el tatuaje ha evolucionado. Ha pasado de ser una práctica clandestina a un oficio reglamentado y hasta célebre.
El fin de la década prohibitiva y censora de los años ochenta dio paso a una nueva generación en boga, la famosa y celebre “Generación X” de la cual sus miembros sobrevivientes a la “Guerra Fría” y temerosos del fin del mundo anunciado para el cambio de milenio decidieran echar toda la carne al asador buscando vivir cada experiencia posible durante los años noventa.
Caracterizada por una profunda decepcion hacia las instituciones como la familia, el matrimonio y el gobierno y una marcada irreverencia en los medios de comunicación, impresos y audiovisuales, no es de sorprenderse que el tatuaje se volviera una forma de expresión muy común entre los jóvenes.
Hace algunas décadas el nombre de los tatuadores era sólo conocido en el mundo underground o subterráneo, un dato sólo para quienes de verdad estaban interesados en ‘rayarse’ y deseaban referencias concretas del artista.
De ahí que nombres como Damián “El Damis” de la Mainero, “El Chino”, “El Acme” y el Billy (QEPD) se barajeaban como los recomendados para llevar a cabo el trabajo.
Eso es algo que el Homy recuerda con agrado de la época en que llego a vivir a esta ciudad, recién desempacado de Tijuana hace más de 15 años.
“Una de las principales formas de evolución aquí en Victoria es que antes hacíamos los tatuajes con agujas de shaquira y ahora pues ya todo es profesional, usamos agujas especialmente para tatuar, lastima menos la piel y ya no duele tanto”.
Las personas que deciden tatuarse y que día a día llegan a la silla de tatuar con el Homy son muy diversas, hombres y mujeres, jóvenes y viejos. De vez en cuando acuden menores de edad con la firme decisión de tatuarse, pero el Homy está convencido de que lo mejor es la legalidad.
“Llegan y me piden rayarse, pero yo les digo que si no vienen acompañados de sus padres no se puede, trato de ser respetuoso al negarme pero también firme, sino, tratan de convencerme diciendo ‘Ándale tírame paro’ pero yo les digo que aquí no se le hace el paro a nadie”.
Esta manera de trabajar hablando con la ‘neta’ por delante le ha hecho ganar un buen lugar entre los tatuadores de la localidad pero al mismo tiempo realizándolo con gusto, disfrutando cada diseño que hace.
Pero el oficio de tatuador no es sólo cuestión de conocer la mecánica y utilizar con destreza los instrumentos para llevarlo a cabo: es todo una expresión artística de la cual se necesita saber de técnica, tonalidades y categorías que van desde la vieja escuela con motivos náuticos, skull, japonés/yakuza y tribal hasta lo geométrico, el realismo, asimetrías, acuarelas, y dibujos de moda como los “infinitos” o que simulan stickers, memes, gifs y demás expresiones digitales.
Es compromiso del tatuador conocer y dominar todo tipo de técnica para tener ese ingrediente extra que ofrecer a la persona que desea tatuarse.
“Me ha pasado que personas de entre 27 y 35 años traen tatuajes de los que se arrepienten pues en la época en que se lo realizaron estaban chavos, se les hizo fácil, o era clandestino y se tatuaron piezas sin un conocimiento de lo que significaban o porque se lo hacían en grupo y de ahí surge ahora el ‘Black work’ que es cubrir con negro antiguos tatuajes (como en el brazo del “Babo” de Cartel de Santa) porque ya no representan la actual forma de pensar del individuo” platica Sangre Azul, otro artista local de la tinta en la piel.
Para Sangre Azul (o sólo ‘Sangre’) es en este punto donde el tatuador debe poder acompañar al solicitante y captar su deseo y expectativa.
Otro de los fenómenos que han creado un nicho de mercado en el arte del tatuaje son las mandas prometidas a la Santa Muerte. Llama la atención que un gran número de quienes acuden a tatuarse esta imagen no siempre desean al 100% hacerse la pieza pero que deben cumplir con lo prometido “me dicen ¡ay no me lo quiero hacer pero tengo que cumplir házmelo escondido que no quede tan a la vista! y se lo hacen en diferentes partes ocultas como la espalda, en la costilla, a un lado del seno las mujeres o en la pompa… es común que suceda”, cuenta el artista.
Está el detalle de quienes llegan a tatuarse y sufren de desórdenes en la sangre como la hemofilia o que por una próxima cirugía les han prescrito tomar anticoagulantes y que al momento de realizárselo sufren complicaciones al no ceder el sangrado. El tatuador del 9 Aldama comenta que siempre les pregunta a sus clientes si están enfermos o recibiendo tratamiento o está próximo a alguna cirugía. “Algunas personas mienten pero es imposible tener un censo preciso de quienes pueden presentar complicaciones al momento de tatuarse”.
O también quienes recientemente se han corrido una buena ‘peda’ y su sangre se encuentra “rebajada” por tanto alcohol.
Definitivamente el tatuaje no va a desaparecer, antes bien seguirá evolucionando, y los artistas locales serán parte de esta transformación que ha logrado posicionarse fuertemente en la cultura pop. La tinta sigue fluyendo y nuevos trazos y dibujos quedarán impregnados para siempre en la piel del siguiente solicitante. El Caminante se retira del estudio pero la idea de realizarse un nuevo tatuaje empieza a rondar su mente. Pero por ahora hay que circular. Demasiada pata de perro por este día.