CIUDAD VICTORIA, Tamaulipas.- En diciembre de 1887, como cada año se verificaba, se llevaron a cabo las elecciones en la que los llerenses elegirían a su nuevo Ayuntamiento.
En ese tiempo, el poder político de la primera villa que fundó José de Escandón, los disputaban dos facciones: los Baecistas y los Rendonistas. Tras el resultado de los comicios, los ánimos se caldearon, pues ambos grupos se declaraban triunfadores.
En los días subsecuentes las autoridades electorales declararon triunfante al grupo Rendonista, por lo cual sobrevino la violencia el 31 de diciembre de 1887, fecha en que fue asesinado el propio señor Rendón. Este suceso exaltó más los ánimos y odios, por lo cual en los siguientes meses se viviría en Llera una ola de violencia jamás vista desde en los últimos años.
A las seis de la mañana del día 28 de febrero de 1888, una partida de veintitantos individuos capitaneados por Braulio Cervantes, asaltó el rancho del Picacho, por los rumbos de San Isidro al sur de la villa de Llera, dando muerte dentro de sus casas al presidente del Ayuntamiento, don Julián Acuña y a su hijo Lorenzo Acuña, así como a Juan Perales, Medardo López y Porfirio Zapata. Uno de estos últimos, era integrante de la banda.
La banda de facinerosos estaba integrada por más de veinte individuos, entre los que se encontraba Faustino Rodríguez, Nicolás y Fernando Roque, Severo Barrón, Pilar Cervantes, José Montes, Agapito Noriega, Emilio Arcos, Nicolás Sánchez, Zacarías López, Emeterio Maldonado, Juan Porras, Reyes Badillo, Felipe Vera, Matías Gallardo, Francisco Villa, Irineo Sánchez y Francisco Morales.
Posteriormente se dirigieron al rancho La Purísima Chiquita, donde vivía el primer regidor Pablo Bustamante, a quien sacaron por la fuerza, asesinándolo junto a una de sus pequeñas hijas en presencia del resto de su familia.
De ahí partieron a la villa de Llera, haciendo lo mismo con el alcalde primero Juan Sánchez. También fueron asesinados el portero Hermenegildo Ríos, el comerciante Juan Sánchez, el labrador Cristóbal Muñiz, y Nemesio Juárez, así como el sastre Epigmenio Rodríguez, quien pereció a consecuencia de los balazos y machetazos recibidos.
Muerto el presidente municipal, y el alcalde primero, el alcalde segundo Ascensión Rodríguez acudió ante don Gregorio Mercado, juez del Registro Civil de Llera, para notificarle los nombres de los fallecidos y levantar las respectivas actas.
Después de estos actos de barbarie, los asaltantes entraron a las oficinas gubernamentales locales y robaron los fondos de la oficina recaudadora del timbre, de correos y colecturía. Además saquearon establecimientos de comercio, llevándose en efectivo como $600 pesos y mercancías.
Los facinerosos permanecieron todo el día 28 en el pueblo, donde nombraron nuevas autoridades, y al amanecer del 29 de febrero marcharon rumbo a Escandón (Xicoténcatl), en cuyo punto aseguró el licenciado P. Quintanilla, juez de primera instancia, permanecieron hasta los primeros días de marzo de 1888. En ese municipio también tenían cuentas con la ley por diversos delitos, pero las autoridades de ese municipio no habían tomado cartas en el asunto, por el miedo que infundían.
Sobre estos funestos hechos, don Clemente Ramírez, Inspector de las líneas telegráficas federales en Tamaulipas, informó al general E. Vela, Jefe de la 4ª Zona Militar con base en Matamoros, quien a su vez remitió el parte correspondiente a la Secretaria de Guerra y Marina en la Ciudad de México.
El general Vela se quejaba ante sus superiores que el gobernador Rómulo Cuéllar Villafranca, a pesar que Llera se encontraba a 12 leguas de Ciudad Victoria, no le informó de los sucesos recién acontecidos, por lo que solicitó información al presidente de Jaumave y al coronel F. G. Vargas de Tula. El primero le respondió que ignoraba totalmente la situación, mientras que el segundo le respondió que al ser Llera un municipio del Distrito del Centro, no le daban parte de lo acontecido ahí, aunado a que el municipio en cuestión no contaba en esos días con telégrafo.
