“Por la situación de bancarrota en que se encuentra el país no podremos cumplir todo lo que se está demandando”, dijo Andrés Manuel López Obrador en su gira de agradecimiento por Tepic el pasado domingo y de inmediato generó una cadena de respuestas y críticas.
El primero en responder, entre otros, fue Claudio X. González, expresidente del Consejo Mexicano de Negocios, quien señaló que, seguramente (el Presidente Electo) descubrió que no había suficientes recursos para cumplir las promesas de campaña. Por su parte, Marcelo Torres Cofiño, dirigente nacional del PAN, calificó la declaración como una “curada en salud” para justificar el fracaso del próximo gobierno federal.
La bancarrota de la que habló Andrés Manuel López Obrador va más allá del tema financiero y aunque en la Secretaría de Hacienda se les cayó el saco al afirmar que México cuenta con finanzas públicas sanas, lo cierto es que, nadie puede disfrazar los desastres nacionales llamados corrupción, inseguridad y desempleo.
Sin importar quién fue el personaje que calificó como bancarrota el caso mexicano, vale la pena preguntarnos sin fobias o filias lo siguiente: ¿nos sentimos seguros al caminar en la calle?; ¿existen oportunidades laborales redituables para los jóvenes egresados de la universidad?; ¿confiamos en la autoridad policial?; ¿todos los jueces imparten justicia apegados a la ley y no a intereses ajenos a la legalidad? o ¿existe favoritismo en algunas licitaciones gubernamentales?.
Si usted respondió que sí a todas estas preguntas, permítame felicitarle, la bancarrota no existe en su mundo y lo que diga el Presidente Electo es una mentira desde la perspectiva del afortunado lector.
En relación al tema que nos ocupa, debo precisar que el término bancarrota nació en la Florencia de los Medici en el siglo XV y éste se usaba para describir al banquero (hombre sentado en una banca de madera para prestar oro y dinero) que tras quebrar por el incumplimiento de pago de clientes morosos, era obligado a romper su banca y abandonarla en la calle, pues su mala suerte podría afectar a quien se sentara en ella.
La banca que acaba romper Andrés Manuel es la misma en la que se han sentado algunos presidentes de México, quienes por años hablaron de las bondades imaginarias de un país en orden, seguro y con sano crecimiento. Una Nación que de vez en cuando era sacudida por la inseguridad, el desempleo y la corrupción, pero sólo como hechos aislados.
Mientras pasa la tormenta generada por las referidas declaraciones, el Presidente Electo continúa su gira de agradecimiento señalando que, México está en bancarrota, sin embargo, eso no impedirá que cumpla sus compromisos de campaña y aunque diversos actores políticos le contradigan, él seguirá reafirmando su verdad tal y como Arthur Schopenhauer señalara en su libro “el mundo como voluntad y representación”: “…la verdad tiene tres fases: primero, es ridiculizada; segundo, recibe violenta oposición; tercero, es aceptada…”.
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