El licenciado Quintanilla era de la creencia que sí fuerzas federales salían rumbo a Escandón, aprenderían a la mayor parte de los facinerosos, pues por los rumbos de esa villa huasteca vivía Nemesio Gómez, jefe de una partida de dicha banda y cómplice de los asesinos de Llera. La Guarnición de Tampico, mandada en esos días por el coronel Sebastián Villarreal, solicito también permiso a la Secretaría de Guerra para mandar violentamente efectivos hacia Llera y de esa manera aprender al cabecilla Braulio Cervantes.
En las siguientes horas se dispuso que saliera a Llera el 2º Regimiento, compuesto de 40 hombres y un oficial, al mismo tiempo que marchaba el mayor Antonio Garza del mismo cuerpo, con sesenta hombres desde Santa Bárbara hasta Xicoténcatl, en donde se encontraban refugiados los asaltantes. Por su parte el gobernador Cuellar también tomó medidas, disponiendo que saliera un piquete de seguridad pública al mando del coronel Francisco G. Vargas y persiguiera a los maleantes.
El general Vela informó a sus superiores que Ciudad Victoria no corría peligro y que si fuese necesario, estaban listos para movilizarse a la capital los destacamentos de infantería de Tula y Jaumave.
Era tanto el miedo, que don Candelario Castillo, el nuevo presidente municipal de Llera informó a Ciudad Victoria, que tan pronto salieran las fuerzas gobernistas del poblado él pediría su renuncia, pues de no hacerlo correría la misma suerte que su antecesor.
La mano dura característica del porfiriato no se hizo esperar. Como conocedor del terreno y de los protagonistas, el coronel Vargas pronto tomó cartas en el asunto y el 13 de marzo de 1888 sus exploradores le avisaron que por los rumbos de Santa Clara no había novedad, pero que por La Flor había pasado rumbo a la Joya de Salas, Faustino Rodríguez y varios de la banda, por lo que giró instrucciones al presidente de Jaumave para que lo persiguiera. Por su parte informaba que Nemesio Gómez seguía en Xicoténcatl, pues preparaba una partida de toros para introducirlos a Huejutla, Hidalgo, donde se las compraría Jesús Careta. Con los novillos irían algunos bandidos disfrazados, por lo que efectivos militares fueron despachados para El Abra de Tanchipa y El Atascador en espera de ellos.
En los días subsiguientes los malhechores deambularon por varios lados, como Miquihuana, pues eran tenazmente perseguidos por las tropas porfiristas. El 14 de marzo llegó a Llera el capitán Regino Zorrilla del 26º Batallón con 100 hombres.
Finalmente después de una ardua labor, las tropas de Vargas dieron con el paradero de los principales implicados y el 29 de marzo por la mañana, escoltados por una fuerza federal, llegaron a Ciudad Victoria ocho presos, según publicó el diario nacional “La Voz de México”.
Como consecuencia de estos actos, hubo una fuerte crisis económica en el municipio de Llera, pues la agricultura decayó, y dos terceras partes de su caserío quedaría desierto y en ruinas, ante el temor de nuevas represalias.
El 4 de mayo de 1888 don Alejandro Prieto Quintero tomó protesta como nuevo gobernador de Tamaulipas, y durante su gestión se realizaron las gestiones necesarias para que Llera retomara el nivel de vida que tenía antes de los conflictos políticos, siendo la agricultura la punta de lanza para que el municipio resurgiera de las cenizas.
En su último informe de gobierno, Prieto mencionaría que durante los últimos diez años, Llera había sido escenario de muchos hechos sangrientos, donde se habían presentado
hechos verdaderamente salvajes, promovidos por la discordia política que dividía en dos bandos a los habitantes del municipio.
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EL DATO
¿Quién fue Braulio Cervantes?
José Braulio Cervantes Orozco, líder de los facinerosos de Llera en 1888, había nacido en ese municipio el 6 de abril de 1854, siendo bautizado el 8 de junio de ese mismo año por sus padres don Refugio Cervantes y doña María Refugio Orozco.
Ejército Porfirista persiguió a los revoltosos, hasta detenerlos
Así lucía la Presidencia Municipal de Llera
Los sucesos trágicos de 1888
La plaza pública de Llera
Logo de la entonces Secretaría de Guerra
El gobernador, Rómulo Cuéllar, tomó cartas en el asunto
El oficio remitido, para tomar cartas en el asunto